Marco Polo - Viajes por la tierra de Kublai Khan
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- Libro:Viajes por la tierra de Kublai Khan
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- Editor:ePubLibre
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- Año:1324
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Viajes por la tierra de Kublai Khan: resumen, descripción y anotación
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Título original: Le divisament dou monde, Il Milione, Viajes (Extractos)
Marco Polo, 1324
Traducción: Juan Barja de Quiroga
Editor digital: Un_Tal_Lucas
ePub base r1.2
Donde trata de los Khanes que reinaron tras la muerte de Gengis Khan
Habéis de saber que después de Gengis Khan fue Kui Khan quien ostentó la Señoría; y Batú Khan fue el tercer Señor; Oktai Khan, el cuarto; Mongú Khan, el quinto, y Kublai Khan, el sexto; este último fue más grande y poderoso que ninguno de los anteriores. Y ni siquiera los otros cinco juntos hubieran podido reunir tanto poder como Kublai, pues éste ha heredado cuanto los otros tenían, y mucho más le añadió, habiendo permanecido más de sesenta años en el trono. Por eso puedo asegurar que todos los emperadores y reyes del mundo reunidos, tanto cristianos como sarracenos, no podrían igualarle en poderío, pues Kublai Khan en todo los supera, siendo Señor de todos los tártaros del mundo, de los de Levante y de los de Poniente, todos son súbditos y servidores suyos. Por lo demás, la palabra Khan quiere decir en nuestro idioma emperador. Y todo a lo largo de este libro iréis viendo con perfecta claridad su enorme y gigantesco poder.
Tienen allí la siguiente costumbre: que todos los emperadores de los tártaros, descendientes en línea directa de Gengis Khan, una vez muertos son conducidos a enterrar hasta una gran montaña llamada Altai. Hacen esto aunque su muerte se produzca a más de cien jornadas de distancia; pues está dispuesto que sólo puedan ser enterrados en aquel lugar. Sabed también que cuando los cuerpos de estos emperadores son transportados hasta la montaña, aunque se encuentren a cuarenta o más días de distancia, quienes los llevan van dando muerte con su espada a todo aquel que se cruza en su camino. Y matándolos dicen: «Así serviréis en el otro mundo al Gran Señor». Y lo creen firmemente; hacen lo mismo con los caballos que encuentran, así calculan cuántos tiene el Señor en el más allá, pues a su muerte matan para él los mejores caballos, camellos y mulas que tenía. De este modo, cuando falleció Mongú, el quinto Khan, mataron a más de veinte mil personas a lo largo de la ruta, según se iban cruzando con el cuerpo que llevaban a enterrar.
Ya que hemos comenzado a hablar de los tártaros, añadiré que suelen criar muchos rebaños de vacas, ovejas y caballos; y que nunca los mantienen en el mismo lugar, sino que en invierno se dirigen hacia las llanuras y sitios cálidos, donde pueden encontrar ricos herbazales y buenos pastos para su ganado; en cambio, en el verano, se van a vivir a los lugares fríos, a unas montañas y valles en los que encuentran agua, madera y buenos pastos para sus animales; como viven en lugares de baja temperatura, tanto ellos como sus rebaños, se ven libres de moscas, mosquitos y otros insectos; avanzan así durante dos o tres meses, subiendo siempre hacia los lugares más elevados y siguiendo la ruta de los pastos, pues si se quedaran siempre en el mismo lugar no tendrían hierba suficiente para la gran multitud de sus rebaños. Viven en pequeñas casas con forma de tienda, redondas y construidas con largas varas, recubiertas de pieles; llevan estas tiendas consigo cuando se desplazan, en carros de cuatro ruedas. Y colocan con tan buen orden las largas varas que digo, que, reunidas en un haz, pueden transportarlas con facilidad a donde les plazca. Y siempre que extienden y enderezan sus viviendas, colocan la puerta en dirección a Mediodía. Tienen también otras magníficas carretas, de dos ruedas, cubiertas de fieltro negro, tan bueno y bien dispuesto que aunque llueva durante todo un día el agua no puede mojar nada de cuanto va en su interior. Usan como animales de tiro bueyes o camellos. Y en el interior de estas carretas llevan a sus mujeres, y a sus hijos, y todos cuantos víveres e instrumentos necesitan. Así van donde quieren, llevando siempre consigo su propia casa.
Las mujeres tártaras compran, venden y hacen todo cuanto precisan su familia y su marido. No son una carga, pues obtienen grandes beneficios con su trabajo. Son además muy previsoras en cuanto concierne a su familia y muy cuidadosas preparando las comidas; realizan todas las labores domésticas con gran diligencia. Sus maridos dejan la casa enteramente a su cuidado y no se ocupan sino de la caza, de la guerra y de la cetrería; pues, igual que los Señores de nuestra tierra, son muy amantes de los halcones y azores, y toman de ellos gran placer. Son los suyos los mejores halcones del mundo, igual que sus perros. Se alimentan de caza, leche y carne; y comen también unos animalitos semejantes a los conejos, de los que en nuestra tierra llaman ratas del faraón, que son allí muy abundantes y viven bajo tierra. Comen también carne de caballo, de perro, de yegua y de camello, y beben la leche de sus camellas y burras. Toman, en general, todo tipo de carnes.
Por nada del mundo cortejarían a las mujeres ajenas, pues lo tienen por algo extraordinariamente malvado y deshonroso. La fidelidad de los maridos para con sus esposas es extraordinaria, y sus mujeres son tan virtuosas que aunque sean diez o veinte, reina entre ellas una paz y una unión inestimables, sin maltratarse jamás, ni siquiera de palabra; todas se preocupan mucho, como dije, por sus propios negocios, apasionándose por vender, comprar y ocuparse de todo lo que les corresponde: de la vida de la casa y del cuidado de la familia y de sus hijos; suelen tener mucha descendencia.
Éstas son, a mi juicio, las mujeres más admirables del mundo por sus virtudes y se hacen dignas de las mayores alabanzas por su castidad, ya que sus maridos pueden tomar tantas esposas como quieran, lo que ha de asombrar enormemente a las mujeres cristianas de nuestros países, pues cuando un hombre no tiene sino una sola mujer debería reinar en ese matrimonio una fidelidad y castidad extremas, so pena de profanar tan noble sacramento. Por esto me parece indignante ver la infidelidad de las mujeres cristianas comparadas con aquéllas, que siendo hasta un centenar de esposas para un solo hombre se mantienen siempre virtuosas y guardan su honor para gran vergüenza de todas las demás mujeres del mundo. En verdad que aquellas mujeres son las más castas del mundo, las más leales y las mejores para con sus maridos.
Los matrimonios se celebran de la siguiente forma: cada uno puede tomar tantas mujeres como le plazca, hasta cien mujeres, si puede mantenerlas. Los hombres conceden a su mujer y a su suegra una pensión cuando se casan, mientras que la mujer nada entrega al marido. Y siempre consideran a la primera de sus esposas como la más respetable y la mejor de todas; y la misma consideración tienen por los hijos de ésta. Tienen muchos más hijos que los demás hombres, a causa de la gran cantidad de esposas, y es admirable ver cuántos hijos puede llegar a tener un solo hombre; es decir, uno de aquellos que puede mantener muchas mujeres. Se casan también con sus primas y cuando uno muere, el hijo mayor toma por esposas a todas las mujeres de su padre, excepto a su madre y sus hermanas. Igualmente toma por esposa un hermano a la mujer de su hermano muerto. Y al casarse hacen grandes bodas, con mucha fiesta y gran número de invitados.
Donde trata del dios de los tártaros y de su fe
Ésta es su ley: dicen que existe un Dios celeste, grande y sublime, al que diariamente, honrándolo con incienso, no piden sino salud y buen juicio en todas las cosas. Y tienen otro dios, llamado Natigai, dios terrenal, que cuida de sus mujeres, de sus hijos, de sus animales y de sus cosechas. También a éste le dedican grandes honores y devoción, manteniendo su imagen en el lugar preferente de la casa. Este dios está confeccionado de trapo y fieltro; y como creen que tiene mujer e hijos hacen una imagen femenina, también de trapo, y dicen que es la esposa del dios; y haciendo otras imágenes, más pequeñas aún, dicen que son sus hijos. Colocan la mujer a la izquierda del dios y ante ellos los hijos, haciendo reverencia a la pareja; estas imágenes van muy decentemente cubiertas, y a todas las colman de honores y atenciones. Antes de la comida o de la cena toman grasa de la carne, y con ella ungen la boca del dios, de su mujer y de sus hijos; y después, con agua hirviendo, les lavan la boca; en honor de los restantes espíritus arrojan el agua ante la puerta de la casa o de la habitación donde está el dios. Y en cuanto han hecho esto, considerando que el dios y su familia ya han tenido su parte, comen y beben cuanto les place.
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