Gustavo Porras Castejón - Las huellas de Guatemala
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- Libro:Las huellas de Guatemala
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2009
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Las huellas de Guatemala: resumen, descripción y anotación
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Las huellas de Guatemala — leer online gratis el libro completo
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Este libro significa para mí el cumplimiento, al menos parcial, de un compromiso: dejar testimonio de hechos y vivencias que puedan servir de materia prima para la historia. A lo testimonial se agregan reflexiones e interpretaciones, que espero sean de interés, y me esforcé por escribir como hablo, luego que diferentes personas, a lo largo de mi vida, me exhortaron a hacerlo, y no sólo a producir análisis densos y abstractos.
Para redactar y concebir este libro tuve el valioso concurso de Margarita Herrera, quien me grabó por más de cien horas y luego se enfrentó a un enorme volumen de material que ella organizó, haciendo la estructura de diferentes historias y proponiendo un orden de la narración que no es cronológico, sino se inicia y concluye con los dos grandes fenómenos que marcaron un período histórico en Guatemala: la guerra y la paz. Además, Margarita se compenetró emocional e intelectualmente de la narración que luego de mucho trabajo se ha convertido en libro, y sin duda eso fue un estímulo importante.
Agradezco el apoyo de la Asociación Sueca para el Desarrollo Internacional (ASDI), y de la Cooperación Noruega, que hicieron posible la elaboración y edición de este libro, y de la Fundación Pro Paz, dirigida por mi amigo Carlos Sarti, quien no sólo se interesó en este proyecto sino me entusiasmó para que lo realizara.
EL MOMENTO DECISIVO
De pronto recibí en París una conmovedora carta de mi papá. Me avisaba que, de la noche a la mañana, a mi mamá le habían detectado un tumor en el cerebro. Sin pensarlo dos veces regresé a Guatemala lo más pronto que pude. Me costaba creer y aceptar que una mujer de cincuenta y seis años, que siempre había sido sana y deportista, estuviera agonizando. Cuando llegué la encontré todavía consciente, aunque con una creciente dificultad para hablar. Al cabo de una larga agonía, murió. Pocos meses antes había muerto mi tía abuela, María Teresa Sempé, de la que fui el consentido y a quien quise mucho. Cuando supo de la enfermedad de mi mamá se enfermó ella también, aunque más daba la impresión que había perdido la voluntad de vivir, y sólo esperó mi regreso. Recuerdo su sonrisa de cariño y satisfacción cuando asomé a la puerta de su cuarto. Pocos días después murió. Luego de acompañar a mi papá un par de semanas volví a Paris. Finalicé la tesis que me exigía la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales para obtener el diploma. En octubre de 1975 estaba otra vez de vuelta en esta tierra de mis amores. Regresé a Guatemala con todo el ánimo y la voluntad de establecerme. Se abrió entonces una nueva etapa de mi vida.
Cuando concluyó el mandato presidencial del general Carlos Arana Osorio, todo parecía indicar que se perpetuaría el clima de terror que durante su gobierno se incrementó. Antes de ser Presidente, el general Arana había mostrado su talante represivo siendo comandante de la Base Militar de Zacapa, que en ese momento era el principal centro contraguerrillero en el país. Fue entonces cuando el río Motagua arrastró cientos de cadáveres y se ensangrentó la tierra del oriente. Combinando la represión a la población con la ofensiva militar sobre la Sierra de las Minas, el general Arana había logrado derrotar a las primeras guerrillas guatemaltecas y éstas tuvieron que comenzar de nuevo en otra parte del territorio. Seis o siete años después volvieron a surgir con más fuerza, pero la virtual derrota del movimiento revolucionario (1972), en alguna medida contribuyó a generar otras condiciones en el país, sobre la base de las cuales se intentaría (aunque sin mucho empeño), abrir espacios políticos y de participación.
Al general Arana lo sucedió en la Presidencia el general Kjell Laugerud. Sobre la base de experiencias anteriores y también de prejuicios, se consideraba al nuevo Presidente como otro gobernante militar que continuaría con las políticas represivas. Sin embargo, la realidad encuentra vericuetos que no se pueden adivinar ni con una bola de cristal. Este general llegó al poder mediante un descarado fraude ocurrido en las elecciones de 1974: «Fraude en directo y a todo color» tituló uno de los periódicos nacionales. Fue tan obvio que, sin importar la opinión de los millares de televidentes que veían la transmisión de los resultados, abruptamente, después de unos anuncios publicitarios, las cifras de los votos se habían volteado en contra del general Efraín Ríos Montt, candidato por el Frente Nacional de Oposición que iba arrasando en las urnas. Este fraude habría de traer profundas e insospechadas consecuencias en la vida nacional. La candidatura de Ríos Montt era impulsada por el Partido Democracia Cristiana Guatemalteca, el Partido Revolucionario Auténtico, encabezado por Alberto Fuentes Mohr, y el Frente Unido de la Revolución (FUR), liderado por su carismático líder: Manuel Colom Argueta.
Por lo que se refería al Presidente impuesto, poca gente sabía que el general Laugerud, hijo de noruego y guatemalteca, era uno de los oficiales más brillantes del Ejército. Se decía incluso que Luis Turcios Lima, ex militar y luego comandante guerrillero de las Fuerzas Armadas Rebeldes en la Sierra de las Minas, pasó un día clandestinamente frente a las instalaciones de la Escuela Politécnica y señalando a Laugerud, que estaba parado fuera, le dijo a sus compañeros:
—Miren, ese que está ahí es uno de los oficiales más capaces del Ejército de Guatemala. Ya verán que algún día será Presidente del país.
Desde que llegué a Guatemala empecé a percibir elementos de un cambio en la situación. Se respiraba otro ambiente. Me complacía y me hacía pensar el hecho que nuevamente la gente saliera a manifestar a las calles. Especialmente después del terremoto de 1976 y a pesar de los recelos, parecía que el presidente Laugerud era el gestor de una cierta apertura política. En todo caso, para mí, el retorno a la legalidad era una decisión tomada y, sin andar viendo micos aparejados, me inserté muy rápidamente. Comencé a dar clases en la Universidad de San Carlos y, al poco tiempo me contrataron para un empleo que yo había deseado desde que vivía en París. Cuando en una ocasión nos encontramos en Roma, mi papá me comentó sobre Inforpress.
—Fijate m’hijo —me dijo— que en Guatemala está saliendo una publicación excelente que me está sirviendo mucho. La he usado como base para escribir los informes que cada año tengo que mandar a las oficinas centrales de Grace en Nueva York. Te la voy hacer llegar.
Y de allí en adelante empecé a recibir y a valorar ese semanario, de manera que me produjo gran satisfacción la noticia de que Mario Carpio Nicolle, fundador y entonces director de Inforpress, me llamaba para que cubriera temporalmente el puesto de uno de los redactores que se iba de vacaciones. Cuando el redactor regresó, Mario me pidió que me quedara de planta:
—A lo mejor las condiciones de trabajo no sean tan buenas como usted quisiera, pero en menos de seis meses va a ser la persona mejor informada de Guatemala —me advirtió.
Efectivamente, ese trabajo fue un verdadero lujo. Al poco tiempo pasé a ser jefe de redacción y al final me quedé como director y gerente. Mi labor consistía en llevar el pulso de los acontecimientos nacionales y centroamericanos, revisar las notas de mis compañeros y escribir las propias. Todos los días leía los periódicos nacionales, además de un par de Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. Para mí era una delicia darle seguimiento al proceso centroamericano desde diversas dimensiones y, sobre todo, bajo una disciplina de trabajo muy enriquecedora. Inforpress intentaba ser una empresa lucrativa. Su principal ingreso eran las suscripciones de las multinacionales, el gobierno y la propia inteligencia del Ejército. El semanario se distribuía cada jueves y sabíamos que el coronel Montalván, entonces director de la regional de telecomunicaciones y supuestamente uno de los grandes cuadros de la inteligencia, lo leía de cabo a rabo. En su calidad de suscriptor, siempre nos llamaba a primera hora para pedir más información o para corregir algún dato. Por supuesto, este tipo de clientela exigía una gran objetividad y Mario Carpio era un maestro en ese sentido; combinar la objetividad y los contenidos de fondo con la agilidad que debe caracterizar a la nota periodística, era una de sus orientaciones fundamentales. Asimismo, cuestiones de forma que en realidad son de fondo:
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