Juan Carlos Frugone - Rafael Azcona
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- Libro:Rafael Azcona
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- Editor:ePubLibre
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- Año:1987
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Rafael Azcona, escritor y notable humorista de la revista La Codorniz, llegó al mundo del celuloide a través de la adaptación de sus novelas como “El pisito”. Desde entonces su labor como guionista ha dejado una “marca de fábrica” que se ha ido trasluciendo en obras de directores como Berlanga o Saura, entre otros.
Juan Carlos Frugone
Atrapados por la vida
ePub r1.0
Titivilus 26.02.15
Título original: Rafael Azcona: atrapados por la vida
Juan Carlos Frugone, 1987
Editor digital: Titivilus
ePub base r1.2
JUAN CARLOS FRUGONE (Buenos Aires, 15 de enero de 1938 - 7 de julio de 2009, Madrid). Como hombre de cine fue polifacético: crítico, escritor, guionista, traductor, asesor, director de festivales... , organizó los cineclubes de diversas universidades, como el de la Facultad de Filosofía y Letras en la que había estudiado, colaboró en publicaciones cinematográficas y fue el crítico oficial del diario Clarín, desde 1967 hasta su llegada a España en 1976, durante los años negros de la dictadura militar argentina.
Obtuvo la doble nacionalidad y comenzó su andadura española por diversas publicaciones, Fotogramas, Cambio 16, Cartelera Turia, El Socialista, entre ellas; asesoró el programa De película para TVE, revisó guiones ajenos y fue traductor de subtítulos hasta que Fernando Lara le ofreció el cargo de director adjunto de la Semana de Cine de Valladolid, tema éste para el que Frugone tenía tablas, tras haber colaborado con los festivales de Mar del Plata, Oxford, Huelva, Venecia, Taormina y Chicago...
Intervino, pues, en la época dorada del festival vallisoletano, para el que publicó varios libros: Mario Camus, oficio de gente humilde;Stanley Donen... y no fueron tan felices, y Rafael Azcona, atrapados por la vida.
Abandonó su cargo en dicho festival tras ocho años de trabajo (1984-1992), sin imaginar que en 2005 sería nombrado director del mismo en sustitución de Fernando Lara, función de la que dimitió tras ejercerla durante dos años.
Entretanto, Frugone había traducido al castellano libros sobre Almodóvar, Billy Wilder, Mitchell Leisen, Bukowski, y sobre todo la biografía de David Robinson Charles Chaplin, his life and art (1993) que, al decir de su hija Geraldine, es el mejor libro escrito nunca sobre la figura de Charlot. Aún está a la espera de editor español.
Los dos años como director de la Seminci fueron duros para Frugone. El festival había perdido con el tiempo parte de su enorme prestigio, y la prensa no le fue afín. Él se quejó públicamente y en repetidas ocasiones de las rígidas condiciones en que debía realizar su trabajo, así como de las presiones que sufría por parte de algunos funcionarios de la política. Su humor, siempre de tintas tenues, un poco peculiar, sufrió entonces un duro revés. Sin embargo, no abandonó por ello su noble aspecto de caballero inglés, su cordialidad con la gente cercana, ni sus ganas de seguir trabajando en relación con el mundo del cine, al que dedicó la vida.
[1] Esta «Autobiografía pequeñita» aparece como prólogo al libro Cuando el toro se llama Felipe. (Ed. Tetuán, 1954).
Rafael Azcona no sabe nada de cine. Porque ¿quién que sepa de cine puede negar su aporte indudable a muchas de las obras maestras del cine español e italiano de los últimos treinta años? Él lo niega.
Todos sabemos que el cine es obra de un director, de la persona cuyo nombre figura a continuación de ese cartel que señala «un film de». Pero no deja de ser curioso que el común denominador de películas como El cochecito, El pisito, Plácido, El verdugo, Ana y los lobos, El jardín de las delicias, La prima Angélica, Break-up, La gran comilona, Tamaño natural, La escopeta nacional, El anacoreta, La corte de faraón y muchísimas más de la misma envergadura, sea el nombre y el apellido de Rafael Azcona.
Rafael Azcona, que antes de ser guionista, fue un humorista y un escritor por derecho propio. Hace más de 30 años, en la revista La Codorniz con personajes como el Repelente Niño Vicente y luego en libros como Los muertos no se tocan, nene o Los ilusos, un escritor que dejó una «marca de fábrica» que se iría transmitiendo y trasluciendo en obras de directores diversos, cada uno de ellos con su propia «marca de fábrica», pero recogiendo lo que se daba en común entre las diferentes personalidades.
Porque lo quiera Azcona o no, hay en todos esos títulos (y no intentamos negar que en unos con mayor felicidad que en otros), una poética común, una indagación parecida, una serie de personajes similares, que son la prolongación de Rafael de Cuando el toro se llama Felipe o de los deudos de Los muertos no se tocan, nene o de los poetas vencidos por la vida de Los ilusos. Gente que sueña, gente que se mueve en un mundo hostil, gente que cumple con destinos que les ha impuesto su mera condición de seres humanos. Y muchas veces reaparece la concepción coral (en Berlanga), o la pareja imposible (en Ferreri) o la mujer como principio de la destrucción del hombre (Saura). Y un sentido del humor, ácido, casi perverso. Y una rigurosa construcción del caos. Y un dolor eterno, punzante, por la soledad del hombre que simplemente se resigna a dejarse atrapar por la vida.
Rafael Azcona es un «autor» escriba donde escriba. En las viñetas que él mismo dibujaba para su Repelente Niño Vicente, en las novelas o en esos guiones que otros «ponen en imágenes», pero que están nacidas desde un punto de vista en el que Azcona, se mezcle con quien se mezcle, se alíe con quien se alíe, parta de una idea suya o adapte una novela ajena, está presente desde un mundo propio y peculiar.
La figura del guionista no suele ser valorada. Mucho menos destacada. Pero como uno más de los interrogantes que nos planteamos en estas líneas, habría que agregar: entonces ¿por qué tanta gente sabe de la existencia de Rafael Azcona? ¿Por qué, aunque Rafael sea una persona super-privada que nunca concede entrevistas, ni va a los estrenos, ni se muestra en público, la gente le conoce y le admira? No son, obviamente, sólo sus dotes de profesional, un «obseso, un maníaco de la construcción» como declaró alguna vez Saura, ni un sentido del humor efectivísimo, lo que hacen que exista una admiración por Azcona. Es algo más, es el reconocimiento de un mundo, un «estilo», en el que todos podemos identificarnos un poco, en el que todos podemos reconocer a nuestros semejantes, en el que todos encontramos un poco del desprecio y la piedad que nos inspira el mundo. Pero Rafael lo niega. No reconoce su aporte a las películas que le han hecho famoso y sólo se califica de escriba automático, al que le dan cuatro personajes y él les permite hablar y actuar. Según él, las películas que llevan su firma, son de los directores solamente. Es que Rafael, no sabe nada de cine.
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