Ramón Carnicer - Donde las Hurdes se llaman Cabrera
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- Libro:Donde las Hurdes se llaman Cabrera
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1964
- Índice:3 / 5
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Donde las Hurdes se llaman Cabrera: resumen, descripción y anotación
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Una de sus facetas más conocidas de Ramón Carnicer es la de escritor viajero, consecuencia de sus innumerables recorridos por la geografía española, principalmente la leonesa, a la que dedicó algunas de sus mejores páginas. En 1964, publicó el libro de viajes Donde las Hurdes se llaman Cabrera que retrata la pobreza y el atraso de los que fue testigo al visitar esa comarca leonesa. El libro generó una gran polémica porque señalaba como responsables de la situación que vivían los habitantes de la zona al obispado y al Gobierno Civil. Carnicer recibió innumerables presiones para modificar su contenido, aunque finalmente vio la luz tal y como el autor lo había concebido.
Ramón Carnicer
ePub r1.1
Titivillus 05.05.16
Título original: Donde las Hurdes se llaman Cabrera
Ramón Carnicer, 1964
Diseño: Titivillus
Fotografías: Ramón Carnicer
Editor digital: Titivillus
Revisiones: r1.1 en 05-05-16 corrección de varias erratas
ePub base r1.2
A mi hijo Alonso, que estuvo en el Puente
RAMÓN CARNICER (Villafranca del Bierzo, León, 1912, Barcelona, 2007), fue un escritor libre e independiente en el sentido más literal. Fue muy crítico con el poder. También fue un escritor tardío: publicó su primera novela cuando casi alcanzaba los 50 años, pero esa tardanza la compensó con una dedicación prolífica: cultivó la novela, el cuento, los libros de viajes, la biografía y las memorias, además de numerosos ensayos y obras académicas dedicadas al lenguaje.
Él mismo describió su estilo: «Procuro escribir lo mejor posible, hacerlo sin amaneramientos ni exquisiteces, buscando la claridad y la sencillez. Pero ser sencillo resulta muy difícil y ser claro lo es muchísimo más».
Entre sus obras se pueden citar Cuentos de ayer y de hoy, Vida y obra de Pablo Piferrer, Nueva York, nivel de vida, nivel de muerte y Donde las Hurdes se llaman Cabrera.
- Noticia de dos puentes
- Algo de geografía y un poco de historia
- Puente de Domingo Flórez
- De Puente de Domingo Flórez a Pombriego
- Historias de Pombriego
- Benigno el tamborilero y el reloj de la Puerta del Sol
- Santalavilla
- De Santalavilla a Llamas
- Bautizo en Llamas de Cabrera
- Gente de Llamas
- Don Manuel, el cura viejo
- Con don Manuel hacia Odollo
- Escalada imprevista
- Fiesta en Odollo
- La comida
- Recorrido por el pueblo
- A la luz del candil
- Depresión en Odollo
- De Odollo a Castrillo de Cabrera
- Justina
- La casa de Eutiquio
- Cena familiar y epílogo de perros
- ¡Por fin se han ido los romanos!
- Noceda
- Saceda
- De Saceda a Nogar, y diálogo con un médico
- Robledo, Quintanilla y los maestros
- De Quintanilla a La Baña
- La Baña y el lago
- Ceferino
- El indiano y el médico
- Final
En tiempo antiguo y difícil de averiguar pero que imagino perteneciente a la primera Edad Media —a causa de unos nombres visigóticos de tan hirsuto pelaje como puedan serlo los de Liuva o Chindasvinto—, un miembro de la familia Froylaz, descendiente del conde don Fruela, Señor de Valdeorras, construyó un puente sobre el río Cabrera, El libro de donde tomo la noticia califica de famoso a don Fruela, fama de la cual no es lícito dudar, dada la sonoridad del nombre. Con su puente, el diligente vástago del conde, amén de enlazar sus posesiones de manera confortable, facilitó a los habitantes de la Cabrera la entrada y salida hacia Galicia por su acceso natural y el tránsito seguro y en seco sobre el río, mediante pago del pertinente pontazgo.
El puente de este Froylaz o el que sobre sus bases fue edificado más tarde, sigue en pie todavía en sus estructuras laterales. El arco se hundió, pero los carpinteros locales reemplazaron lo caído con un aparejo de vigas y tablones que permiten libre paso a los habitantes de los barrios que hoy en día une.
El puente viejo en Puente de Domingo Flórez
De esta vieja obra y el nombre de Domingo antepuesto al evolucionado patronímico medieval, resultó el Puente de Domingo Flórez, caserío opaco y de escasa monta.
En el siglo pasado, y en el ardor ferroviario que hacia su mitad agitó a nuestros antepasados, se concedió la construcción de la línea que uniría la meseta castellana con Galicia. No tardó en llevarse a cabo, a pesar de las dificultades orográficas. Mirando desde el Puente de Domingo Flórez, se la ve discurrir entre túneles y peñascales al otro lado del Sil, y justamente enfrente se encuentra una estación llamada Quereño, con una población exigua, no obstante el ferrocarril y los años. Si nos atenemos a deducciones lógicas, ha de suponerse que la estación de Quereño obedeció al propósito de proporcionar a la Cabrera comunicación por su entrada occidental, abierta por el río de su nombre. Para ello era preciso construir un puente sobre el Sil, a fin de salvar el único obstáculo en los dos kilómetros escasos que separan ambos pueblos. Pero como el puente, que tendría un extremo en la provincia de Orense y el otro en la de León —por ser el río allí la divisoria—, no llevaba camino de construirse, la iniciativa particular vino a suplirlo con una enorme balsa movida a impulso de largas pértigas, y en la que a la vez que las personas podían pasar carros y caballerías, con el consiguiente pago de barcaje. Esta barca acabó por vincularse, ya en nuestro siglo, a otro hombre que enlaza onomásticamente con el viejo Froylaz, ya que su nombre es también visigodo: Ramiro.
Pero el desarrollo y las exigencias de velocidad que el paso del tiempo comporta, hicieron insuficiente y anacrónica la barca de Ramiro, y así, empezaron a menudear las instancias y viajes a Orense y a León para que se construyera el puente. Inútil. No había sonado aún la hora de tales adelantos. Hasta que un día, llegadas acaso las presiones a su límite, Ramiro pidió permiso para levantar sobre el Sil tres machones que servirían de soporte a un puente colgante. Los machones llenaron de esperanzas —si no fuera la aprensión de su estrechez— a los habitantes de ambas riberas, pero se desvanecieron en elevado porcentaje cuando a los machones fueron amarrados dos cables describiendo muy cóncavas líneas sobre el río, y a los cables, una sucesión de estrechas tablas, con la protección a derecha e izquierda de una sutil tela metálica para los que sintieran vértigo en las alturas inestables.
El «puente colgante» de Ramiro, en Puente de Domingo Flórez
No a todos los mortales les es dado caminar por la cuerda floja de un circo, pero se puede tener muy aproximada idea de tal ejercicio balanceándose por el puente colgante de Ramiro, con la particularidad de que después de pasar dos o tres veces y en la confianza de que los cables y las tablas no se romperán, resulta más atractivo y gimnástico que otro puente cualquiera. Concluida la travesía si se va hacia el tren, o al iniciarla en sentido inverso, hay que acercarse a la caseta en que Ramiro o sus delegados cobran una peseta por cabeza y viaje.
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