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Ricardo García Cárcel - El demonio del Sur

Aquí puedes leer online Ricardo García Cárcel - El demonio del Sur texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2017, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Ricardo García Cárcel El demonio del Sur

El demonio del Sur: resumen, descripción y anotación

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Abreviaturas

ADM

Archivo Duques de Medina Sidonia.

AGOP

Archivo General de la Orden de Predicadores en Roma.

AGS

Archivo General de Simancas.

ASV

Archivio Segreto del Vaticano.

BC

Biblioteca de Cataluña.

BL

British Library.

BNE

Biblioteca Nacional de España.

BR

Biblioteca Real.

BRAH

Biblioteca de la Real Academia de la Historia.

BUB

Biblioteca de la Universidad de Barcelona.

BUV

Biblioteca de la Universidad de Valencia.

HS

Hispanic Society of America.

Agradecimientos

Son muchos los apoyos recibidos, las informaciones suministradas, las sugerencias provechosas que ha recibido el autor de este libro a lo largo de los años de su gestación. De las visitas e inmersiones en archivos y bibliotecas quiero aquí subrayar mi agradecimiento especial a Isabel Aguirre, del Archivo General de Simancas; a Alfonso Esponera y Alejandro López Ribao, que me facilitaron el acceso a los fondos documentales del Archivo del Convento de Dominicos de Santa Sabina de Roma; a Araceli Guillaume, que me hizo fácil la consulta de las fuentes documentales del Archivo de los Duques de Medina Sidonia de Sanlúcar de Barrameda; a Carlos Alberto González, que me facilitó los contactos para conocer la documentación en la Hispanic Society que me interesaban, y a Esperanza Bort, que me aportó información de la Colección Altamira de la Biblioteca Universitaria de Ginebra.

He conversado con infinidad de colegas universitarios en torno a los temas abordados en este libro. Todos me han proporcionado referencias útiles. En especial quiero mencionar aquí a Fernando Bouza, José Martínez Millán y Anna Caballé.

Pero mi deuda principal se centra en mis amigos compañeros de la unidad de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona, Doris Moreno, José Luis Betrán y Bernat Hernández, y los demás componentes del seminario ToleranciaS dispersos en universidades españolas: Manuel Peña, Eliseo Serrano, Ángela Atienza, José Pardo Tomás. Todos ellos para mí tan queridos y con los que he compartido muchas peripecias profesionales y personales.

Y, desde luego, no puedo olvidar a los jóvenes historiadores que me han ayudado con notable paciencia a solucionar los problemas de adecuación formal del texto y diversas cuestiones informáticas planteadas: Eduardo Descalzo, María Aguilera, Iván Jurado y, sobre todo, Alfonso Calderón. También rindo constancia de mi agradecimiento a Lluís Alabrús Iglesias por su traducción nada fácil de la mayoría de los textos del apéndice final y al editor, Raúl García Bravo, le reitero mi reconocimiento por su bien constatada eficiencia profesional, y a la correctora, Inmaculada Fernández Sáez, por la labor extraordinariamente realizada. Y a Rosa, mi mujer, una vez más, por su complicidad en nuestro proyecto común.

Apéndice documental
Guillermo de Orange. Apología

Prinzipia el prínzipe su apolojía esponiendo la nezesidad en que allaba de justificarse: sienta que como estaba seguro en su conzienzia de aber consagrado su bida i su azienda al serbizio de las probinzias de los Países-Bajos, sentía una espezie de satisfaczión en que el bárbaro edicto que el rei de España acababa de publicar contra él le prezisase á dar la mayor publizidad á su zelo por los estados, i á manifestar la sinzeridad de sus sentimientos para con ellos. «Yo tengo motibo para regozijarme de que mis propios enemigos me ayan proporzionado la ocasión de justificarme de las falsas imputaziones de ombres biles i merzenarios. Ase querido amanzillar mi reputazión, empleando en la proscripzión que contra mí acaba de publicarse los más negros i orribles colores. Los tiros que contra mí oi se lanzan no parten de mano de satíricos obscuros que siempre e despreziado, i me e desdeñado siempre de responderles temiendo embilezerme. Mi acusador es un gran rei, un rei poderoso, que quiere atrabesarme el pecho, esperando que dado este funesto golpe á la confedereración, le será más fácil destruirla. A bos, señores, á bos apelo con tanta más confianza, cuanto más perfectamente combenzidos estáis de mis costumbres i de mi carácter. A bosotros que conozéis mis acziones pasadas, i sabéis que jamás me e tomado la libertad de zensurar la conducta de otros ni alabar la mía: á bosotros pregunto si merezco que se me acuse de ingrato, infiel é ipócrita, i si se me aplican con justizia los nombres de Judas i Caín, ni se me califique de rebelde, traidor, perturbador del reposo público, i de enemigo del jénero umano; en fin, á bos i al uniberso toca dezidir si cuando se promete una recompensa en dinero i onores á los que me asesinen, no me debo á mí, i á bosotros que me abéis onrado con una confianza ilimitada, azer pública la iniquidad i mala fe de mi acusador.

[…]

»El primer crimen de que se me acusa es de ingratitud; i en la descripzión que se aze de las grazias que e rezibido del rei i del emperador su padre, se sienta que á este debo la erenzia del último prínzipe de Oranje, i á aquel el onor de aberme creado caballero del toisón de oro, la plaza de consejero de estado, i el gobierno de las probinzias de Olanda, Zelanda, Utrecht i Borgoña.

»Nadie respeta más que yo la memoria del emperador: recuérdanseme con la mayor satisfaczión las señales de bondad i de benebolenzia que le debí; empero la nezesidad á que se me reduze de defender mi reputazión, me obliga á negar formalmente el aber rezibido de aquel soberano los fabores que se pretende: lejos de eso tube en su serbizio muchas pérdidas, i sufrí muchos perjuizios. En cuanto á aber suzecido á mi primo el último prínzipe de Oranje, no lo debo al emperador, i desafío al mundo entero á que lo pruebe: mi derecho era incontestable, i nadie me le ha contestado. Cualquier cosa que el emperador ubiera echo para pribarme en la erenzia, con razón se ubiera llamado injusta i tiránica. Zierto que le está bien á mi acusador el dezir que es un acto de bondad en un soberano el no oprimir ni engañar á sus leales basallos.

»Toda la Europa sabe los importantes serbizios que izo al emperador mi primo el último prínzipe de Oranje, que mandando sus ejérzitos, estendió sus dominios, i murió, por dezirlo así, á sus pies. ¿No se ubiera cubierto el emperador de un oprobio eterno si por un abuso de su poder se hubiera opuesto á la ejecuzión de la última boluntad de un ombre que con tanta fidelidad le abía serbido, i que con sus serbizios le abía proporzionado tantas ventajas? I aun cuando ubiera intentado azer una cosa tan indigna de su carácter, no abría podido pribarme de la mayor parte de la erenzia como que está en Franzia, i solo de aquel monarca dependía yo en cuanto á ella. Mas aun suponiendo que yo tubiese al emperador tantas obligaziones como se suponen, ¿con qué derecho me acusa aora su ijo de aber olbidado tamaños benefizios, el que en desprezio de todas las leyes de la justizia i de la equidad a echo cuanto a podido para pribarme de esta misma erenzia, i azer banas é inútiles todas las bondades de su padre?

»Según él no debe el reconozimiento limitarse á aquel de quien se an rezibido los benefizios, sino que debe sobrebibir al bienechor, i trasmitirse á sus deszendientes; por lo que luego que me opuse al ijo, fuí ingrato al padre. Empero ¿por qué no se aplica á sí mismo esta regla? Compare su conducta á la mía, i dezida quien de él ó yo mereze el nombre de ingrato. El emperador Masimiliano fué el primer prínzipe de la casa de Austria que bino á los Paises-Bajos, i nadie ignora, por poco instruido que esté en la istoria, las obigaziones que aquel emperador tubo al conde Engelbert de Nassau, mi pariente. El fué el que tan poderosamente le ausilió contra el rei Luis XI de Franzia: él fué el que sometió el pueblo de estos países que se abían rebelado contra Masimiliano; i él que le izo restituir la libertad que por zelos le quitaran los flamencos. Inútil es recordar aquí lo que todo el mundo sabe azerca del particular serbizio echo al emperador Carlos V por el conde Enrique de Nassau, mi tío, cuando se trató de elejir entre él i Franzisco, quien abía de ocupar el trono imperial. Mi tío fué el que dezidió á los electores en fabor del padre de mi acusador. Mas: ¿no fué el balor de Renato, prínzipe de Oranje, el que subyugó la Güeldres? ¿No fué al de Filiberto á quien Carlos V debió la posesion de la Lombardía y del reino de Nápoles, i la toma de Roma i del Papa? Pues oi el ijo de ese mismo emperador es el que quiere denigrar la memoria de aquellos grandes ombres, alabando á su padre porque permitió que se iziese justizia á un pariente de ellos. El número de echos que acabo de referir, aunque corto, ¿no me autoriza para asegurar que sin los serbizios echos á su casa por las de Oranje i Nassau no colocara mi acusador en la cabeza de su edicto de proscripzión tantos títulos pomposos?

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