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Martin Luther King - Tengo un sueño y otros textos

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Martin Luther King Tengo un sueño y otros textos
  • Libro:
    Tengo un sueño y otros textos
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2014
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Frente a miles de personas el 28 de agosto de 1963 desde las escaleras del - photo 1

Frente a miles de personas, el 28 de agosto de 1963, desde las escaleras del monumento a Lincoln, en Washington, al finalizar una histórica manifestación por el trabajo y la libertad, Martin Luther King pronunció uno de los discursos políticos más emblemáticos en pro de los derechos civiles que lleva por título I have a dream («Tengo un sueño»), contribuyendo de un modo significativo a cambiar la perspectiva sobre el racismo.

La intensidad de las palabras de Luther King, presente también en otros textos incluidos en esta edición (Carta desde la cárcel de Birmingham y Peregrinación a la no-violencia), tocan las fibras internas de una lucha exitosa, que se valió de la no-violencia como su método principal de acción. Al leerlo, la emoción invadirá al lector porque sus ideas transforman la realidad que tocan y la conducen hacia el horizonte de la justicia, ese horizonte tan anhelado en la actualidad.

Martin Luther King Tengo un sueño y otros textos ePub r10 Titivillus 180516 - photo 2

Martin Luther King

Tengo un sueño y otros textos

ePub r1.0

Titivillus 18.05.16

Título original: Tengo un sueño y otros textos

Martin Luther King, 2014

Traducción: Jesús Benito Sánchez

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

MARTIN LUTHER KING JR Atlanta 1929 - Memphis 1968 fue un pastor baptista - photo 3

MARTIN LUTHER KING JR Atlanta 1929 - Memphis 1968 fue un pastor baptista - photo 4

MARTIN LUTHER KING JR. (Atlanta, 1929 - Memphis, 1968) fue un pastor baptista estadounidense, defensor de los derechos civiles. La larga lucha de los norteamericanos de raza negra por alcanzar la plenitud de derechos conoció desde 1955 una aceleración en cuyo liderazgo iba a destacar muy pronto el joven pastor Martin Luther King. Su acción no violenta, inspirada en el ejemplo de Gandhi y en la teoría de la desobediencia civil de Henry David Thoreau, movilizó a una porción creciente de la comunidad afroamericana hasta culminar en el verano de 1963 en la histórica marcha sobre Washington, que congregó a 250.000 manifestantes.

Allí, al pie del Lincoln Memorial, Martin Luther King pronunció el más célebre y conmovedor de sus espléndidos discursos, conocido por la fórmula que encabezaba la visión de un mundo justo: I have a dream (Tengo un sueño). Pese a las detenciones y agresiones policiales o racistas, el movimiento por la igualdad civil fue arrancando sentencias judiciales y decisiones legislativas contra la segregación racial, y obtuvo el aval del premio Nobel de la Paz concedido a King en 1964. Lamentablemente, un destino funesto parece arrastrar a los apóstoles de la no violencia: al igual que su maestro Gandhi, Martin Luther King cayó asesinado cuatro años después.

Notas

[1] Michelle Alexander, The New Jim Crow, Mass Incarceration in the Age of Colorblindness, The New Press, New York, 2010.

[2]Ibid., p. 15.

[3] Nils Christie, «El umbral del dolor», en Letras libres, marzo 2013, pp. 10-16.

[4] Michelle Alexander op. cit., p. 16.

[5]Ibid., p. 13.

[6] Ésta fue la primera acción de resistencia civil encabezada por Martin Luther King en el año de 1955.

[7] Grace Lee Boggs, The Next American Revolution: Sustainable Activism for the Twenty-First Century, University of California Press, 2011, p. 90.

[8] Michelle Alexander, op. cit., p. 15

[9]Boston Tea Party, concentración de ciudadanos de Boston, el 16 de diciembre de 1773, para proteger las decisiones contrarias a la importación adoptadas por la colonia, quienes echaron por la borda el cargamento de té que se hallaba en tres buques ingleses recién llegados.

Tengo un sueño

ESTOY ORGULLOSO DE reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.

Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclamación de emancipación. Este trascendental decreto fue como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.

Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de «fondos insuficientes». Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.

También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Éste no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.

Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.

1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse para sentirse contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inherentemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.

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