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Gustavo Bueno - Ensayo de una definición filosófica de la Idea de Deporte

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Gustavo Bueno Ensayo de una definición filosófica de la Idea de Deporte
  • Libro:
    Ensayo de una definición filosófica de la Idea de Deporte
  • Autor:
  • Editor:
    Pentalfa
  • Genre:
  • Año:
    2014
  • Índice:
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Ensayo de una definición filosófica de la Idea de Deporte: resumen, descripción y anotación

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Gustavo Bueno

Ensayo de una definición filosófica de la Idea de Deporte

ISBN: 978-84-7848-567-3

Pentalfa Ediciones

Oviedo 2014

Índice

Advertencia al lector

Para facilitar al lector la lectura de este ensayo, situándole en el centro de su planteamiento polémico, recomendamos comenzar in medias res la lectura por el §4 de la Primera parte (pág. 55).

Introducción

Sobre el alcance de la expresión “filosofía del deporte” en el conjunto histórico de la filosofía

§1. Propósito de un curso sobre filosofía del deporte

En el acto de clausura del pasado X Curso de Filosofía que la Universidad de La Rioja, el Ayuntamiento de Santo Domingo de la Calzada y la Fundación Gustavo Bueno vienen celebrando a título de “Cursos de verano de filosofía”, se anunció, como tema del curso presente (julio de 2014), el deporte.

Ahora bien, teniendo en cuenta que estos Cursos de Verano fueron instituidos como cursos de filosofía, se comprenderá que la perspectiva desde la cual habrá que abordar aquí el análisis del deporte (de los deportes) no tendrá por qué ser la perspectiva propia de los análisis técnicos de las diferentes disciplinas que giran en torno al deporte, o la perspectiva de los análisis jurídicos, o históricos, o psicológicos, o sociológicos, es decir, la perspectiva de cualquiera de las llamadas disciplinas que se ocupan exclusiva o inclusivamente del deporte, sino la perspectiva más cercana a lo que todavía no hace un siglo viene denominándose “filosofía del deporte”.

Otra cosa es qué pueda entender cada cual por “filosofía del deporte”, pues ello depende, ante todo, de lo que entienda por “filosofía”, en general. De hecho, muchas publicaciones que se presentan bajo el rótulo “Filosofía del Deporte” (asumido también por las sociedades que las auspician) tienen mucho más de misceláneas enciclopédicas que giran en torno a una disciplina dada (la filosofía del derecho, por ejemplo), que de filosofía del deporte. Manuel Alvar, reconocido lingüista que fue director de la Real Academia Española, advirtió, hace ya veinte años (en una tercera de ABC, “Sobre teoría y deporte”, miércoles 2 de noviembre de 1994), que, sobre todo, en lengua inglesa, ya se hablaba con frecuencia de “filosofía del deporte”. Alvar citaba el libro de Paul Weiss, de 1968, Sport: A Philosophical Inquiry , tras el cual, seguía diciendo Alvar, advino el Journal of the Philosophy of Sport . Alvar, acostumbrado sin duda al concepto tradicional de filosofía como disciplina académica que se ocupaba sistemáticamente de asuntos “más graves”, como pudieran serlo, dentro de lo que nosotros llamamos filosofías genitivas (o “filosofías de”), la religión (filosofía de la religión), el derecho (filosofía del derecho), la cultura (filosofía de la cultura) o la ciencia (filosofía de la ciencia), sugería que la expresión “filosofía del deporte” podría no tener más alcance que el de “un anglicismo, otro más”, de los numerosos anglicismos que han penetrado en otras muchas lenguas, entre ellas, la española.

Y no cabe duda que, en los últimos años, sea a consecuencia de un anglicismo (tal como puede entenderlo un lingüista), sea, como creemos, a consecuencia de mecanismos internos vinculados al incremento del fundamentalismo científico o del fundamentalismo democrático, el término “filosofía” ha evolucionado hasta pasar a designar la visión que un ciudadano o un determinado grupo social tiene de su propia actividad, institución o empresa (“filosofía de la tarjeta de crédito”, “filosofía del Real Madrid”, “filosofía del Barça” en la época de Guardiola, “filosofía de mi negocio de hostelería: jamón, jamón y jamón”, “filosofía de una agencia de viajes turísticos: su viaje será inolvidable”, &c.). De este modo se habría logrado alcanzar el viejo ideal de que todos los ciudadanos sean filósofos, es decir, tengan su propia filosofía , lo que determinará, paradójicamente, el repliegue de las acepciones tradicionales de filosofía en el contexto, por ejemplo, de los planes de estudio: si “todo el mundo” tiene su filosofía, ¿para qué sirve seguir empeñándonos en mantener una “asignatura”, llamada filosofía, y un cuerpo de profesores dedicados a atenderla?

Pero la liquidación de la filosofía académica o sistemática no equivale a la muerte de la filosofía —en cuanto sustituida por las ciencias, las tecnologías o el debate político democrático—, sino a su renacimiento en otros terrenos, por ejemplo, en la busca o en la planificación de las empresas políticas, ingenieriles, médicas, clericales o deportivas.

Por ello, cuando algunos recibieron con recelo el primer anuncio de este curso de verano sobre filosofía del deporte, era muy difícil determinar si este recelo estaba fundado en el supuesto, implícito en muchas concepciones tradicionales de la filosofía, de que el deporte era un “tema menor” (al lado de los “temas mayores”, como pudieran serlo los de la filosofía de la religión, de la música, de la cultura o de las ciencias), al que comprensiblemente hubiera que acudir una vez agotados los grandes temas tradicionales, o bien, en el supuesto de que el deporte fuera un tema tan importante como otro cualquiera, el recelo que el anuncio del curso suscitaba tendría más que ver con el curso mismo.

En cualquier caso, pretendemos ofrecer en este ensayo una verdadera filosofía del deporte; pero no podemos asegurar que ofrezcamos la filosofía verdadera del deporte. (Para la distinción entre verdadera filosofía y filosofía verdadera remitimos a El animal divino , 2ª edición, Pentalfa, Oviedo 1996, Introducción, pág. 14, nota 1.)

§2. Sobre la antigüedad de la conexión entre filosofía y deporte

Cualesquiera que sean los fundamentos o la naturaleza de los recelos ante un curso anunciado sobre “filosofía del deporte”, lo que no se puede admitir, desde el principio, es el supuesto de que el deporte hubiera estado siempre alejado, como cuestión menor (o mínima), de la filosofía, hasta que un anglicismo o una evolución léxica lo hubiera recuperado como tema o morfología tan digna de ser considerada por la filosofía como otra cualquiera (y, por supuesto, tan digna como los temas más bajos, tales como el fango, los pelos o la basura, a los que se refirió Platón en su Parménides, 130b), concluyendo que estas morfologías que pudieran parecer bajas tienen también sus ideas propias y, por tanto, que la filosofía no puede despreciarlas, puesto que ella habrá de interesarse aún de las cosas más humildes.

En todo caso, es fruto de la mera ignorancia dar por supuesto que el deporte haya sido un asunto menor desvinculado enteramente, desde el principio, de la filosofía; un asunto al que hubiera que recurrir, en los últimos años, una vez agotados los temas de primera magnitud. Por el contrario, las conexiones entre la filosofía y los juegos deportivos olímpicos han sido muy tempranas y muy profundas.

Ante todo recordaremos aquí algo que suele olvidarse de puro sabido, es decir, la conexión, de importancia “trascendental”, entre la propia idea de filosofía y los Juegos Olímpicos de la antigüedad. Una conexión que se produce, acaso, en el proceso mismo de la conformación de la idea de filosofía, proceso atribuido por Sosístrates (según Diógenes Laercio, Pitágoras, 7) a Pitágoras: preguntando a Pitágoras el tirano de los filiasios, León, quién era, dijo: “Soy filósofo.” Y comparó la vida humana a un concurso festivo de gentes muy diversas (tal como podían serlo los concursos de los Juegos Olímpicos). Un concurso festivo, “lúdico”, al que acudían, ante todo, quienes iban a competir, los atletas, “nacidos como esclavos de la gloria”, a semejanza de los políticos, es decir, viviendo según el bios politikós ; pero también, quienes acudían a los Juegos para gestionar sus negocios (quienes vivían el bios apolaustikós ), y sobre todo quienes iban a mirar lo que hacen los otros (es decir, los filósofos, los que viven el bios theoretikós ). Werner Jäger ya impugnó la atribución que Laercio hacía a Pitágoras como autor de la definición de filosofía a través de la figura de los θεωροι de Olimpia; pero no porque negase tal comparación, sino sencillamente porque propuso una atribución distinta. La idea de un theoretikós bios , no como mero dibujo estilizado de formas de vida empíricas (Tales, Pitágoras, Teeteto), sino como parte de una doctrina sistemática de los tres tipos de vida, se habría, según Jäger, configurado en la Academia platónica, a través de Heráclides Póntico, que habría retrotraído la atribución a Pitágoras, por motivos de prestigio (W. Jäger, Sobre el origen del ideal filosófico de vida , incluido como Apéndice I en su Aristóteles , traducción española de José Gaos, FCE, México 1946). Jäger añadió que Aristóteles, en su Protréptico , también comparó la actividad del “investigador que se consagra a la ciencia pura” con el mirar de los θεωροι olímpicos.

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