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Markus Wolf - El hombre sin rostro

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Markus Wolf El hombre sin rostro

El hombre sin rostro: resumen, descripción y anotación

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Le llamaban el hombre sin rostro Siempre estuvo rodeado de tanto misterio - photo 1

Le llamaban «el hombre sin rostro». Siempre estuvo rodeado de tanto misterio que debieron transcurrir veinte años antes de que los servicios de inteligencia occidentales lograran saber qué aspecto tenía.

Markus Wolf, nacido en Alemania y criado en la Unión Soviética, regresó a su país concluida la Segunda Guerra Mundial, y encontró una nación arrasada y dividida. A lo largo de estas páginas, cuenta su vida y su trabajo como jefe de la HVA (los servicios de inteligencia de la República Democrática Alemana), y revela temas y aspectos cruciales de esa etapa de la historia, entre otros, el compromiso de su país con grupos terroristas; sus andanzas en África, Iberoamérica y Estados Unidos; la verdadera historia de Günter Guillaume, el espía de Alemania Oriental que provocó la caída de Willy Brandt, Canciller de la Alemania Occidental; los inagotables archivos secretos de la Stasi, que sólo él llegó a conocer en profundidad.

Una autobiografía en la que, también, encontraremos persecuciones espectaculares, agentes asesinados, cámaras ocultas, falsos burdeles, códigos secretos, transmisiones radiales nocturnas, falsas identidades, agentes triples y todos los ingredientes propios de las novelas de espionaje más fantásticas…, sólo que, en esta ocasión, la acción es real.

Markus Wolf con Anne McElvoy El hombre sin rostro La autobiografía del gran - photo 2

Markus Wolf con Anne McElvoy

El hombre sin rostro

La autobiografía del gran maestro del espionaje comunista

ePub r1.0

Rob_Cole 30.10.2015

Título original: Spionagechef im geheimen Krieg

Markus Wolf y Anne McElvoy, 1997

Traducción: Aníbal Leal Fernández

Diseño de cubierta: Rob_Cole

Editor digital: Rob_Cole

ePub base r1.2

ANNE MCELVOY Reino Unido 25 de junio 1965 Periodista británica de The - photo 3

ANNE MCELVOY Reino Unido 25 de junio 1965 Periodista británica de The - photo 4

ANNE MCELVOY (Reino Unido, 25 de junio 1965). Periodista británica de The Economist y el London Evening Standard, y locutora de radio.

McElvoy asistió al St Bede’s RC Comprehensive School en Lanchester y estudió Alemán y Filosofía Wadham College, Oxford. Asistió un año a clases en la Universidad Humboldt de Berlín (Berlín Este), cursando estudios de literatura de Alemania Oriental y de censura.

Se unió a The Times en 1988 como licenciada en prácticas, cubriendo la disolución de la Europa del Este. En 1995 se convirtió en editora adjunta de The Spectator, además de ser columnista en su publicación hermana, The Daily Telegraph. En 1997 se convirtió en editora asociada de The Independent. En 2002 se trasladó al Evening Standard como Editora Ejecutiva, cargo que ocupó hasta 2009. En 2009 se unió a The Economist.

En 1992 publicó The Saddled Cow: East Germany’s Life & Legacy. En 1997 publicó El hombre sin rostro: la autobiografía del gran maestro del espionaje comunista, Markus Wolf y en 1998, Memoirs of a Spymaster: The Man Who Waged a Secret War Against the West. Desde 2009 ha sido presentadora del programa de debate Night Waves, emitido por la BBC Radio 3.

Notas

[1] Por lo que sé, el término Stasi se popularizó después de los acontecimientos de 1989. Incluso los medios de comunicación y propaganda occidentales habían utilizado principalmente el SSD para estimular la identificación con el pasado nazi. Los alemanes orientales utilizaban nombres como Firm o KONSUM (Coop), etcétera. Yo emplearé el término Stasi para comodidad de mis lectores. Incluso la mayoría de mis ex empleados ha dejado de tener dificultades con el término.

[2]Heimat, en alemán, tierra natal.

[3] Espacio vital.

[4] SED : Sozialistische Einheitspartei Deutschlands, Partido Socialista Unificado de Alemania.

[5] Rango equivalente al de Teniente.

[6] RIAS : Rundfunk im amerikanischen Sektor, Servicio de Radiodifusión del Sector Americano.

[7] En alemán, golpe de Estado.

[8] En 1989 y como fiel reflejo de la crisis del sistema socialista, Mielke fue protagonista de un incidente divulgado por la propia televisión de la RDA . Durante una sesión de la Volkskammer (Parlamento) se dirigió a sus miembros llamándoles «Camaradas», lo que provocó la airada protesta de varios parlamentarios no afiliados al Partido Comunista ( SED ), quienes en voz alta preguntaron Mielke por qué les calificaba como tales; un sorprendido Mielke balbuceó diciendo que esa expresión no era más que una simple formalidad, aunque —aclaró— él mismo les quería con todo su corazón, tal y como también quería a todos los alemanes («¡Ich liebe doch alle Menschen!»), provocando las burlonas risas del auditorio.

[9] En alemán, autopista.

[10]Freie Demokratische Partei, Partido Liberal alemán.

[11] Wienand fue sentenciado a dos años y medio de cárcel y se le ordenó pagar una multa de un millón de marcos.

[12] Sobre el tema de Wismut, mi hermano Koni rodó una de sus mejores películas, titulada Sonnensucher (Los buscadores del sol) que describía el mundo de la minería del uranio tal como era durante los primeros años; una suerte de Salvaje Este, de aventureros, criminales y soldados desmovilizados ansiosos por amasar rápidamente una fortuna bajo los ojos vigilantes de los informantes y el mando militar. La película estaba destinada por Koni a ser el primer intento cinematográfico sincero que tocara el tema de la presencia soviética en Alemania Oriental, y el trauma que acompañaba a dos nacionalidades que habían sido enconadas enemigas y que trataban de reconciliarse. Los carteles que anunciaban la película fueron distribuidos en Berlín Oriental en 1956, y todos nos preparábamos para el estreno, cuando Walter Ulbricht se sintió dominado por el pánico después que el embajador soviético Piotr Abrassimov desaprobó cualquier discusión acerca de los proyectos uraníferos. Tropas del regimiento de guardias Félix Dzerzhinski, es decir, soldados del Ministerio de Seguridad del Estado, fueron enviadas en las sombras de la noche a retirar los carteles, y la película se archivó durante diez años más.

[13] Después de permanecer cinco años en una prisión francesa, en un nuevo juicio, Dobbertin fue absuelto del cargo de espionaje. Dobbertin nunca negó que hubiera trasmitido información, pero afirmó que era parte del «desarrollo científico dedicado a sus colegas de la República Democrática Alemana».

[14] Muchos años después, durante mi detención en Karlsruhe, me vigiló el mismo funcionario que había permitido la fuga de Fülle esa noche de enero. «Herr Wolf, no intente nada parecido con nosotros» —bromeó—. De todos modos, a mi edad no habría tenido muchas posibilidades.

[15] Mi última reunión con Andropov, en 1982, fue más sobria. Yo había viajado en avión a Moscú para participar en una reunión de jefes de los servicios de inteligencia exterior del bloque oriental. Pero cuando llegué, me informaron de que una grave enfermedad impedía que Andropov participase de la reunión. Fue la primera vez que me enteré del deterioro de su salud. Me llevaron a verlo a la exclusiva clínica del Kremlin en Kunzevo, un distrito muy vigilado de la ciudad donde Stalin antaño tenía su residencia de verano. El lugar protegido en que estaba la clínica lo separaba de las miradas del público. En su interior, Andropov disponía de un apartamento entero para sí mismo, y su dormitorio y las habitaciones destinadas al tratamiento estaban separados por un corredor muy iluminado, y provisto de una serie de cámaras de seguridad. Enfrente estaban su estudio y una habitación destinada a recibir a los visitantes. Se lo veía pálido y demacrado. Esperé afuera con Vladimir Kriuchkov, delegado de Andropov, mientras el propio Andropov hablaba en privado con Mielke. Nadie había mencionado el carácter de su enfermedad, ni su gravedad. Toda sugerencia acerca de la naturaleza sin duda mortal de la enfermedad del secretario general era tabú. Después de algunos minutos que pasaron signados por el silencio, Kriuchkov me preguntó si yo podía recomendar un urólogo alemán competente, y se apresuró a agregar que el carácter de la dolencia del jefe por supuesto debía mantenerse en el más absoluto secreto.

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