• Quejarse

Herbert Lottman - La caída de París

Aquí puedes leer online Herbert Lottman - La caída de París texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1992, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Herbert Lottman La caída de París
  • Libro:
    La caída de París
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1992
  • Índice:
    3 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 60
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

La caída de París: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "La caída de París" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Herbert Lottman: otros libros del autor


¿Quién escribió La caída de París? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

La caída de París — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" La caída de París " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
AGRADECIMIENTOS

La historia contemporánea depende en gran medida de los testigos supervivientes o, en su ausencia, de quienes han conservado documentos preciosos que ponen a disposición de los investigadores. Las colaboraciones concretas a esta obra figuran en la bibliografía, pero aquí deseo expresar mi gratitud a quienes me ayudaron en la busca de testigos o me facilitaron documentos privados o públicos, así como a las instituciones que me abrieron sus puertas.

Estoy en deuda con los amigos que se prestaron voluntariamente a hacer traducciones, sobre todo los incansables Michael Hurst y Renette van Vessem, traductores de alemán; con los redactores del New York Times Book Review, que publicaron mi solicitud de testimonios (¡logrando respuestas de Gran Bretaña y Francia así como de Estados Unidos!); a Historama, en Francia, y Alte Kameraden, en Alemania, por publicar peticiones similares.

En Estados Unidos fui cordial y atentamente recibido en los Archivos Nacionales y la Library of Congress, en Washington, y pasé útiles horas en la antigua y acreditada Public Library de Nueva York, en la Calle 42. En París, mi recurso indispensable fue el Institut d’Histoire du Temps Présent, y mi mejor ayudante su bibliotecario, Jean Astruc. También doy las gracias a quienes administran los archivos de la prefectura de Policía, el Ministerio de Asuntos Exteriores, el Servicio Histórico del Ejército de Tierra en Vincennes, los Archivos de la Ciudad de París y la Météorologie Nationale. Recibí aliento y consejos por parte de Emmanuel Le Roy Ladurie, de la Bibliothèque Nationale, y Chantal de Tourtier-Bonazzi, de los Archives de France. Debo mencionar también al Commissariat a l’Energie Atomique, la Association du Musée de la Résistance Nationale (y a Isabelle Widloecher), al Institut de Recherches Marxistes (y a Roger Bourderon). Entre las instituciones alemanas que me ofrecieron generosa ayuda y consejos, debo dar especialmente las gracias al Militärarchiv del Bundesarchiv en Freiburg-im-Breisgau. También estoy agradecido al Institut für Zeitgeschichte de Múnich y al Bildarchiv Preussischer Kulturbesitz de Berlín.

Expreso también mi agradecimiento al doctor François Bernard, Gilbert Bloch, Max Brusset, Hans Buchholz, Maurice Darbellay, Joann Davis, Elaine Felsher, Eugénie Gemähling, Beverly Cordey, Edward Grecki, Richard Greeman, Renato Crispo, Anne M. Imhoff, Walter Kerr (de Santa Fe, Nuevo México), Vlady Kibalchich, David Koblick, Mitchel Levitas, Nancy MacDonald, Russell Porter, Melsene Timsit, Jérémie Véron y Henri de Wailly.

Francia representó su papel, que consistió en ofrecerse para que la oprimieran, puesto que el mundo decidió arbitrar más que ayudar o luchar, y en verse sepultada durante un tiempo en el silencio. Cuando se ataca, algunos hombres han de estar en primera línea. Éstos mueren siempre, pero es preciso que la primera línea muera para que el ataque tenga éxito.

Antoine de Saint-Exupéry,

Piloto de guerra

Era el final de un mundo en el que París había tenido la supremacía, en el que Francia estaba viva, en el que había un hálito de libertad. Había petróleo en el aire ennegrecido y hollín en la lluvia, y el cielo bajo pesaba sobre la desgraciada ciudad.

Elliot Paul,

La última vez que vi París

El final de París es el fin del mundo. ¿Podemos aceptar tal cosa, a pesar de nuestra lucidez?

Victor Serge,

Memorias de un revolucionario

Epílogo

El armisticio firmado por los alemanes victoriosos y los franceses derrotados en el bosque de Compiègne, el 22 de junio, junto con el segundo acuerdo firmado por franceses e italianos el 24 de junio, puso fin a las hostilidades poco después de medianoche, hora alemana, del 25 de junio. Aquel día Churchill confesó en la Cámara de los Comunes:

—No puedo decir cuáles serán nuestras relaciones con el gobierno de Burdeos. Se han entregado al enemigo y están totalmente en su poder.

Churchill añadió que a partir de entonces los británicos deberían preocuparse de su propia salvación y defensa, de las que dependía la suerte no sólo de los británicos, sino de los franceses, los europeos y el mundo en general.

Goebbels anotó en su diario una llamada telefónica de Hitler: «Está desbordante de felicidad […]. Todavía no sabe a ciencia cierta si atacará a Inglaterra […] pero si no hay otra manera, será preciso vencer a Inglaterra y ponerla de rodillas».

Por la noche, Philippe Pétain dirigió un discurso por radio a toda Francia desde Burdeos. Para el jefe del gobierno, así como para Maxime Weygand, el honor estaba a salvo y Francia podía empezar a pensar en el futuro. Pétain anunció que comenzaba un nuevo orden. La vida sería dura, pero él no ocultaría la verdad. «Nuestra derrota tuvo su origen en nuestra negligencia. El espíritu del placer destruye lo que ha edificado el espíritu del sacrificio». Más adelante Emmanuel Berl, periodista ecléctico, un judío francés aceptado por algunos de los polemistas de extrema derecha, admitió haber escrito ese y otros discursos en los primeros días del gobierno de Pétain.

Poco después de que Hitler hubiese mirado con ira la estatua del general Mangin, el militar de la Primera Guerra Mundial a quien el Führer consideraba un artífice de la humillación alemana, ésta fue desmontada de su pedestal delante del santuario de Napoleón y destrozada sin piedad. Es posible que fuese el primer acto de venganza desde que los alemanes ocuparon París. Ningún parisiense sabía lo que Hitler había sentido o dicho durante su visita matinal, y nadie sabría por qué motivo la demolición de aquella estatua en particular tenía tanta prioridad. Desde luego el prefecto Roger Langeron debió de preguntárselo para sus adentros, asombrado por la perseverancia de los destructores. Primero perforaron el bronce con taladros para determinar su espesor, observados por un grupo de oficiales. Luego unos treinta trabajadores derribaron la estatua y la cortaron con un soplete. Seguidamente la inscripción fue destrozada con almádenas. Por último se emplearon explosivos para arrancar la base de piedra. «¡Cuánto esfuerzo pusieron en el derribo, y qué homenaje!», pensó Langeron.

Esta meticulosa destrucción de una estatua, el intento de borrar un momento de la historia francesa, era sólo el presagio de lo que estaba por llegar: el desmantelamiento de la política francesa y de la vida cultural y social del país, para lo cual los alemanes en París encontraron aliados en Vichy.

Uno de los alemanes antinazis, y procedente de una familia antinazi (y que sería castigado por ello), era un cabo de la Luftwaffe de diecinueve años, llamado Bernt Engelmann. Estaba de servicio en las afueras de Rouen, y a finales de junio fue enviado a París en una misión consistente en comprar baratijas parisienses para la esposa de su comandante. El joven descubrió que en la capital los franceses no se mostraban hostiles, sino como mucho reservados, pero eran amistosos cuando se les trataba cortésmente. Tal vez le ayudaba el hecho de que hablaba francés e iba desarmado, ni siquiera llevaba botas, y que su simpatía no era fingida. Más adelante recordaría que la fraternidad era entonces muy frecuente e incluso normal, sobre todo en la clase obrera. Las clases media y alta se distanciaban más. Los soldados alemanes tenían la reputación de ser correctos y portarse bien, con lo que Bernt Engelmann estaba de acuerdo: «En aquella época existía realmente cierto respeto de unos hacia otros».

Esa época terminaría brutalmente, y la ocupación alemana de París se convertiría en un infierno. Pronto la Gestapo iniciaría sus estragos, ayudada por mercenarios franceses, voluntarios procedentes de los movimientos fascistas de preguerra. Con frecuencia a los auxiliares franceses se les permitía quedarse con parte del botín arrebatado a los activistas de la resistencia detenidos, judíos o simples patriotas que rechazaban el nuevo orden. Los colaboracionistas fueron ocupando gradualmente todos los puestos influyentes en el París ocupado, y a menudo, en sus publicaciones, emisiones radiofónicas y discursos propagandísticos, iban más allá de lo que los alemanes pedían o esperaban de ellos.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «La caída de París»

Mira libros similares a La caída de París. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «La caída de París»

Discusión, reseñas del libro La caída de París y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.