• Quejarse

Joseph Campbell - Mitología oriental

Aquí puedes leer online Joseph Campbell - Mitología oriental texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1962, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Joseph Campbell Mitología oriental
  • Libro:
    Mitología oriental
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1962
  • Índice:
    3 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 60
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Mitología oriental: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Mitología oriental" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Joseph Campbell: otros libros del autor


¿Quién escribió Mitología oriental? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Mitología oriental — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Mitología oriental " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

PRIMERA PARTE

LA SEPARACIÓN DE ORIENTE Y OCCIDENTE

CAPÍTULO 1

LAS SIGNATURAS DE LOS CUATRO GRANDES DOMINIOS
I. El diálogo en mito de Oriente y Occidente

El mito del eterno retorno, que sigue siendo básico en la vida oriental, presenta un orden de formas fijas que aparecen y reaparecen en todas las épocas. El periplo diario del sol, la luna creciente y menguante, el ciclo anual y el ritmo orgánico de nacimiento, muerte y nuevo nacimiento representan un milagro de surgir continuo que es fundamental para la naturaleza del universo. Todos conocemos el mito arcaico de las cuatro edades de oro, plata, bronce y hierro, según el cual el mundo sufre un continuo declive hasta desintegrarse en el caos para surgir de nuevo, fresco como una flor, y recomenzar espontáneamente su inevitable curso. Nunca hubo un tiempo en el que el tiempo no existiera. Tampoco habrá un tiempo en que cese este juego caleidoscópico de la eternidad en el tiempo.

Ni el universo ni el hombre, por tanto, ganan nada con la originalidad y el esfuerzo individual. Los que se identifiquen con el cuerpo mortal y sus inclinaciones descubrirán necesariamente que todo es doloroso, pues —para ellos— todo debe acabar. Pero para los que han encontrado el punto fijo de la eternidad, alrededor del cual todo gira —incluidos ellos mismos—, las cosas son aceptables tal como son; de hecho, incluso es posible experimentarlas como gloriosas y maravillosas. En consecuencia, el primer deber del individuo simplemente es desempeñar su papel prefijado —como hacen el sol y la luna, las especies animales y vegetales, las aguas, las rocas y las estrellas— sin resistencia, sin errores; y después, si es posible, organizar su mente de tal forma que identifique su conciencia con el principio que habita en todas las cosas.

El hechizo de esta tradición contemplativa, orientada metafísicamente, donde la luz y la oscuridad danzan en un juego de sombras cósmicas creadoras de mundos, trae hasta los tiempos modernos una imagen de edad incalculable. En su forma primitiva es ampliamente conocida en las aldeas de la selva de la zona ecuatorial, que se extiende desde África hacia el este, a través de la India, el sureste de Asia y Oceanía hasta Brasil, donde el mito básico nos refiere una edad nebulosa original, en la que no había nacimiento ni muerte, que terminó cuando se cometió un asesinato. El cuerpo de la víctima fue cortado en trozos y enterrado. De las partes enterradas no sólo surgieron las plantas que sirven de alimento a la comunidad, sino que aparecieron los órganos de reproducción en todos los que tomaron su fruta; de esta forma, la muerte, que había llegado al mundo con un asesinato, se contrarrestaba con su opuesto, la generación, y la vida —ese algo que se autoconsume y alimenta de vida— inició su curso interminable.

En las verdes y oscuras junglas del mundo abundan no sólo sangrientas escenas de caza de animales, sino también terribles ritos de comunión caníbal que representan dramáticamente —con la fuerza de una convulsión iniciadora— la escena del primer asesinato, acto sexual y banquete, cuando la vida y la muerte, que habían sido una, se separaron, y los sexos, que habían sido uno, se hicieron dos. Las criaturas empiezan a existir, viven de la muerte de otras, mueren y se convierten en el alimento de otras, perpetuando así a través de las transformaciones del tiempo el arquetipo inmemorial del principio mitológico; y el individuo no es más importante que una hoja caída. Psicológicamente, el efecto de ese rito es desviar la atención de la mente de lo individual (perecedero) y centrarla en el grupo eterno. Mágicamente, es reforzar en todas las vidas la vida eterna, que parece ser múltiple, pero en realidad es una, para estimular el crecimiento de las batatas, los cocos, los cerdos, la luna y el árbol del pan, así como de la comunidad humana.

En La rama dorada, Sir James G. Frazer ha mostrado que en las primeras ciudades-estado nucleares del Oriente Próximo, de donde proceden todas las civilizaciones superiores del mundo, se sacrificaba a reyes-dioses como en este rito de la jungla y que por los canales labrados en los templos de la terrible diosa negra Kali, a la que se designa, entre muchas otras maneras, como «a la que es difícil aproximarse» (durgā), cuyo estómago es un vacío que nunca se llena y de cuyo vientre nacen eternamente todas las cosas, durante milenios no ha dejado de correr un río de sangre de las víctimas decapitadas para devolverla, todavía viva, a su fuente divina.

Actualmente se siguen sacrificando seiscientas o setecientas cabras durante tres días en el Kalighat, el principal templo de la diosa en Calcuta, durante su fiesta de otoño, el Durga Puja. Las cabezas se apilan ante la imagen y los cuerpos son consumidos por los devotos en comunión contemplativa. Asimismo, innumerables carabaos, ovejas, cerdos y aves son inmolados en su honor y, antes de la prohibición de los sacrificios humanos en 1835, recibía de cada región del país incluso más ricas ofrendas. En el impresionante templo de Tanjore dedicado a Shiva, un niño era decapitado ante el altar de la diosa cada viernes a la hora sagrada del crepúsculo. En el año 1830, un insignificante monarca de Bastar, para obtener sus dones, le ofreció veinticuatro hombres en su altar de Danteshvari y, en el siglo XVI, un rey de Cooch Behar inmoló a ciento cincuenta en ese lugar.

En las montañas de Jaintia en Assam, cierta dinastía real ofrecía cada año una víctima humana en el Durja Puja. Tras lavar y purificar a la víctima, se la vestía con nuevas ropas, se la untaba de sándalo rojo y bermellón y se la adornaba con guirnaldas. Entonces se la colocaba en una plataforma elevada ante la imagen, donde pasaba algún tiempo en meditación repitiendo sonidos sagrados y, cuando estaba preparada, hacía una señal con el dedo. El ejecutor, tras elevar la espada y también pronunciando sílabas sagradas, le cortaba la cabeza, que inmediatamente era presentada a la diosa en una bandeja de oro. Los pulmones eran cocinados y comidos por yoguis, y la familia real participaba con una pequeña cantidad de arroz empapado en sangre de la víctima. Para este sacrificio normalmente se ofrecían voluntarios, pero cuando faltaban víctimas, se las raptaba en otro estado. En 1832 desaparecieron cuatro hombres de la colonia británica, uno de los cuales pudo escapar y contó la historia; al año siguiente el reino fue anexionado, sin esa costumbre.

«Mediante un sacrificio humano con los ritos adecuados, la diosa queda gratificada durante mil años —leemos en el Kalika Purana, un texto hindú del siglo X d.C. aproximadamente— y mediante el sacrificio de tres hombres, cien mil. Shiva, en su aspecto terrible de esposo de la diosa, queda aplacado durante tres mil años con una ofrenda de carne humana. Pues la sangre, consagrada inmediatamente, se convierte en ambrosía, y como la cabeza y el cuerpo son sumamente gratificantes, deben ser presentados en el culto a la diosa. Los prudentes harán bien en añadir carne, sin pelo, a sus ofrendas de alimentos.»

En el jardín de la inocencia, donde es posible practicar tales ritos con perfecta ecuanimidad, tanto la víctima como el sacerdote del sacrificio pueden identificar su conciencia y, con ella, su realidad, con el principio presente en todas las cosas. Pueden decir y sentir verdaderamente que, en palabras del Bhagavad Gita, «como se abandonan las ropas gastadas y se ponen otras que son nuevas, así abandona los cuerpos gastados el que los habita y se pone otros que son nuevos».

No obstante, para Occidente desapareció hace mucho tiempo la posibilidad de tal retorno impersonal a la condición del espíritu anterior al nacimiento de la individualidad, y es posible que la primera fase importante de la separación tuviera lugar precisamente en esa parte del Oriente Próximo nuclear donde los antiguos reyes-dioses y sus séquitos habían sido sepultados ritualmente durante siglos, es decir, en Sumer, donde un nueva percepción de la separación de las esferas divina y humana empezó a ser representada en los mitos y los rituales alrededor del 2350 a.C. El rey ya no era dios, sino un sirviente del dios, su Colono, supervisor de los esclavos de raza humana creados para servir a los dioses con su continuo trabajo. El gran problema mitológico pasó de la relación a la identidad. El hombre había sido creado no para

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Mitología oriental»

Mira libros similares a Mitología oriental. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Mitología oriental»

Discusión, reseñas del libro Mitología oriental y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.