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Israel Finkelstein - La Biblia desenterrada

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Israel Finkelstein La Biblia desenterrada

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Agradecimientos

La idea de este libro nació hace casi ocho años durante un apacible fin de semana con nuestras familias en la costa del Estado de Maine. El debate sobre la fiabilidad histórica de la Biblia comenzaba a ser objeto una vez más de una atención considerable fuera de los ámbitos académicos y caímos en la cuenta de la necesidad de un libro actualizado sobre este tema dirigido a todo tipo de lectores. En él expondríamos lo que considerábamos pruebas arqueológicas e históricas convincentes para entender de una nueva manera el origen del antiguo Israel y la aparición de sus textos históricos sagrados.

En los años transcurridos desde entonces, el conflicto arqueológico acerca de la Biblia se ha ido enconando más y más. En algunos momentos y lugares ha degenerado en ataques personales y acusaciones de motivaciones políticas ocultas. ¿Tuvo lugar el éxodo? ¿Hubo una conquista de Canaán? ¿Reinaron realmente David y Salomón sobre un extenso imperio? Preguntas como estas han atraído la atención de periodistas y comentaristas del mundo entero. Y el debate público sobre cada una de ellas ha ido a menudo más allá de las fronteras de la arqueología académica y la crítica bíblica, y han entrado en los terrenos acaloradamente controvertidos de la teología y las creencias religiosas.

A pesar de las pasiones provocadas por este asunto, creemos que una nueva evaluación de los descubrimientos realizados en anteriores excavaciones y los continuos hallazgos obtenidos de yacimientos nuevos han evidenciado que los estudiosos deben abordar ahora los problemas de los orígenes bíblicos y de la antigua sociedad israelí desde una perspectiva totalmente nueva. En los capítulos siguientes presentaremos pruebas dirigidas a confirmar esta opinión y reconstruir una historia muy distinta del antiguo Israel.

Antes de empezar debemos hacer algunas observaciones sobre fuentes y transliteraciones. Todas las citas del texto bíblico que aparecen en la obra original, en inglés, están tomadas de la traducción de la Biblia hebrea conocida como Revised Standard Version (RSV). [Para la edición en castellano se ha recurrido a la traducción de la Biblia dirigida por Luis Alonso Schökel]. Aunque al referirnos a los nombres del Dios de Israel en las citas hemos seguido la RSV, en nuestro texto hemos utilizado el nombre de YHWH para designar el tetragrámaton, o nombre explícito de Dios, que en la RSV aparece representado por la palabra LORD («SEÑOR»,), mientras que Elohim o Elohei se traduce por el término «Dios».

Respecto a la cronología bíblica, plagada de incertidumbres e inseguridades, hemos decidido que la mejor manera de hallar una correspondencia con la realidad arqueológica sacada a la luz consiste en una combinación de sistemas de datación: desde el comienzo de la monarquía israelita hasta los tiempos de Ajab seguimos las fechas establecidas en Gershon Galil, The Chronology of the Kings of Israel and Judah (Leiden, 1996). Para las fechas de los reinados siguientes de los reyes de Israel y Judá nos atenemos al artículo «Chronology», de Mordecai Cogan, del Anchor Bible Dictionary (Nueva York, 1992). Persisten, por supuesto, muchas de las incertidumbres (referentes a las fechas precisas de los primeros reyes, posteriores corregencias y contradicciones existentes en el material bíblico), pero, en general, consideramos ese esquema cronológico digno de crédito para los objetivos de esta obra de carácter general.

La reanudación de las excavaciones de Tel Megiddo, emprendida por la Universidad de Tel Aviv en colaboración con la del Estado de Pensilvania, nos ha brindado una oportunidad singular para pensar, reflexionar y discutir con nuestros colegas sobre el material contenido en el presente libro. Nos gustaría extender nuestro especial agradecimiento a los demás codirectores de la Expedición Megiddo, los profesores David Ussishkin y Baruch Halpern, y a los numerosos miembros de su equipo, tanto directivos como no directivos, que han desempeñado durante años una función tan importante en las excavaciones y en la labor académica más amplia de la arqueología bíblica.

La investigación y primera redacción del libro fueron realizadas por Israel Finkelstein durante un año sabático en París, y por Neil Asher Silberman en New Haven. El profesor Pierre de Miroschedji, compañero y amigo, contribuyó a que el tiempo pasado en París fuera productivo y grato. Durante la redacción del libro, la biblioteca del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv, las del Institut Catholique, el Centre d’Archéologie Orientale de la Sorbona y la Section des Etudes Sémitiques del Collège de France de París, la Sterling Memorial Library y la biblioteca de la Yale Divinity School nos proporcionaron excelentes servicios para nuestra investigación.

Estamos profundamente agradecidos a Judith Dekel, del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv, que preparó los mapas, diagramas y dibujos que aparecen en el libro.

Los profesores Baruch Halpern, Nadav Naaman, Jack Sasson y David Usshiskin se han mostrado generosos con sus consejos y su conocimiento. Nos han sido de gran provecho las preguntas planteadas (y respondidas) en muchas llamadas telefónicas a altas horas de la noche a Nadav Naaman y Baruch Halpern, que nos ayudaron a solventar los complejos problemas de las redacciones y la historia bíblicas. Baruch leyó y discutió con nosotros, además, los primeros borradores de muchos capítulos. Queremos dar las gracias a estos y a todos los demás amigos y colegas a quienes hemos consultado, aunque reconocemos que la responsabilidad del resultado final es nuestra por entero.

En Nueva York, nuestra agente literaria, Carol Mann, guio con destreza el proyecto desde la idea inicial hasta su publicación. De las personas que trabajan en Free Press, queremos agradecer a Daniel Freedberg, ayudante de edición, su eficiencia y constante ayuda en cada una de las fases del trabajo. Bruce Nichols, editor en jefe, ha sido desde el primer momento un apoyo entusiasta e infatigable para este libro. Nuestro manuscrito mejoró enormemente durante su elaboración gracias a sus perspicaces ideas y a su habilidad editorial.

Finalmente, nuestras familias —Joëlle, Adar y Sarai Finkelstein, y Ellen y Maya Silberman— son merecedoras de una gran parte de los méritos por su amor, paciencia y buena disposición para renunciar a muchas salidas de fin de semana y fiestas familiares mientras el libro iba tomando forma. Solo nos queda esperar que el resultado de nuestros esfuerzos justifique la confianza que pusieron en nosotros —y en nuestra idea de una obra sobre arqueología y Biblia, que comenzó a formarse en su presencia hace solo unos pocos años.

I. F.

N. A. S.

Apéndice A

Teorías sobre la historicidad de la época patriarcal

La hipótesis amorrea

El progreso de la arqueología moderna en el país de la Biblia mostró claramente que la tierra de Canaán del tercer milenio a. de C. —el Bronce Antiguo— se caracterizaba por una vida urbana plenamente desarrollada. Una situación así era, obviamente, inadecuada como trasfondo histórico de los relatos de los desplazamientos de los patriarcas, que se encontraron en pocas situaciones de carácter urbano. En ese primer periodo urbano de la Edad del Bronce, se crearon en las tierras bajas grandes ciudades, algunas de las cuales ocupaban una superficie de veinte hectáreas y daban cabida a varios miles de habitantes. Estaban circundadas por fortificaciones formidables y albergaban palacios y templos. Aunque no existen textos de ese periodo, una comparación entre la situación del tercer milenio a. de C. y la del segundo periodo urbano (en el segundo milenio a. de C., época de la que ya tenemos documentos escritos) da a entender que las principales ciudades funcionaban como capitales o ciudades-Estado, y que la población rural estaba subordinada a esos centros. La cultura material era propia de gentes sedentarias y sumamente organizadas. Pero aquel floreciente sistema urbano se derrumbó a finales del tercer milenio a. de C. Las ciudades fueron destruidas y muchas de ellas se convirtieron en ruinas que jamás se recuperarían del desastre. Además, se abandonaron numerosos asentamientos rurales de su entorno. La siguiente situación fue un periodo de unos pocos siglos, a finales del tercer milenio y, posiblemente, al principio del segundo, con una cultura muy diferente y sin grandes ciudades, es decir, sin vida urbana. El modo de subsistencia de la mayor parte de la población de Palestina se basaba —según creían los arqueólogos en la décadas de 1950 y 1960— en la práctica de un pastoreo nómada, hasta que la vida urbana se fue recuperando poco a poco y Canaán entró en un segundo periodo urbano, el del Bronce Medio, a comienzos del segundo milenio a. de C.

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