Joe Simpson - Tocando el vacío
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- Libro:Tocando el vacío
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:1988
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Tocando el vacío: resumen, descripción y anotación
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Tocando el vacío — leer online gratis el libro completo
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Al escribir este libro tuve la sensación de estar haciendo una apuesta con todas las probabilidades en contra mía. Sin el apoyo y los ánimos de mis amigos y familiares nunca hubiera sido capaz de comenzarlo y mucho menos de acabarlo.
Aparte de lo mucho que ya debo a Simon, debo expresar en primer lugar mi gratitud por la sinceridad al narrarme cuanto vivió, y por su confianza al permitirme describir sensaciones tan emotivas con mis propias palabras.
También he apreciado especialmente los consejos de Jim Perrin y el estímulo de Geoff Birtle al publicar mis artículos en la revista High. Tony Colwell, mi editor en Cape, me ha aportado ayuda y asesoramiento inapreciables, y sin su convicción de que esta historia merecía un libro todo esto se hubiera reducido a nada. También estoy en deuda con Jon Stevenson por empujarme a la acción.
Gracias también a Tom Richardson por los dibujos, a Jan Smith que me ayudó con las fotografías, y a Bernard Newman de la revista Mountain por rescatar la mayor parte de mis diapositivas, de las que se habían servido otras revistas y periódicos. Sin el generoso patrocinio de Porchester Group Insurance, y en particular de Gary Deaves, Simon y yo no hubiéramos podido ir al Perú.
Por último, y lo más importante, quiero dar las gracias a mis padres por alentarme a escribir este libro, por ayudarme a que mi mente y mi cuerpo volvieran a la normalidad y por aceptar pacientemente mi decisión de continuar escalando.
JOE SIMPSON. Nació el 13 de agosto 1960 en Kuala Lumpur, Federación de Malasia, donde su padre estaba destinado en el ejército británico. A partir de los 8 años, Simpson estudió en Gran Bretaña y en varios países donde se encontraba su padre. Comenzó la escalada en roca después de ser introducido en el deporte por un profesor en Ampleforth College.
Es licenciado en Filología Inglesa y Filosofía. Tras completar sus estudios decidió dedicarse enteramente a la escalada y desde entonces realizó numerosas ascensiones de alta dificultad en los Alpes, en los Andes y en el Karakorum, abriendo nuevas vías y conquistando cimas vírgenes. Como militante de Greenpeace ha tomado parte en varias campañas en Gran Bretaña, Alemania y Austria. Es autor de cinco libros: Tocando el vacío, Este juego de fantasmas (Desnivel 1995), The Water People, Storms of Silence y Dark Shadows Falling. Tocando el vacío, bestseller internacional, constituye su mayor éxito literario hasta la fecha y ha recibido prestigiosos galardones en la categoría de no ficción.
Todos los hombres sueñan, pero no de la misma manera. Los que sueñan de noche en los polvorientos refugios de su mente, despiertan al día siguiente y descubren que fue sólo vanidad; mas los que sueñan de día son hombres peligrosos, porque pueden representar sus sueños con los ojos abiertos para hacerlos posibles.
T. E. Lawrence, Los siete pilares de la sabiduría
Para SIMON YATES
por una deuda que nunca podré pagarle
Y para todos los amigos que partieron hacia las montañas
y no volvieron.
En su libro Against the Wall, publicado en 1997, y que trata de otra escalada en los Andes, Simon Yates ha tenido la gentileza de reconocer que en Tocando el vacío yo había narrado «fiel y verazmente» su parte de la historia del Siula Grande, y ha reflexionado en torno a algunas cuestiones de conciencia que pudieran haber persistido, más o menos una década después de aquellos sucesos. Siento un gran alivio al oírle decir que su conciencia está tranquila, porque hizo lo que yo hubiera hecho en su lugar, eligiendo la única posibilidad sensata que quedaba después de su heroica tentativa de rescatarme. Simon escribe lo siguiente:
Algunos argumentan que no había decisión alguna que tomar; que jamás tendría que haberse abierto paso hacia mi mente la idea de cortar la cuerda, y el poderoso símbolo de confianza y amistad que ésta representa. Otros dicen que fue una cuestión de mera supervivencia, y que aquello fue algo que sencillamente me vi obligado a hacer. Tal y como se produjeron los hechos, yo resistí durante un largo rato, con la esperanza de que Joe lograra retirar su peso de la cuerda para poder mejorar mi posición. Cuando recordé que había una navaja en la tapa de mi mochila, la cuerda estaba tensada al máximo y yo sabía que no iba a lograr retenerle durante mucho más tiempo. Había hecho todo lo que razonablemente se hubiera podido esperar de mí por salvar a Joe, y ahora las vidas de los dos estaban en peligro y había llegado el momento en que yo debía mirar por mí mismo. Aunque sabía que mi acción podría convertirse en la causa de su muerte, tomé intuitivamente la decisión en una fracción de segundo. Simplemente, me pareció que aquello era lo que debía hacer, igual que había sucedido con tantas otras decisiones críticas que había tomado a lo largo de toda la escalada. Sin la menor vacilación, saqué la navaja de la mochila y corté la cuerda.
Esos momentos de intuición siempre me producen la misma sensación: de impersonalidad, como si la decisión no hubiera surgido de mi propia mente. Sólo la visión retrospectiva me ha hecho comprender que la situación llevaba cierto tiempo gestándose. A lo largo de los días anteriores habíamos cometido muchos errores de juicio. No habíamos comido ni bebido lo suficiente y habíamos continuado escalando mucho después del anochecer. Aquello nos había llevado a enfriarnos, agotarnos y deshidratarnos. Una de las noches me enfrié tanto mientras esperaba, a la intemperie, a que Joe terminara de excavar una cueva en la nieve, que sufrí congelaciones en algunos dedos. Por decirlo en pocas palabras, no nos habíamos cuidado del modo apropiado…
Ahora comprendo que Simon está en lo cierto, aunque no siempre he visto el problema desde esta perspectiva, como una simple cuestión de negligencia.
Analizar después de una escalada aquello que se hizo correcta o incorrectamente es tan importante como estar en buena forma o tener talento. Así que es natural que durante varios años también yo reflexionara acerca de lo sucedido e intentara determinar dónde nos habíamos equivocado y cuáles eran los vitales errores que habíamos cometido. Al principio estaba convencido de que no habíamos hecho nada impropio. Todavía hoy hubiera descendido el muro de hielo del modo en que lo hice entonces, aunque tal vez prestando un poco más de atención a la calidad del hielo. Aún hoy hubiéramos escalado en estilo alpino, utilizando cuevas de nieve en lugar de tiendas, y llevando con nosotros el mismo equipo y las mismas provisiones. Fue Simon quien en un momento dado me indicó cuál había sido nuestro fatal error, y resultó que éste había tenido lugar antes de que partiéramos del campo base.
El gas.
No habíamos llevado suficiente gas como para mantenernos adecuadamente hidratados. Un cartucho pequeño al día para dos personas era, sencillamente, insuficiente. Con el fin de ahorrar peso, habíamos reducido el equipo al mínimo. De modo que nos quedamos sin margen de maniobra cuando las cosas empezaron a ir drásticamente mal. Cuando Simon me descolgó hasta las proximidades del collado de Santa Rosa, y antes de que nos lanzáramos a descender la cara oeste en medio de la tormenta que estaba formándose y de la inminente oscuridad, habíamos pensado en la posibilidad de excavar una cueva de nieve y esperar allí hasta que pasara la tormenta. Si hubiéramos actuado de este modo, habríamos realizado los descuelgues a la luz de un día brillante y soleado. Habríamos tenido una perfecta visibilidad, evitado el muro de hielo y mantenido el control de la situación.
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