Jack corrió sobre la arena caliente hasta alcanzar las olas. El agua estaba cálida y muy limpia. Jack se protegió los ojos del sol con la mano y se esforzó por mirar mar adentro. Al parecer, el barco de vela estaba más cerca de la costa. Ahora podía ver la bandera. Mientras la observaba, sintió un profundo escalofrío.
La bandera era de color negro y, en el medio, tenía una calavera y dos huesos cruzados. La casa del árbol #4 Piratas después
del mediodía Mary Pope Osborne
Ilustrado por Sal Murdocca
Traducido por Marcela Brovelli Para Andrew Kim Boyce PIRATAS DESPUÉS DEL MEDIODÍA Spanish translation copyright © 2002 by Editorial Atlántida, S.A.
Revised translation by Teresa Mlawer.
Originally published in English under the title
MAGIC TREE HOUSE #4: Pirates Past Noon
Text copyright © 1994 by Mary Pope Osborne.
Illustrations copyright © 1994 by Sal Murdocca. All rights reserved under International and Pan-American Copyright Conventions. No part of this book may be reproduced or transmitted in any form or by any means, electronic or mechanical, including photocopying, recording, or by any information storage or retrieval system, without permission in writing from the Publisher. Published by arrangement with Random House Children’s Books, a division of Random House, Inc., 1745 Broadway, New York, NY 10019. 978-1-930332-52-2 Printed in the U.S.A. 978-1-930332-52-2 Printed in the U.S.A.
Library of Congress Cataloging-in-Publication Data
Osborne, Mary Pope.
[Pirates past noon. Spanish]
Piratas después del mediodía / Mary Pope Osborne ; ilustrado por
Sal Murdocca.
p. cm. – (La casa del árbol ; #4)
ISBN 1-930332-52-1 (pbk.)
I. Murdocca, Sal. II.
Title.
PZ73.075 2003
[Fic]—dc21
2003005602 e-ISBN: 978-1-941802-39-7 Índice ¡Demasiado tarde! Jack se asomó por la ventana de su habitación. La lluvia caía sin cesar. —En la televisión dijeron que al mediodía iba a dejar de llover —comentó Annie, su hermana, de siete años. —El mediodía ya pasó —agregó Jack. —Pero, Jack, tenemos que ir a la casa del árbol. Estoy segura de que esa persona M estará allí cuando lleguemos.
Jack se acomodó los lentes y respiró hondo. Sentía que aún no estaba listo para conocer a la persona “M”, esa misteriosa persona que había colocado todos los libros en la casa del árbol. —Vamos —dijo Annie. —Está bien. Ve a buscar los impermeables y las botas. Yo traeré el medallón y el marcador —agregó Jack.
Annie fue corriendo a buscar lo que necesitaban. Jack, mientras tanto, buscó dentro del cajón de su mesa de noche y sacó el medallón. Era de oro y tenía grabada la letra M. Después, sacó el marcador de cuero azul. También tenía grabada la misma letra M del medallón. Las dos letras eran idénticas a la M que Annie y Jack habían visto en el suelo de la casa del árbol.
Jack agarró la mochila y guardó el medallón, el marcador, el lápiz y el cuaderno. A Jack le encantaba anotar todas las cosas importantes. —¡Aquí están los impermeables y las botas! —gritó Annie desde abajo. Jack agarró su mochila y bajó a encontrarse con su hermana que lo esperaba junto a la puerta de atrás. —Te espero afuera —dijo Annie mientras se ponía las botas. Jack se puso el impermeable y las botas, se colgó la mochila de los hombros y se reunió con su hermana en el jardín.
El viento soplaba con fuerza. —¡Preparados! ¡Listos! ¡Ya! —gritó Annie. Escondieron la cabeza en las capuchas y salieron corriendo bajo la lluvia, con el viento en contra. No tardaron en llegar al bosque de Frog Creek. Las ramas de los árboles se balanceaban de un lado al otro, chorreando agua de lluvia. —¡Plaaaf! —exclamó Annie de pronto, saltando dentro de un charco de agua.
Después de atravesar varios charcos más, llegaron al roble más grande del bosque. Detrás de dos de sus inmensas ramas estaba la casa del árbol. Bajo el cielo tormentoso, parecía sombría y completamente abandonada. Del suelo de la casa colgaba una escalera de soga que el viento sacudía caprichosamente. En ese momento, Jack recordó todos los libros que había visto dentro de la casa, con la esperanza de que estuvieran secos. —La persona M estuvo aquí —comentó Annie.
Jack se quedó mirando a su hermana y le preguntó: —¿Cómo lo sabes? —Tengo una corazonada —confesó Annie en voz baja. Luego, se agarró de la escalera y comenzó a subir. Jack subió detrás de ella. Dentro de la casa del árbol hacía frío y había humedad. Pero los libros estaban secos y cuidadosamente ordenados, como los habían dejado el día anterior. Annie tomó el que estaba arriba del todo.
Era el libro de los castillos que los había transportado a la época de los caballeros. —¿Recuerdas al caballero? —preguntó Annie. Jack dijo que sí con la cabeza. Jamás olvidaría al caballero que los había ayudado. Annie dejó el libro de los castillos y agarró el siguiente. —¿Te acuerdas de los dinosaurios? —preguntó Annie. —¿Te acuerdas de los dinosaurios? —preguntó Annie.
Jack asintió con la cabeza. Jamás olvidaría al Pterodáctilo que lo había rescatado de las garras del Tiranosaurio. Luego, Annie agarró un libro del antiguo Egipto. —Miauuu —exclamó. Jack sonrió con ternura. El libro de Egipto los había llevado a la época de los faraones.
Allí, fueron rescatados por un gato negro. —Y aquí está el libro de nuestro vecindario —dijo Annie, mientras sostenía un libro con el dibujo de la ciudad en la que vivían ella y su hermano Jack. Frog Creek, Pensilvania. Jack sonrió nuevamente. El libro de Pensilvania los había traído de regreso a casa al final de cada nueva aventura. Jack respiró profundamente.
Todavía tenía dos grandes interrogantes. ¿Quién era la persona M? ¿Quién había puesto todos los libros en la casa del árbol? Y, por último, necesitaba descubrir si el Pterodáctilo, el caballero y el gato negro conocían a la persona M. Luego, Jack buscó dentro de su mochila, sacó el medallón de oro y el marcador de cuero, y los colocó en el suelo, justo encima del lugar donde brillaba la letra M. La lluvia comenzó a entrar en la casa del árbol. —¡Qué frío! Hoy la casa no está tan acogedora como otras veces —dijo Annie. Jack tenía la misma sensación.
Hacía mucho frío y la lluvia había empezado a colarse por el techo. —¡Mira, Jack! —exclamó Annie señalando un libro que estaba abierto—. Si no me equivoco, todos los libros estaban cerrados. —Es verdad —agregó Jack. Annie agarró el libro y se quedó mirando un dibujo. —¡Caramba! Este lugar es maravilloso —exclamó, mientras le mostraba el libro a Jack.
El dibujo mostraba una playa soleada, una enorme cotorra parada sobre la rama de una palmera, y un barco que navegaba por un mar de un color azul muy brillante. Otra ráfaga de viento y lluvia entró en la casa. —Ojalá pudiéramos ir a este lugar —dijo Annie señalando el dibujo. —¡Sí! —exclamó Jack con entusiasmo—. Pero…¿dónde queda este lugar? —¡Demasiado tarde! —respondió una voz chillona. Annie y Jack se dieron vuelta de inmediato.
Muy cerca de la ventana, sobre una rama, se había posado una cotorra. Era exactamente igual a la que aparecía en el dibujo. —¡Demasiado tarde! —repitió la cotorra. —¡Una cotorra parlanchina! —dijo Annie—. ¿Cuál es tu nombre? ¿Puedo llamarte Polly? De repente, el viento comenzó a soplar. —¡Oh, no! ¡Ahora sí que estamos en problemas! —dijo Jack.
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