• Quejarse

Jean-François Revel - El monje y el filósofo

Aquí puedes leer online Jean-François Revel - El monje y el filósofo texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1997, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Jean-François Revel El monje y el filósofo

El monje y el filósofo: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "El monje y el filósofo" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Jean-François Revel: otros libros del autor


¿Quién escribió El monje y el filósofo? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

El monje y el filósofo — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" El monje y el filósofo " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
De la investigación científica a la búsqueda espiritual

JEAN-FRANÇOIS - Creo que lo primero que debemos dejar claro es que ni a ti ni a mí se nos ocurrió la idea de hacer este libro. Nos fue sugerido por unos editores que, conociendo tu itinerario y nuestros vínculos de parentesco, juzgaron interesante que confrontásemos nuestros puntos de vista. Quiero precisar, pues, que al principio cursaste brillantemente estudios superiores de biología; que fuiste uno de los discípulos de François Jacob; que durante varios años trabajaste como investigador en el Instituto Pasteur; que en la Facultad de Ciencias de París defendiste, ante un tribunal integrado por Frangois Jacob y otros biólogos de renombre, una tesis de doctorado que te valió el título de doctor en ciencias. El interés de la serie de conversaciones que vamos a iniciar proviene, pues, del hecho de que eres alguien que, habiendo recibido una cultura científica europea, occidental, del más alto nivel, se decantó, al cabo de un tiempo o simultáneamente, hacia esa filosofía o religión de origen oriental que es el budismo. Precisemos que te decantaste hacia ella no para encontrar un complemento existencial o un añadido espiritual a una carrera que habría proseguido su andadura normal según los criterios occidentales, sino para consagrarte por entero a la práctica del budismo abandonando esa carrera. Mi primera pregunta será, pues: «¿Cuándo y por qué empezó a germinar en ti esta decisión?».

MATTHIEU - La carrera científica que cursé fue el resultado de una pasión por el descubrimiento. Todo cuanto he podido hacer posteriormente no ha supuesto en absoluto el rechazo de la investigación científica que, en muchos aspectos, resulta apasionante, sino que es el resultado de comprobar que por sí misma era incapaz de resolver las cuestiones fundamentales de la existencia. En una palabra: la ciencia, por interesante que fuera, no bastaba para darle un sentido a mi existencia. Y así llegué a considerar la investigación, conforme la iba viviendo, como una dispersión sin fin en el detalle a la que de ningún modo podría consagrar mi vida entera.

Al mismo tiempo, este cambio surgió de un creciente interés por la vida espiritual, por una «ciencia contemplativa». Al principio no era un interés claramente formulado, porque había recibido una educación laica y no había practicado el cristianismo. Sentía, no obstante, una especie de temor reverencial cada vez que entraba en una iglesia o me encontraba con un religioso. Y eso que lo ignoraba todo sobre la religión misma.

Más tarde, durante mi adolescencia, leí una serie de obras sobre distintas tradiciones espirituales; sobre el cristianismo, el hinduismo, el sufismo, y, paradójicamente, muy poco sobre el budismo, pues en aquella época —los años sesenta— existían pocas traducciones auténticas de textos budistas. Los escasos tratados y traducciones existentes se hacían eco, torpemente, de la manera deformada como se había percibido el budismo en Occidente durante el siglo pasado: una filosofía nihilista que predicaba la indiferencia ante el mundo. Gracias a mi tío, el navegante J. Y. Le Toumelin, descubrí asimismo las obras del metafísico francés René Guénon. Todo aquello suscitó y alimentó una curiosidad intelectual por la espiritualidad que, sin embargo, no desembocó en nada concreto. Todo aquello seguía siendo, para mí, demasiado intelectual.

J. F. - ¿Intelectual en qué sentido?

M. - Dejando aparte la profunda satisfacción y la apertura de espíritu que me procuraban esas lecturas cargadas de significado, no se traducían para mí en ninguna transformación interior.

J. F. - ¿Y a qué edad hiciste esas lecturas?

M. - Oh…, hacia los quince años. También leí selecciones de diálogos con Ramana Maharshi, un sabio de la India que, según decían, había alcanzado el conocimiento interior de la naturaleza última de la mente, la no dualidad. Pero lo que despertó mi interés por el budismo… ocurrió en 1966…

J. F. - Tenías veinte años.

M. - Aún estaba en la Facultad de Ciencias, justo antes de entrar en el Instituto Pasteur, cuando vi, mientras se estaban montando, las películas realizadas por un amigo, Arnaud Desjardins, sobre los grandes maestros tibetanos que habían huido de la invasión china y se habían refugiado en las vertientes meridionales del Himalaya, desde Cachemira hasta Bután. En el curso de dos viajes realizados en compañía de un excelente consejero e intérprete, Arnaud se había pasado varios meses filmando a esos maestros en la intimidad. Eran unas películas muy impresionantes. Por la misma época, otro amigo, el doctor Leboyer, acababa de regresar asimismo de Darjeeling, donde había conocido a algunos de esos sabios. Yo había concluido poco antes un curso semestral y disponía de seis meses de vacaciones antes de lanzarme a la investigación. Soñaba con hacer un gran viaje. Era la época de los hippies, que solían ir a la India en un Citroën 2CV o en autostop, a través de Turquía, Irán, Afganistán y Pakistán. También me atraían las artes marciales, y tenía pensado ir a Japón.

Sin embargo, las imágenes que trajeron Arnaud y Frédérick Leboyer, las pocas palabras de esos amigos, la descripción de lo que habían visto en el Himalaya… todo aquello me animó a ir allí más que a otro sitio.

J. F. - Es decir, la película de Arnaud Desjardins.

M. - Hubo varias: El mensaje de los tibetanos e Himalaya, tierra de serenidad (que comprendía Los hijos de la sabiduría y El lago de los yoguis), cuatro horas en total. En ellas era posible apreciar a los grandes maestros espirituales que acababan de volver del Tíbet…; su aspecto físico, la manera como hablaban y enseñaban. Era un testimonio vivo, muy sugerente.

J. F. - ¿Se difundieron por televisión esas películas?

M. - Varias veces a partir de 1966, y recientemente han sido reeditadas en forma de videocasetes. Son documentos extraordinarios.

J. F. - ¿Y esos maestros tibetanos habían huido del Tíbet durante la revolución cultural, que supuso el recrudecimiento de la represión china en su país?

M. - De hecho, los que pudieron ya habían huido mucho antes, en los años cincuenta. A raíz de una disputa, el Tíbet rompió prácticamente las relaciones diplomáticas con China entre 1915 y 1945. Tenía un gobierno y mantenía relaciones con varios países extranjeros. Luego China empezó a infiltrarse en el Tíbet. Los funcionarios chinos iban a visitar el país, diciendo que simpatizaban con el pueblo y la cultura tibetanos. Hacían incluso ofrendas en los monasterios. Proponían ayudar a los tibetanos a modernizar su país, etc. Pero en 1949 invadieron militarmente el Tíbet comenzando por el este, la región de Kham. La invasión fue implacable, y con el tiempo quedó claro que iban a conquistar el Tíbet central y a hacerse con el poder y el Dalai Lama. Éste huyó entonces a la India, en 1959. Inmediatamente después se cerraron las fronteras y empezó una represión brutal. Hombres, mujeres y niños fueron encarcelados o encerrados en campos de trabajo, y ya fuera que cayesen víctimas de las ejecuciones o de las torturas y el hambre en los campos y las cárceles, el hecho es que más de un millón de tibetanos —uno de cada cinco habitantes— murieron a raíz de la invasión china. Inmensas fosas comunes se fueron llenando una tras otra. Ya antes de la revolución cultural se destruyeron seis mil monasterios, casi la totalidad. Las bibliotecas fueron quemadas, las estatuas rotas y los frescos destrozados.

J. F. - ¿Cómo…? ¡Seis mil!

M. - Se han censado seis mil cincuenta monasterios destruidos. ¡Y si pensamos que los monasterios eran los centros de cultura del Tíbet! Esto me recuerda a Goering, que proclamaba: «Cuando oigo la palabra cultura, saco mi revólver». Hecho probablemente sin precedentes en la historia humana, las órdenes monásticas absorbían a casi un veinte por ciento de la población tibetana: monjes, monjas, ermitaños retirados en las grutas, eruditos que enseñaban en los monasterios… La práctica espiritual era el objetivo principal de la existencia, sin ningún género de duda, y los mismos laicos consideraban que sus actividades cotidianas, por necesarias que fueran, tenían una importancia secundaria frente a la vida espiritual. Toda la cultura estaba, pues, centrada en la vida espiritual, por lo que al destruir esos monasterios, esos centros de estudios y esas ermitas se estaba aniquilando el alma, la raíz misma de la cultura tibetana. Sin embargo, no pudieron destruir la fuerza espiritual de los tibetanos. La sonrisa, el dinero, la propaganda, la tortura y el exterminio; los chinos lo intentaron todo para cambiar el espíritu de los tibetanos, mas no lo consiguieron. La esperanza que tienen estos últimos de salvar su cultura y recuperar su independencia permanece incólume.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «El monje y el filósofo»

Mira libros similares a El monje y el filósofo. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


El Monje Ermitaño Paradharmadas - 108 ejercicios de auto-relax
108 ejercicios de auto-relax
El Monje Ermitaño Paradharmadas
Jean-François Revel - El conocimiento inútil
El conocimiento inútil
Jean-François Revel
Jean-François Revel - ¿Para qué filósofos?
¿Para qué filósofos?
Jean-François Revel
Jean-François Revel - La obsesión antiamericana
La obsesión antiamericana
Jean-François Revel
Jean-François Revel - La gran mascarada
La gran mascarada
Jean-François Revel
Jean-François Revel - Cómo terminan las democracias
Cómo terminan las democracias
Jean-François Revel
Jean-François Lyotard - La condición postmoderna
La condición postmoderna
Jean-François Lyotard
Jean-François Braunstein - La filosofía se ha vuelto loca
La filosofía se ha vuelto loca
Jean-François Braunstein
Jean-Francoise Revel - El monje y el filosofo
El monje y el filosofo
Jean-Francoise Revel
Jean-Francois Revel - El conocimiento inútil.
El conocimiento inútil.
Jean-Francois Revel
Reseñas sobre «El monje y el filósofo»

Discusión, reseñas del libro El monje y el filósofo y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.