Christian Jacq - Las máximas de Ptahhotep
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- Libro:Las máximas de Ptahhotep
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2014
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Las máximas de Ptahhotep: resumen, descripción y anotación
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Las máximas de Ptahhotep — leer online gratis el libro completo
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Hace más de cuatro mil años, Ptahhotep —la plenitud del dios Ptah—, un sabio egipcio que alcanzó los ciento diez años de edad, redactó un libro de enseñanza ética y espiritual para uso de las generaciones futuras. Este texto, en forma de máximas, nos transmite la experiencia de un hombre que fue la más importante autoridad después del Faraón —Djedkaré-Isesi, de la quinta dinastía— y el encargado de la administración y la justicia, tarea que se consideraba sagrada.
Las máximas de Ptahhotep pertenecen a los llamados Textos de las pirámides, y se encontraron milagrosamente íntegras en el papiro Prisse, descubierto casualmente en el siglo XIX. Años después fueron publicadas en texto jeroglífico, y en 1956 apareció la primera traducción a cargo del reputado egiptólogo Zbynék Zába.
Este libro, considerado el más antiguo del mundo, es de una asombrosa modernidad. En un lenguaje simple y directo, el viejo sabio habla de la humildad, del arte de gobernar, de las vanidades humanas, de la amistad, de la justicia, de la ignorancia y el conocimiento…
Con profundidad y precisión, Ptahhotep hizo este compendio de valores universales como un deber más de su cargo, transmitiéndose como libro de enseñanza de generación en generación durante la época faraónica, y perduró hasta el tiempo de los primeros cristianos coptos, perdiéndose en el siglo VI con la invasión del Islam.
Una obra maestra, a la altura de los clásicos taoístas, los proverbios bíblicos o las enseñanzas hindúes, que es rescatada y presentada hoy por Christian Jacq.
Christian Jacq
El libro de la sabiduría egipcia
ePub r1.2
Rusli 03.09.14
Título original: L’Enseignement du sage égyptien Ptahhotep
Christian Jacq, 1993
Traducción: Manuel Algora
Editor digital: Rusli
Corrección de erratas : Icaza
ePub base r1.1
A un sabio, François Brunier
partido viviente en los bellos
caminos de Occidente
«Los escribas llenos de sabiduría, desde los tiempos
Que vinieron después de los dioses,
Y cuyas profecías se realizaron:
Sus nombres duran eternamente…
No han proyectado dejar detrás de sí, como herederos,
A hijos de su carne, que conservaran su nombre:
Han puesto por herederos
A los libros y enseñanzas que han escrito.
De los libros han hecho sus sacerdotes,
De la paleta del escriba han hecho su hijo bienamado:
Sus enseñanzas son sus pirámides,
La pluma era su hijo,
La tablilla su esposa…
¿Ha habido un hombre semejante a Ptahhotep?
Los sabios que predecían el porvenir,
Lo que salía de su boca se realizaba.
Se descubre que una cosa es un proverbio,
Y que se encuentra en sus escritos…
Incluso cuando han desaparecido,
Su poder mágico alcanza a todos los que leen sus escritos.»
Texto en A. H. Gardiner, Hieratic Papyri in the British Museum, p. 38 y ss.
El Egipto antiguo estimaba que todo pensamiento no formulado carecía de realidad; por esta razón los egipcios edificaron templos, esculpieron y escribieron, a fin de encarnar sus percepciones del misterio de la vida. Nada fue dejado al azar, ya que el vehículo de esta formulación fue una lengua sagrada, los jeroglíficos, cuyo nombre egipcio es medou neter, «las palabras de Dios». Medou, «palabra» significa también «bastón»; dicho de otro modo: los jeroglíficos son los bastones que ayudan al hombre a caminar sobre el sendero del conocimiento.
Como Champollion, genial descifrador, ya percibiera, todo es jeroglífico en Egipto, trátese de un pequeño signo dibujado por la mano de un escriba sobre un papiro, o de una de gigantesca pirámide. Esta última, en efecto, es un signo que podemos leer y que es sinónimo de «amor», de «canal (por el que pasa la energía)». Toda aproximación al Egipto faraónico pasa, pues, por un pensamiento jeroglífico, consistente en buscar el sentido de lo que observamos, y en encaminar nuestros pasos tras los de los sabios, con humildad, respeto y deseo de comprender «en el corazón» lo esencial de su mensaje.
Este mensaje fue transcrito desde el Imperio Antiguo (hacia el 2640-2040 a. de C.), edad de oro de las pirámides, tanto en la arquitectura como en los escritos; los textos de esta época son de una importancia considerable, como es el caso con los Textos de las pirámides, fundamento de la espiritualidad egipcia, consagrados a la resurrección y a la vida eterna del Faraón, el cuál contiene en sí el ser de Egipto y su más allá.
Entre estos textos figura un conjunto de máximas, recogidas en un todo coherente, y firmadas por Ptahhotep; cuando el egiptólogo François Chabas estudió esta obra, la calificó de «el libro más antiguo del mundo». Las Máximas de Ptahhotep, redactadas hace más de cuatro mil años, no han perdido nada, como veremos, de su actualidad, y siguen siendo una guía excepcional para alcanzar una forma de plenitud y de sabiduría.
La obra de Ptahhotep pertenece a un género literario que porta el nombre de sebayt, «sabiduría», «enseñanza». El Faraón, hombre de conocimiento, tiene el deber de redactar una «sabiduría» para su sucesor, a fin de facilitar su tarea y evitarle errores; grandes pensadores, que son siempre hombres de experiencia y con los pies en la tierra, y no intelectuales encerrados en las teorías y los análisis de lo real, comparten el mismo deber.
El objetivo de las «sabidurías» es el de abrir el espíritu del lector, mantenerlo por el camino de la rectitud, formar su inteligencia y su sensibilidad, a fin de que permanezca en armonía con Maât, la Regla eterna, cohesión del universo, de donde derivan la coherencia social y el equilibrio individual, si un faraón reina correctamente, y si los hombres adoptan lo sagrado como valor primero. Sin respeto de Maât, orden luminoso e intemporal, que es anterior a la especie humana y la sobrevivirá, ninguna civilización puede conocer la dicha. No tener en cuenta a Maât, traicionarla, ignorarla, es ir hacia el mal, la guerra, el desorden y las tinieblas. En este sentido, las Máximas de Ptahhotep deberían ser un libro leído y releído en todas las escuelas, pues esta enseñanza inspira y acompaña a toda una existencia.
Se puede considerar este texto como un verdadero Tao egipcio. Si el Tao del chino Lao Tse es una joya de la sabiduría extremo-oriental, cuya profundidad ha descubierto Occidente con estupefacción, la «sabiduría» de Ptahhotep, aunque diferente en su expresión, es de la misma vena.
Los egipcios mismos consideraban esta «sabiduría» como un texto mayor, que había que estudiar con atención y transmitir. La difusión del escrito, contrariamente a lo que pudiéramos creer, era correctamente asegurada por las escuelas de escribas; en una sociedad jerarquizada pero muy flexible, el que quería acceder al conocimiento podía hacerlo. Este camino pasaba por la lectura y la escritura de los jeroglíficos; los estudiantes copiaban extractos de «sabiduría» sobre fragmentos de caliza, los ostraca. Cometían faltas, se hacían rectificar por los maestros, se formaban al mismo tiempo el espíritu y la mano.
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