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Herbert A. Werner - Ataúdes de acero

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Herbert A. Werner Ataúdes de acero
  • Libro:
    Ataúdes de acero
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1969
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Ataúdes de acero: resumen, descripción y anotación

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La Odisea de los U-Boot contada por uno de los pocos Comandantes que sobrevivió hasta el final.

La Batalla del Atlántico —entre todas las de la Segunda Guerra Mundial— fue una de las más salvajes, más intensamente disputada y con el más profundo significado estratégico. A su término, el fondo del océano quedó sembrado con sus víctimas: miles de barcos mercantes aliados y cientos de navíos de guerra que sucumbieron ante el sorpresivo impacto de los torpedos disparados desde los submarinos alemanes.

Prácticamente todos los submarinos alemanes, con sus tripulantes, perecieron en esta batalla y sus restos descansan para siempre en el lecho oceánico.

En este libro, uno de los pocos capitanes alemanes que sobrevivieron, narra la dramática historia que le tocó vivir a él junto a sus compañeros.

Herbert A Werner Ataúdes de acero ePub r15 RobCole 12092018 Título - photo 2

Herbert A. Werner

Ataúdes de acero

ePub r1.5

Rob_Cole 12.09.2018

Título original: Iron Coffins

Herbert A. Werner, 1969

Traducción: Raül Acuña

Retoque de cubierta: Rob_Cole

Editor digital: Rob_Cole

Corrección de erratas: Khor y Antifaz

ePub base r1.2

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A los marinos de todas las naciones que murieron en la Batalla del Atlántico de la Segunda Guerra Mundial, y en especial a mis camaradas de los submarinos que yacen sepultados en sus ataúdes de acero.

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HERBERT A. WERNER (Freiburg im Breisgau, Alemania, 13 de mayo de 1920 - Vero Beach, Florida, EE. UU., 6 de abril de 2013). Oficial de la Kriegsmarine (Marina de Guerra Alemana), que, según sus cuentas, fue uno de las sólo «dos docenas de capitanes que estaban vivos» al final de la Segunda Guerra Mundial. Sirvió en cinco submarinos, como Alférez, Oficial Ejecutivo y Capitán en el Océano Atlántico, el Canal de la Mancha, el Mar del Norte, el Mar Báltico, el Mar de Noruega y el Mediterráneo. Sobrevivió el hundimiento de un submarino U-612 en el Mar Báltico y a la pérdida de un submarino U-415 en el puerto de Brest.

Al final de la guerra, fue detenido sucesivamente por las tropas británicas, estadounidenses y francesas antes de regresar a Alemania a finales de otoño de 1945. Se trasladó a los Estados Unidos en 1957 y se convirtió en ciudadano estadounidense. En 1969 Werner escribió un libro de memorias sobre su experiencia en el servicio de submarinos, titulado Ataúdes de Acero.

No hay rosas en la tumba de un marinero.
Ni lirios en las olas del océano.
El único homenaje es el raudo vuelo de gaviotas
y las lágrimas que llora una novia.

CANCIÓN ALEMANA

Introducción

Este libro, donde relato mis experiencias personales en la Fuerza de Submarinos Alemana durante la Segunda Guerra Mundial, viene a cumplir una obligación de larga data. Desde la terminación de esa guerra tan destructiva, el papel de la Fuerza de Submarinos ha sido muchas veces distorsionado y subestimado, aún por historiadores militares que hubieran debido hallarse mejor enterados.

Debido a que fui uno de los pocos comandantes de Submarinos que lucharon durante casi toda la guerra y lograron sobrevivir, sentí que poner las cosas en su debido lugar era un deber para con mis camaradas caídos. Muy a propósito, el deber era la primera y la última palabra en el léxico de los hombres de los submarinos, y no obstante los comentarios en sentido contrario, nosotros cumplimos con nuestro deber con una valentía y corrección no superadas en ninguna rama del servicio de ninguno de los bandos. Fuimos soldados y patriotas, nada más y nada menos, y en nuestra consagración a nuestra causa perdida morimos en cantidades incalculables.

Pero la gran tragedia de la fuerza de Submarinos no fue meramente que perecieran tantos hombres de valía; fue también, que tantas de nuestras vidas se despilfarraran por lo inadecuado del equipo y por la política irracional del Cuartel General de Submarinos.

En retrospectiva, la importancia crucial de la fuerza de Submarinos es inequívocamente clara.

Hubiera podido o no Alemania ganar la guerra, era seguro que iba a perderla si la gigantesca producción de las fabricas americanas llegaba a Inglaterra en cantidad suficiente. Sobre esta premisa quedaron trazadas las líneas para la épica «Batalla del Atlántico», en la que los sumergibles sirvieron como vanguardias de la defensa de Alemania.

Nada menos que una autoridad como Winston Churchill declaró:

La Batalla del Atlántico fue el factor dominante durante toda la guerra. Nunca, ni por un momento, podíamos olvidarnos de que todo lo que sucedía en otra parte, en tierra, en el mar o en el aire, dependía en ultima instancia de sus resultados, y en medio de otras preocupaciones, veíamos día a día su cambiante fortuna con aprensión.

Resulta significativo que Churchill, quien conocía muy bien los estragos de la Luftwaffe y de las bombas alemanas V-1 y V-2 , también escribiera:

Los único que llegó realmente a asustarme durante la guerra fue el peligro de los sumergibles.

Vista desde el otro lado, la fortuna de Alemania durante la guerra siguió en ajustado paralelismo el ascenso y la caída de la Fuerza de Submarinos. La relación iba haciéndoseme más evidente cada vez que bajaba a tierra después de un largo patrullaje.

El comienzo de las hostilidades en septiembre de 1939 sorprendió a la Marina de Guerra Alemana; la Fuerza de Submarinos, en especial, fue tomada completamente sin preparación. Este estado de cosas era el resultado de un tratado concertado entre Alemania y Gran Bretaña en 1935, el cual limitaba el poderío naval alemán al 35 por ciento del de Gran Bretaña al fin de mantener el frágil equilibrio de poder que existía en esa época. En 1939, Alemania tenía en servicio exactamente 57 sumergibles, de los cuales 52 eran de pequeño desplazamiento y capaces solamente de cortas misiones costeras. Los otros cinco submarinos eran navíos más grandes diseñados para patrullas de largo alcance y de ocho semanas de duración. Sin embargo, del total de 57 había que restar 18 submarinos reservados para el entrenamiento de nuevas tripulaciones. De esa forma, solo 39 submarinos estaban disponibles para operar contra la poderosa Marina de Guerra británica, la enorme flota mercante británica, los barcos y flotas mercantes de los aliados a Inglaterra y una cantidad inagotable de barcos neutrales que navegaban bajo contrato para los aliados. Sin embargo, el primer año de guerra submarina fue extremadamente favorable para Alemania. Aunque la fuerza perdió 28 unidades, destruyó un portaviones británico, un acorazado, cinco cruceros, tres destructores, dos submarinos y 438 barcos mercantes totalizando 2,3 millones de toneladas de porte bruto. Además, en el verano de 1940, después de la rendición de Francia, nuestros sumergibles fueron gradualmente reubicados más al sur, en puertos franceses sobre el golfo de Vizcaya. Este traslado acortó nuestras rutas hacia y desde el Atlántico y señaló el comienzo de una nueva fase de la guerra en el mar: las grandes batallas de los convoyes. Simultáneamente, el almirante Karl Dönitz, desde 1935 Comandante en Jefe de la Fuerza de Submarinos, lanzó un ambicioso programa para construir la más grande flota de sumergibles que el mundo jamás haya visto.

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