Horst Möller - La república de Weimar: una democracia inacabada
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- Libro:La república de Weimar: una democracia inacabada
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:2012
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La república de Weimar: una democracia inacabada: resumen, descripción y anotación
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La república de Weimar nació con la necesidad de acabar con los problemas del pasado más reciente alemán. Entre ellas no sólo estaba la deliberación y el acuerdo de paz de Versalles, que incluía excesivas divisiones territoriales, reparaciones económicas, así como discriminaciones en el ámbito del derecho internacional y que la mantuvo hasta su final ocupada con la liquidación de las hipotecas generadas por la guerra y que amenazaban su existencia. Por ello su historia únicamente puede escribirse teniendo en cuenta sus antecedentes y su fragilidad. ¿Pero es esta estrecha óptica adecuada históricamente, es acaso justa? ¿No debería ser reconocida por ser el primer intento de fundar una democracia bajo condiciones desfavorables? No cabe duda de que sus oportunidades de éxito fueron muy pequeñas, pero no por ello estaba condenada al fracaso.
Horst Möller
ePub r1.0
Titivillus 27.08.16
Título original: Die Weimarer Republik by Horst Möller
Horst Möller, 2012
Traducción: Paula Sánchez de Muniain Cidranes
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
HORST MÖLLER (12 de enero de 1943 en Breslau, Polonia) es un historiador contemporáneo alemán. Es profesor de Historia Moderna en la Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich (LMU), de 1992 a 2011 director del Institut für Zeitgeschichte.
Möller era un estudiante Historia, Filosofía en la Universidad de Göttingen y la Universidad Libre de Berlín. Obtuvo su doctorado en 1972. Fue Director Adjunto del Institut für Zeitgeschichte 1979-1982, de 1982 a 1989 fue profesor en la Universidad de Erlangen-Nürnberg. Fue director del Instituto Histórico Alemán en París 1989-1992.
Ha sido profesor visitante en la universidad de San Antonio, Oxford (1986) y la Universidad de la Sorbona (1988), profesor visitante en Ciencias Políticas de París (2002-2003). Es miembro de la Comisión Histórica de la Academia de Ciencias de Baviera.
LA REPÚBLICA DE WEIMAR
Una democracia inacabada
Horst Möller
Traducción de
Paula Sánchez de Muniain Cidranes
«Hemos perdido la guerra. Este hecho no es una consecuencia de la revolución». Sin lugar a dudas, estas declaraciones del comisario del pueblo Friedrich Ebert en la sesión de apertura de la Asamblea nacional, el 6 de febrero de 1919, son acertadas. Como tampoco había duda alguna de que una parte importante del pueblo alemán no estaba preparada para admitir este hecho. «¡Gran verdad! para la izquierda. Evidente contradicción para la derecha». Las notas recogidas en el acta de la sesión reflejaban claramente la situación, ambos frentes estaban definidos. Sin embargo, la república, quiérase o no, había nacido de la derrota en la guerra y de la revolución y esta herencia no podía negarse.
El lugar escogido por la Asamblea nacional constituyente, elegida mediante sufragio universal, igualitario y secreto el 19 de enero de 1919, ya fue simbólico. Se trataba del Teatro Nacional de la idílica ciudad turingia de Weimar, inseparablemente unida al punto álgido de la cultura alemana. En este lugar el espíritu alemán había destacado notablemente sobre la miseria de la política alemana.
Weimar —y no Berlín—. Ciertamente, el traslado de las deliberaciones sobre la constitución a la provincia desde la gran ciudad agitada por la revolución, capital del imperio prusiano, sede del Reichstag, del gobierno del Reich y de la Comisión de Estados, no fue una señal de fortaleza. En enero de 1919 las instituciones todavía eran moldeables, la revolución espontánea surgida durante los turbios días de noviembre de 1918 aún no había finalizado. Aunque se estaba encauzando hacia la forma de una república democrática, las posiciones tanto de la izquierda como de la derecha todavía estaban siendo discutidas y la nación estaba más dividida que nunca. La capital del Reich estaba repleta de extenuados soldados mutilados y un sinnúmero de hambrientos, desempleados, insatisfechos poblaban las ciudades alemanas.
¡Qué contraste respecto de aquellos febriles días de agosto del año 1914, cuando el pueblo alemán, unido como nunca, se dejó llevar por el éxtasis de la emoción de la guerra! Sólo unos pocos se mantuvieron por aquel entonces al margen, una gran mayoría de izquierdas y todos los pacifistas. «¡No conozco más partidos, sólo reconozco alemanes!», proclamó el rey de Prusia y emperador alemán Guillermo II, y todos acudieron, incluso los socialdemócratas, difamados como «miembros sin patria». También ellos, como la mayoría de los alemanes, estaban convencidos de que se trataba de una guerra obligada para defender Alemania, y así, el 4 de agosto de 1914 en el Reichstag, votaron por unanimidad a favor de la aprobación de los créditos de guerra, hasta que en 1915 se produjo la división del grupo parlamentario del SPD por esta cuestión y sólo el ala mayoritaria se mantuvo en esa línea. En realidad, en agosto de 1914 los altos dirigentes estatales y grupos políticos influyentes de ninguna manera pensaban sólo en la cuestión de la defensa, en gran medida pensaban también en objetivos de guerra más amplios, dentro del contexto del imperialismo europeo de preguerra y del ansia hegemónica del Reich alemán. Pero esta realidad permaneció oculta para la mayoría de los alemanes, incluso una vez finalizada la guerra. De ahí la fuerte indignación provocada por el artículo de la responsabilidad única del Tratado de paz de Versalles, por el que a Alemania —si bien por evidentes motivos nacionalistas— se le adjudicaba la responsabilidad en solitario de la guerra mundial.
La Asamblea nacional de Weimar reunida desde el 6 de febrero hasta el 21 de mayo de 1920 se encontró desde su inicio ante la necesidad de acabar con los problemas del pasado más reciente alemán. Entre las tareas más importantes no sólo estaban la deliberación y el acuerdo de una nueva constitución, sino también la ratificación del Tratado de paz de Versalles impuesto por los vencedores al Reich alemán, que incluía excesivas divisiones territoriales, reparaciones económicas, así como una serie de discriminaciones en el ámbito del derecho internacional.
La República de Weimar estuvo hasta su final ocupada con la liquidación de las hipotecas generadas por la guerra, las cuales amenazaban su existencia. Por ello, la historia de la República de Weimar únicamente puede escribirse teniendo en cuenta sus antecedentes y su fragilidad. ¿Pero es esta estrecha óptica adecuada históricamente, es acaso justa? ¿No debería quizá reconocerse mucho más en el trabajo de ese Estado el primer intento de fundar una democracia bajo condiciones sumamente desfavorables? No cabe duda de que las oportunidades de éxito de la república democrática fueron desde el principio muy pequeñas, pero no por ello estaban condenadas forzosamente al fracaso.
La historia de Weimar resulta una cuestión ininteligible, sin el conocimiento que nos ofrece el ejemplo del fracaso de la república entre la monarquía y la dictadura nacionalsocialista y las consecuencias derivadas de ese fracaso. Es por tanto también una lección de la historia contemporánea alemana, una lección de formación política de permanente actualidad sobre las potencialidades y los riesgos de una democracia. La historia de la república estuvo dominada por una ambivalencia melancólica. Y así, los puntos centrales de lo que se expone a continuación son el origen y la prueba de un régimen político-constitucional en relación con la sociedad, la economía, la política exterior y la cultura en el tiempo central de la república que abarca desde 1919 hasta 1930, así como de su disolución a partir de 1930 y hasta 1933.
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