Pedro Cayuqueo - Solo por ser indios
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- Libro:Solo por ser indios
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- Editor:ePubLibre
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- Año:2012
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Solo por ser indios: resumen, descripción y anotación
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Ante cien mil personas y en su natal Chimpay fue beatificado Ceferino Namuncurá. Hablamos del primer «Santo Mapuche». La ceremonia, que mezcló elementos tradicionales con el protocolo vaticano, constituyó, para los miles de seguidores del «indiecito» muerto en Roma en 1905, un verdadero acto de justicia. Pero no todos aplaudieron. Diversas organizaciones mapuches de Argentina han alzado duramente la voz. Critican lo que a su juicio constituiría un nuevo acto de «colonialismo occidental». Y es que la propia historia de Ceferino, hijo de uno de los últimos lonkos en rendirse tras la «Conquista del Desierto», a fines del siglo XIX, trae a la memoria trágicos pasajes de la historia mapuche reciente. Violación de tratados, asesinatos y despojo territorial. Heridas abiertas que aún no cicatrizan en ambos lados de la gran mawiza (cordillera).
Con todo, la beatificación de Ceferino abre un interesante debate respecto de la «cuestión religiosa» al interior de nuestro pueblo. Dato no menor: un número significativo de los miles de fieles reunidos en Chimpay eran mapuches. Mapuches y católicos, habría que precisar, muchos con su vestimenta tradicional y haciendo flamear altivos aquella bandera que hoy, en ambos lados de los Andes, nos hermana como un solo pueblo, una misma nación. ¿Es posible acusarlos a todos ellos de estar «colonizados» por el Vaticano? ¿Se los puede condenar por ello? Es en este punto donde el radical discurso de algunas organizaciones, demandando la exclusividad de una fe o religión «tradicional» entre los mapuches, se estrella brutalmente contra la realidad. Y enhorabuena, me parece.
No hace mucho, la venida desde Estados Unidos de un afamado telepredicador protestante reunió a miles de personas en un recinto deportivo de Temuco. En dicho evento, la presencia mapuche no sólo destacó. Fue mayoritaria. Testimonio de ello darían días más tarde dos de los principales representantes del Consejo de Pastores, organizadores del evento y por si no bastara, ambos mapuches y originarios de comunidades de renombre. A menor escala, lo mismo es posible de observar en cualquier actividad de la Fe Bahai, credo de origen iraní de importante arraigo al interior de numerosas comunidades de Wallmapu. ¿No los ubica? Son los propietarios de la Radio Bahai, ubicada en la localidad de Labranza. ¿Otro antecedente? Única emisora que las 24 horas del día transmite en mapudungun, nuestra amada «lengua de la tierra».
¿Nos vuelve menos mapuches profesar una religión occidental? Definitivamente no. Un hito en nuestra historia reciente, las movilizaciones en Lumaco del año 1997, fueron lideradas por un pastor evangélico y combativo dirigente. Alguna vez lo critiqué públicamente. Terminé respetando sus creencias, admirando su rebeldía contra la injusticia, y envidiando su rectitud en el decir y el actuar. Repito la pregunta; ¿Vuelve una religión occidental menos mapuche a quien la profesa? Si ser mapuche implica adscribir rígidamente a determinada cosmovisión originaria, es probable que sí. Si ser mapuche implica más bien adscribir a la idea de un colectivo nacional, independiente de lo que se crea o no en materia espiritual, la respuesta es no. Lo primero es un movimiento político confesional. Lo segundo, una Nación.
Bien estaría comenzar a respetar las creencias del otro. La beatificación de Ceferino y su implicancia en materia de pluralismo religioso debiera ser materia de debate público. Nos remite al tipo de sociedad que los mapuches buscamos construir y heredar a nuestros hijos e hijas. ¿Qué tipo de País Mapuche estamos soñando? ¿Uno donde exista religión de Estado como los Emiratos Árabes Unidos? Existen discursos mapuches que no difieren en absoluto —en el nivel de intolerancia y dogmatismo— con aquellos enarbolados por los sectores más retrógrados del catolicismo. O del integrismo islámico, inclusive. Razón más que suficiente para estar alertas. Razón más que suficiente para enarbolar, junto a los fieles mapuches de Ceferino, las banderas de la sana convivencia religiosa.
* Publicada en Azkintuwe, 12 de noviembre de 2007.
La noticia ha golpeado el alma del país. Es lo que han señalado a coro todos los medios de comunicación, que han elevado al general José Bernales, fallecido en un trágico accidente aéreo en Panamá, a la categoría de héroe nacional. La propia Presidenta de la República, interrumpiendo su gira por la Cuarta Región, sostuvo con la voz entrecortada estar desolada y triste con la noticia. «Siento un gran dolor desde el punto de vista de la pérdida de un gran hombre, de un gran general director de Carabineros, de un tremendo liderazgo», señaló Bachelet en la losa del aeropuerto de La Serena, al borde de las lágrimas y buscando interpretar el sentir de toda una nación en duelo.
¿Mera propaganda para legitimar un estado policial? ¿Estrategia de La Moneda para desviar la atención pública de la contingencia? Todas las anteriores, pero mucho más. Basta un intercambio de palabras con el vecino o el almacenero de la esquina para comprobar que la muerte de Bernales ha golpeado en verdad a muchos. Y fuerte. Se trataba en los hechos de un general «respetado», proveniente «del pueblo», que hablaba como «el pueblo» y que conducía la institución policial como al pueblo chileno le gustan de cierto modo sus líderes: carismáticos, de mano firme, hablar golpeado y, hasta cierto punto, autoritarios y arrogantes. Figuras paternales amadas por la ciudadanía de este país provinciano y que han existido en toda la historia de Chile, desde Portales a Pinochet, desde Alessandri Palma a Ricardo Lagos. Todos ellos fueron políticos. Bernales, por su parte, un sheriff de tomo y lomo.
Además de la aceitada maquinaria propagandística del Gobierno, la muerte del general Bernales ha dejado en evidencia el carácter fascista del alma de Chile. Si no, ¿cómo entender que sin mayor cuestionamiento ciudadano, se eleve hoy al panteón de los héroes a un jefe policial involucrado en graves violaciones a los derechos humanos tras su paso por Wallmapu? La lista es larga y ha sido documentada por diversos organismos internacionales de prestigio: Violentos allanamientos a comunidades; detenciones arbitrarias de dirigentes y comuneros; torturas y apaleos en zonas rurales y cuarteles policiales; amedrentamiento contra mujeres, ancianos y niños; ello sin olvidar el asesinato impune de dos jóvenes mapuches, ejecutados a sangre fría por el gatillo fácil y la permisividad de los altos mandos. Bernales, el principal de ellos.
«Chile ha perdido a un gran General Director, es momento de tristeza, pero también es momento de seguir con el legado que él dejó: una institución con la mayor credibilidad ciudadana de la historia y con un mando impecable», declaró el subsecretario del Interior, Felipe Harboe, visiblemente emocionado. No miente Harboe y lo sabe. Carabineros de Chile goza de un prestigio ciudadano que envidian sus pares de Brasil, México y porque no decir, Panamá. Extraño fenómeno. En esos países la policía también reprime a menudo y sin contemplación. En las favelas de Rio, el gatillo fácil es un deporte casi tan popular como el fútbol. ¿Cuál es la diferencia? Que allí la policía además roba y extorsiona. En Chile, en cambio, matan, golpean, reprimen y torturan. Pero no son corruptos. ¡No señor! ¡Eso sí que no!… bendito consuelo.
Una sociedad que es capaz de hacer vista gorda frente a una policía militarizada caracterizada por disparar primero y preguntar después, no puede estar en su sano juicio. Una sociedad que transforma en éxitos televisivos docu-realitys policiales donde se persigue, denigra, golpea y estigmatiza a los sectores más postergados, no puede pretender ser llamada democrática. Sospecho que una sociedad de este tipo, que rinde honores a un general que se vanagloriaba en Wallmapu de «salir a cazar delincuentes», difícilmente podrá aceptar de buenas a primeras la legitimidad de nuestro reclamo histórico. Mucho menos podrá demandar a las autoridades privilegiar el diálogo político y no la lógica de los calabozos, esta última carta de presentación del fallecido general a su arribo como Jefe Policial en Temuco. Todo ello fiel reflejo de lo mucho que nos queda por hacer.
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