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AGRADECIMIENTOS
La figura de Maximilien Robespierre me ha intrigado desde que, en mi época de estudiante, me preguntaba cómo era posible que en 1793 y 1794 se acabara considerando que quien había formulado los más altos principios de 1789 era la personificación de «el reinado del Terror». ¿Fue un caso trágico de los riesgos que entraña la rigidez ideológica y personal, como se enseñaba en las furibundas dramatizaciones literarias, o se trató más bien de un ejemplo extremo de que tal vez los grandes líderes acaban siendo vilipendiados por aquellos a quienes han servido y salvado? ¿O se trata de algo enteramente distinto?
Todos los historiadores acumulamos deudas con quienes han planteado y respondido las preguntas que más nos interesan. En el caso de Robespierre son legión, puesto que centenares de historiadores han sentido atracción para escribir sobre «el Incorruptible». Pero mis deudas son más inmediatas con aquellos que me han ayudado a acometer mi propia tentativa de narrar esta historia. Juliet Flesch asumió un amplio abanico de tareas de investigación con paciencia, agudeza y notable pericia. Hay colegas y amigos que han obrado con la máxima generosidad y perspicacia al leer la totalidad del manuscrito, concretamente Marisa Linton (Universidad de Kingston), Elizabeth MacKnight (Universidad de Aberdeen), Deborah Mayersen (Universidad de Queensland), John Merriman (Universidad de Yale), mi hermana Hilary McPhee y mi hijo Kit McPhee. Durante todo el proyecto, Charlotte Allen se ha estado preguntando junto a mí cómo unas seductoras pruebas fragmentarias sobre la personalidad y el físico de un individuo podrían explicar la adulación y el odio que despertó. Heather McCallum, Rachael Lonsdale, Candida Brazil y Tami Halliday me brindaron apoyo y conocimientos en nombre de Yale University Press; la corrección de pruebas fue llevada a cabo a la perfección por Richard Mason.
Hay otras personas que me ofrecieron ayuda o consejo específicos: Isobel Brooks, Howard Brown, Peter Campbell, Vincent Cantié, Helen Davies, Glyn Davis, Sophie Freeman, Jeff Horn, Bill Murray, Marcus Robson, Tim Tackett, Lindsay Tanner, Geoffrey Wall y Amanda Whiting.
Me he aprovechado de la ventaja que ha supuesto poder acceder a la excelente colección de materiales de la Biblioteca Baillieu de la Universidad de Melbourne, gran parte de la cual fue adquirida a través del Legado Pitt creado por una antigua profesora de la Revolución Francesa, Kathleen Fitzpatrick. Los servicios prestados por el personal de los Archivos Nacionales de París y de los departamentos, así como de otros depósitos, han acrecentado la buena suerte que he tenido al ser historiador de un país con gran tradición de custodia de documentos. Por desgracia, la reciente adquisición por parte de los Archivos Nacionales de los primeros borradores de algunos discursos de Robespierre se produjo demasiado tarde, en mayo de 2011, como para que pudiera haber accedido a ellos en el momento de redactar esta biografía.
Escribo estas líneas en Collioure, junto a la frontera mediterránea de Francia con España, un enclave del territorio francés que se encuentra casi en el extremo opuesto de Arrás, la ciudad natal de Robespierre. Si Robespierre hubiera visitado alguna vez este pequeño puerto, su francés habría resultado incomprensible para los trabajadores, pescadores y viticultores del lugar. Y a él le habría desconcertado el catalán de sus habitantes. Y, sin embargo, entre 1792 y 1794 los destinos del abogado de Arrás y de los catalanes de Collioure acabarían indisolublemente entrelazados, por lo que los habitantes de Collioure jamás le olvidaron. La Revolución Francesa fue un levantamiento rural y provincial en igual medida que parisino, y su naturaleza e impulso fueron consecuencia de los desafíos y reacciones que plantearon aldeas y ciudades de todo el país. Esa es la razón por la que mi versión de la figura de Maximilien Robespierre comienza en un lugar y un momento concretos de una ciudad de provincias.
ABREVIATURAS
AHR American Historical Review
AHRF Annales historiques de la Révolution française
(Nota: A partir de 1977, AHRF dejó de editarse en
volúmenes y pasó a publicarse por números.)
Annales Annales, Histoire, Sciences Sociales
ARBR Amis de Robespierre pour le Bicentenaire de la Révolution
FH French History
FHS French Historical Studies
JMH Journal of Modern History
MLN Modern Language Notes
P&P Past and Present
INTRODUCCIÓN
«ARCILLA EN MANOS DE LOS BIÓGRAFOS»
El mejor amigo de Maximilien Robespierre fue Antoine-Joseph Buissart, abogado como el propio Robespierre, pero que era más de veinte años mayor que él. A principios de noviembre de 1789, Robespierre remitió a Buissart, en Arrás, su tercera extensa carta de aquel año trascendental; en ella le informaba de la evolución de los acontecimientos de Versalles y París, donde Robespierre era miembro de la revolucionaria Asamblea Nacional. Reconocía que Buissart tenía todo el derecho del mundo a enojarse por la infrecuente correspondencia que le llegaba de «el mejor de tus amigos». Pero el levantamiento revolucionario había sido en extremo absorbente y profundamente satisfactorio. Los logros de los representantes del pueblo habían sido extraordinarios. No obstante, hasta la fecha seguían pareciendo inciertos, dado el tiempo que requeriría concluir la tarea de regenerar la nación: «por favor, os suplico que presentéis mis más afectuosos respetos a la señora Buissart; su compañía y la vuestra serán las principales responsables de que el tiempo que pase en Arrás sea agradable cuando regrese, del mismo modo que fueron lo que provocó mi más punzante pesar cuando abandoné la ciudad. Pero creo que todavía permaneceré aquí varios meses».
Y así fue. Tuvieron que pasar otros dos años para que Robespierre encontrara la oportunidad de regresar a Arrás y gozar del placer de la compañía de Buissart y su esposa Charlotte. Para entonces, Robespierre era una figura de relieve nacional, desmesuradamente popular entre la mayoría de parisinos y a quien todo el mundo apodaba «el Incorruptible». Los «varios meses» que anunciaba a Buissart en 1789 se convirtieron en unos años trascendentales de cambios que afectaron a todas las esferas de la vida pública del país: desde el antiguo sistema feudal hasta los tribunales o la Iglesia católica. En 1791, cumplidos en buena medida los esfuerzos de la Asamblea Nacional, Robespierre logró hacer valer su propuesta de que los integrantes de la Asamblea Nacional no pudieran ser candidatos para su sucesora, la Asamblea Legislativa. Una vez más, Robespierre podía volver a pensar en la vida después de la Revolución. Con motivo de una festividad para la que en octubre y noviembre de 1791 regresó a Arrás y a la provincia de Artois, acudió a la pequeña ciudad cercana de Béthune para pasar allí tres días. La recepción oficial que se le dispensó fue un tanto fría (se le consideraba una especie de alborotador debido al radicalismo intransigente de sus declaraciones), pero la acogida popular fue entusiasta. Con posterioridad, Robespierre escribió a un amigo, quizá de nuevo Buissart, diciéndole que «