Robert Kurson - Cazadores de piratas

AGRADECIMIENTOS

Agradezco la ayuda y el apoyo recibidos de las siguientes personas:

Kate Medina, mi editora en Penguin Random House, por su inquebrantable confianza en mí, su agudo instinto para detectar una buena narración y la amabilidad que me ha demostrado a lo largo de los años. Es mucho lo que he aprendido de Kate acerca de escribir, y mucho más sobre lo que significa tener un gran corazón.

También quiero mencionar a otras personas de Penguin Random House:

Derrill Hagood, editor adjunto, que trabajó conmigo en este libro incansablemente y siempre con alegría. Él fue el motor que en todo momento mantuvo el proyecto en movimiento.

El subjefe de correctores Dennis Ambrose hizo maravillas con el manuscrito —además de conversar mucho conmigo sobre submarinismo— durante años.

He tenido la suerte de trabajar con Sally Marvin, directora de publicidad de Random House, y con Tom Perry, subeditor de Random House/Dial, el mejor en lo suyo; a los dos los considero amigos. No podría ni comenzar a explicar cuánto ha significado para mí su estímulo.

Gina Centrello, presidente y editora del Random House Publishing Group, creyó en mí desde el comienzo, y eso me ayudó a creer en mí mismo.

También quiero agradecer su ayuda a estas extraordinarias personas de Penguin Random House: Barbara Bachman, Laura Baratto, Sanyu Dillon, Richard Elman, Kristin Fassler, Karen Fink, Carolyn Foley, Sarah Goldberg, Ruth Liebmann, Poonam Mantha, Leigh Marchant, Tom Nevins, Allyson Pearl, Bridget Piekarz y Erika Seyfried.

Flip Brophy, mi agente literaria de Sterling Lord Literistic: ningún escritor podría aspirar a tener un defensor más leal y más tenaz. Cuando la gente se entera de que mi agente es Flip, invariablemente me dicen que tengo mucha suerte, y tienen razón. Para mí es como de la familia.

John Chatterton y John Mattera pasaron más de dos años respondiendo a mis preguntas, en persona, por teléfono, en aviones, en barcos, metidos hasta las rodillas en el agua de la bahía de Samaná, con trajes de buceo, en los metros de Chicago, colándose en el bufet de desayuno gratuito en mis hoteles económicos, apretados en el Mini Cooper de Chatterton en Florida, en las traidoras carreteras de la República Dominicana, en las casas de cazatesoros legendarios… Yo ya sabía que Chatterton era un excelente cuentacuentos desde que trabajé con él en Shadow Divers; Mattera fue una revelación. Habla de forma cinematográfica, mostrando imágenes a la vez que narra acontecimientos, y tiene un excelente instinto para la estructura del relato. No me sorprendió descubrir que Mattera es un magnífico escritor. Leer su obra ha sido un privilegio, como lo ha sido el conocer a estos tipos.

Carla Chatterton y Carolina García de Mattera siempre tuvieron la amabilidad de compartir conmigo los recuerdos de sus maridos sobre la caza del pirata. Hace falta ser una persona muy especial para apoyar las aventuras de un explorador de los fondos marinos.

Víctor Francisco García-Alecont, antiguo vicealmirante y jefe del Estado Mayor de la Armada dominicana, respondió a mis preguntas con perspicacia, con paciencia y con buen humor. En Santo Domingo, él y su esposa, la licenciada Francisca Pérez de García, me hicieron sentir parte de su familia.

El capitán Tracy Bowden me recibió en su casa de Florida, donde me contó su vida de submarinista de pecios, cazatesoros y arqueólogo submarino. Parece ser que desde los comienzos de la Historia los hombres se han dedicado a buscar tesoros; casi ninguno lo consigue, y de los que lo consiguen, pocos tienen el éxito que él tuvo. Sus relatos sobre rescate de tesoros son apasionantes, pero es aún mejor cuando él mismo habla sobre la vida de un cazatesoros: de lo solitaria que puede ser, de las tensiones que aporta a la vida de uno, de las voces que se oyen por la noche, a ochenta millas de la costa, cuando se está anclado sobre una tumba colectiva. Bowden fue un pionero y yo tuve la suerte de que me contara personalmente su odisea.

Howard Ehrenberg es uno de los tipos más listos que he conocido nunca. Mejor aún: es un aventurero y su curiosidad constituye una inspiración. Es difícil imaginar que la búsqueda del Golden Fleece hubiera sido posible sin el dominio de Howard de la tecnología y los equipos de última generación… o de su sencilla manera de ser. Es igualmente difícil imaginar cómo habría podido completar los detalles de la narración sin su ayuda. No importa las veces que yo llamase, Howard siempre estaba disponible para explicarme detalles y pormenores. Gracias también a la esposa de Howard, Megan Ehrenberg, excelente conductora (y agradabilísima persona), por derecho propio.

Heiko Kretschmer se reunió conmigo en Santo Domingo y en Samaná. Yo ya había oído hablar de su insobornable ética de trabajo y de su capacidad de arreglar casi cualquier cosa, pero lo que no aprecié del todo hasta que le conocí fue su aguda inteligencia. Aportó matices y detalles al relato de la búsqueda del pecio de Bannister que no había aportado nadie más. Su propia historia, su fuga en tren de Alemania Oriental a los dieciocho años en busca de una vida mejor en Occidente, es algo que hay que escucharle a él mismo narrar. Lo mismo que en el caso de Ehrenberg, la exitosa búsqueda del barco pirata no habría tenido lugar sin él.

Creo que nunca he conocido un mejor narrador y una mejor persona que el cazatesoros Carl Fismer. Carl me abrió su casa, me enseñó dónde desayunar bien en los Cayos de Florida, y estuve hablando por teléfono con él a lo largo de dos años. Cada vez que lo llamaba, me hacía sentir como si yo estuviera haciéndole un favor a él y no al revés.

Robert Marx se reunió conmigo tanto en su casa como en su despacho de Florida. Para entonces yo ya había leído varios de sus libros pero nada me había preparado para conocer personalmente a este famoso cazatesoros. (Para empezar, me pidió que no utilizara la expresión cazatesoros: «Son muchos los que van buscando tesoros, pero ¿cuántos los encuentran? Yo soy un encuentra tesoros»). Y a partir de ahí la cosa no hizo más que mejorar. Pasé con él un día entero y no tuve un solo instante de aburrimiento. Jenifer Marx, la esposa de Bob, es una persona extraordinaria. Yo había leído su excelente libro The Magic of Gold, publicado por Doubleday, y fue un honor conocerla a ella.

Estos hombres se sentaron conmigo y dieron vida al mundo de la búsqueda de tesoros y al buceo en busca de pecios: Dave Crooks, presidente del Sunken Treasures Book Club; Joe Porter, editor del Wreck Diving Magazine; Kim Fisher y Sean Fisher del Mel Fisher Maritime Museum de Cayo Hueso, y (por teléfono) David P. Horan de Horan, Wallace & Higgins LLP.

No puedo agradecer bastante al profesor David Buisseret, investigador en jefe de la Biblioteca Newberry, la ayuda que me brindó en la búsqueda de Joseph Bannister y el Golden Fleece. Creo que es de justicia decir que de no ser por la obra de Buisseret, poco se sabría sobre el capitán pirata y su barco. Fue un golpe de buena suerte descubrir que el profesor Buisseret vivía cerca de mi casa, en Chicago; mejor aun: se puso a mi disposición en su propia casa, en cafeterías, por teléfono, siempre que lo necesitaba y siempre con elegancia y calidez. Fue un placer verlo trabajar y un privilegio haber conocido a un hombre tan admirable.

Los historiadores navales Sam Willis, Jonathan Dull y Frank L. Fox hablaron conmigo por teléfono y me ayudaron a comprender mejor el tema de las batallas navales, los barcos, las armas y las tácticas del siglo XVII. Me apoyé especialmente en Fox, que me dejó atónito con sus vastísimos conocimientos de estos temas y con su capacidad de responder cualquier pregunta, por oscura que fuese. Cada vez que necesité de Fox, estuvo disponible, y por eso y por su cálida personalidad, le doy las gracias.

En la República Dominicana, mi agradecimiento al ministro de Cultura, José Antonio Rodríguez; al viceministro, Luis O. Brea Franco, y al director del gabinete ministerial, Carlos Salcedo.