Quim Casas - Clint Eastwood
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- Libro:Clint Eastwood
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2003
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Clint Eastwood: resumen, descripción y anotación
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Clint Eastwood — leer online gratis el libro completo
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C APÍTULO II
E SCORZO B IOGRÁFICO
La mayor parte de los thrillers que Eastwood ha dirigido o interpretado acontecen en San Francisco, que no es la localidad estadounidense más solicitada por el género policíaco: Los Ángeles y Nueva York son las geografías urbanas generalmente utilizadas. Esa fidelidad del cineasta a la ciudad de las calles con forma de montaña rusa le viene de nacimiento. Eastwood vino al mundo en el hospital Saint Francis de San Francisco, el 31 de mayo de 1930. Mala época para nacer si no se hacía en el seno de una familia de posición privilegiada. La depresión económica generada tras el crack bursátil de Wall Street en 1929 se extendía rápidamente por todo el país, creando ese desazonador sentimiento y esa asfixiante atmósfera que el director reflejaría tan bien en su película El aventurero de medianoche.
De haber nacido antes, y a tenor del ascendente sanguíneo de sus padres, Eastwood podría haberse convertido muy bien en uno de los actores de reparto fijos de John Ford. Su padre, Clinton Eastwood, era de origen anglo-escocés, mientras que su madre, Margaret Ruth Runner de soltera, procedía de una familia en la que se mezclaban tumultuosamente irlandeses y holandeses. Sólo tuvieron dos hijos, Clinty Jean, nacida en enero de 1934. No hubo residencia fija para el clan Eastwood en aquellos primeros tiempos, ya que se instalaban allí donde el padre o la madre encontraban trabajo. Años después, el cineasta regresaría al área de San Francisco. Durante buena parte de la Segunda Guerra Mundial, desde que los Estados Unidos entraron en el conflicto, Eastwood vivió con su abuela.
Empezó a trabajar muy joven, como cortador de césped o vendedor de periódicos por la calle. El jazz neoyorquino, y en menor medida el blues, ragtime y country, entró como un ciclón en su vida; a mediados de los cuarenta tocaba el piano e intentaba descifrar el misterio (otro) escondido tras cada nota del saxo de Charlie Parker, desde entonces su músico favorito pese a la fascinación ejercida también por el jazz más sofisticado y melancólico procedente de la Costa Oeste del país, las notas sensuales desperdigadas por Chet Baker, Gerry Mulligan, Shelley Manne y Stan Getz.
El jazz tendrá un papel privilegiado en las columnas sonoras de sus películas, y en su primer film tras la cámara, Escalofrío en la noche, llegará a insertar planos documentales del festival de jazz de Monterey. Nadie debió extrañarse, pese a que hubo quien sí lo hizo, de que en 1988 emprendiera un proyecto cinematográfico en torno a la vida y obra de Charlie Parker; o de que en uno de sus trabajos como actor, el encallecido guardaespaldas de En la línea de fuego, realizada por Wolfgang Petersen en 1993, se permitiera el lujo de acometer algunos pasajes al piano; o de que Lennie Niehaus, excelente saxofonista y arreglista en activo desde la década de los cincuenta, sea su mano derecha en materia musical; o de que haya compuesto los temas principales de varias de sus películas. Pero de todo eso hablaremos más extensamente en el apéndice musical.
Hay en estos años de juventud algo de aventurero —trabajó durante meses bajando troncos por los rápidos— y también de adolescente muy de la época, fascinado por los automóviles, las fiestas con barbacoa —uno de los signos distintivos de la América lounge posterior a la contienda mundial y al alba de la guerra fría— y un cierto culto al cuerpo atlético. Eastwood lo tenía, por supuesto, lo que le sirvió para ganarse la vida con trabajos menos arriesgados y más lucrativos que el descenso de troncos por corrientes fluviales. Siendo monitor de piscina conoció a la que sería su primera esposa, Maggie Johnson. Se casaron el 19 de diciembre de 1953.
Eran otros tiempos, pero la pareja podría resumir muy bien aquel ideal que persiguió y describió Francis Scott Fitzgerald en sus novelas de los años veinte. Jóvenes, apuestos y esbeltos (el instructor de natación y la modelo de revistas de Rodeo Drive), personificaban una visión apastelada y bronceada del gran sueño americano. Se casaron muy jóvenes pero no precipitaron los acontecimientos. Tener descendencia no entraba en sus planes hasta que uno de los dos, o ambos, hubiera asegurado sus entonces balbucientes carreras. Eastwood ha comentado que haber tenido una paternidad tardía le enseñó a ser paciente. El primer hijo de la pareja, Kyle, actor en algunos films de su padre y músico de jazz, nació en 1968, catorce años después de celebrarse aquella boda que Eastwood recordaba como apresurada y algo inconsciente. Alison, también actriz en varias películas paternas, nació cuatro años más tarde. No deja de ser representativo que Kyle viniera al mundo coincidiendo con el éxito de las películas de Leone protagonizadas por su padre y con la formación de Malpaso Company, y que Alison lo hiciera cinco meses después del estreno de la apocalíptica Harry el sucio.
Sin tener que apartarse de Hollywood y sus aledaños, ha sabido vivir al margen del glamour y la publicidad generada por la llamada «meca del cine». Nadie aireó que empezara a mantener relaciones con la actriz Sondra Locke en 1975, ni corrió más tinta de la cuenta cuando se separó de Maggie en 1979 (sellaron el divorcio cinco años después). Ni sus posteriores rupturas sentimentales con Sondra y la también actriz Frances Fisher, con la que tendría su tercera hija, Francesca, o su relación con la periodista radiofónica Dina Ruiz, con la que se casó en 1996 (y de la que tiene otra hija, Morgan Colette), sirvieron para que se hablara de Eastwood por otra cosa que no fuera su obra cinematográfica y, en menor medida, sus escarceos políticos, pese a que Sondra Locke, coprotagonista de casi todas sus películas entre 1976 y 1985, se empeñó en propagar tiranteces conyugales y artísticas y, una vez separados, lo demandó legalmente por haber impedido que progresara su carrera como actriz y directora; es sin duda la página más surrealista en toda la carrera de Eastwood.
La solución perfecta para servirse de las ventajas de Hollywood sin tener que soportar sus inconvenientes tiene un nombre propio en la vida de Eastwood: Carmel. Esta pequeña ciudad situada a cuatro millas de Monterey, a 120 millas al norte de San Francisco y 230 al sur de Los Ángeles, cálida, luminosa, ordenada, cara y tranquila, cerca del Pacífico, de topografía sin desniveles y una frondosa vegetación que oculta su fisonomía a quienes pasan cerca de ella conduciendo por la Highway One, un facsímil en apacible, en definitiva, de las localidades de vallas blancas y céspedes impolutos diseñadas por David Lynch en sus películas, comenzó a ser una especie de obsesión para Eastwood desde que la descubrió en 1951, tres años antes de firmar su primer contrato cinematográfico con la productora Universal: «Me dije a mí mismo: si algún día llego a tener los medios necesarios, será allí donde viviré».
Cumplió su sueño, y Carmel se convirtió en algo más que un tranquilo hogar donde idear nuevos proyectos cinematográficos y mantener, a distancia, el control de la lucrativa Malpaso Productions, además de invertir en otro tipo de negocios sirviéndose de su popularidad, caso de la apertura del bar-restaurante Hog’s Breath Inny de la compra de uno de los edificios históricos de la localidad, Mission Ranch. Eastwood nunca ha escondido sus simpatías por el Partido Republicano, lo que le llevó a votar a Richard Nixon y Ronald Reagan en distintas elecciones presidenciales. Intentó llevar a la práctica su ideal político, no tan prepotente como el de los dos presidentes votados, cuando se presentó a las elecciones para la alcaldía de Carmel. Su campaña debió de ser inmaculada, ya que en abril de 1986, dos meses antes de iniciar el rodaje de su película ideológicamente más incómoda,
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