PIERRE CLASTRES (París, 1934). Desde la filosofía, se volcó a los estudios antropológicos realizando una importante labor como etnólogo (conviviendo con los aché y los guaraníes del Gran Chaco, y con los yanomami de Amazonia) y como pensador disruptivo de la teoría antropológica, proponiendo una nueva antropología política que, desde el estudio crítico de las sociedades sin Estado (de los registros etnográfico y etnohistórico), plantearía un acercamiento a dichas sociedades desvestido del etnocentrismo evolucionista que caracterizara a buena parte de los estudios antropológicos contemporáneos. En particular, y como nos recuerdan Miguel Abensour y Eduardo Grüner, Clastres sostenía la necesidad de estudiar a las sociedades sin Estado desde la positividad y la afirmación (sociedades contra el Estado, con igualdad y libertad, con mayor unidad, con más ocio y sociabilidad), y no desde la negatividad y la falta (sin Estado, sin desarrollo de las fuerzas productivas, con menos producción), es decir, estudiar su propio ser para repensarnos a nosotros, y no pensar en estas sociedades como “potenciales” o imperfectos nosotros (sociedades “primitivas”).
En este sentido, su trabajo intelectual y antropológico iba de la mano de sus inquietudes y compromisos políticos. Más allá de que se adscribiera o no de un modo directo al anarquismo, su participación en las barricadas de París en mayo de 1968 y su participación junto con Félix Guattari en las manifestaciones contra la guerra de Argelia, presentan a alguien con un profundo sentido del compromiso que difícilmente podría separarse de sus perspectivas claramente libertarias reflejadas en su obra teórica y antropológica. Siguiendo esta línea de pensamiento y compromiso, Clastres publicó varios artículos y una serie de libros. Éstos últimos son: Crónica de los indios guayaki (1972), La sociedad contra el Estado (1974), La palabra luminosa (1974), Investigaciones en antropología política (publicado póstumamente en 1980, incluyendo artículos publicados previamente), y recientemente se publicó, a modo de libro, un artículo incluido en Investigaciones en antropología política titulado Arqueología de la violencia (1997). Su labor de investigación se vio abruptamente interrumpida en 1977 cuando un accidente automovilístico acabó con su vida, pero su disruptivo pensamiento y su personalidad activa lo mantienen presente como un fantasma entre quienes hacen sus mayores esfuerzos por acallar las consecuencias políticas de su obra.
Los enunciados generales de Pierre Clastres
Siguiendo a Eduardo Grüner, tres son los enunciados centrales que podemos hallar en la obra de Clastres.
1) La “sociedad primitiva” (= la sociedad sin Estado) no es una sociedad de la escasez, sino una sociedad de la abundancia; es decir, y aquí Clastres retoma el radical planteo del antropólogo norteamericano Marshall Sahlins, la “sociedad primitiva” no es improductiva, sino que está contra la producción. En la medida en que el hombre es el fin y la producción es el medio (y no a la inversa), y que se le otorga una importancia central al ocio, al “tiempo libre” dedicado al ritual, a la creación de mitos, a la sociabilidad, al cultivo de las relaciones de parentesco y a las tácticas de guerra, se produce sólo lo necesario, no porque no puedan producir más, sino porque no quieren.
2) La “sociedad primitiva” (sin Estado), es una sociedad contra el Estado. Poder y política son detentados por la sociedad y usados para evitar la emergencia de la dominación de un órgano de poder político separado de la sociedad (= Estado), es decir, para conservar la igualdad, el carácter de la sociedad como “totalidad indivisa”; se trata de una “política conservadora”, pero supone a su vez, en términos de Grüner, una “revolución anticipada, y la más radical de todas, puesto que no se limita a luchar contra un poder opresor ya existente, sino que apunta a impedir su propio surgimiento”. En estas sociedades, la figura del jefe se sostiene sobre el prestigio, pero no sobre la monopolización del poder, pues el poder permanece en la sociedad, y ésta lo ejerce sobre el jefe.
3) La guerra es una estructura de la sociedad sin Estado, que al materializar el contraste con los Otros (no-parientes, extranjeros, enemigos), define y refuerza la identidad del Nosotros (parientes) en tanto sociedad autónoma e indivisa. A su vez, al mantener a las sociedades sin Estado en la dispersión, evita la unificación en unidades mayores que implicaría la emergencia de un órgano de poder político centralizado. La guerra es contra el Estado.
Para Héléne
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