Hans Bellmer - Anatomía de la imagen
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- Libro:Anatomía de la imagen
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- Editor:ePubLibre
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- Año:1957
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Anatomía de la imagen: resumen, descripción y anotación
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«No pretendemos enumerar las incontables posibilidades de integración y desintegración, a partir de las que el deseo da forma a la imagen del deseo; sin embargo podemos prever una deriva de esos sueños interanatómicos en la superficie de la conciencia…».
Hans Bellmer
ePub r1.0
Titivillus 17.10.16
Título original: Petite anatomie de l’inconscient physique ou L’anatomie de l’image
Hans Bellmer, 1957
Traducción: Elisenda Julibert
Ilustraciones: Hans Bellmer
Retoque de cubierta: RLull
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
[1] No es posible ofrecer traducción de estos palíndromos porque dejarían de serlo. En castellano, un ejemplo común es: «Dábale arroz a la zorra el abad». En un artículo titulado «Acá sólo Tito lo saca», Enrique Vila-Matas, evocando el gusto de Monterroso por los palíndromos (y su habilidad), reúne algunos ejemplos: «a su mal no calla con la musa», «Adán no calla con nada», «así me trae Artemisa», «a ser gitana, tigresa», «salta Lenin el Atlas»… (N. de la t.).
[2] Jean l’Hermite, L’Image de notre corps.
[3]Ibíd.
[4] En francés existe una proximidad fonética y gráfica irreproducible en castellano, entre las palabras «sentado» (assis) y «plato» (assiette), que no obstante traducimos por «bandeja» para conservar el género femenino. (N. de la t.).
[5] También aquí existe una proximidad entre las palabras que denominan los distintos objetos, irreproducible en castellano: el plato (assiete) y el asiento (siège). (N. de la t.).
[6] «Durante los primeros días de meditación, me sumía como de costumbre en un estado de torpeza cuando sentía que me convertía en un sexo erecto… La idea de ser —mi cuerpo, mi cabeza— un gran pene erecto resultaba tan loca que me hubiera gustado reír. La cómica idea surgió como una tremenda erección, mi cuerpo estaba completamente tenso como un pene empalmado, y no había más salida que eyacular. Por lo demás, me resultaba imposible reír de tan duro como estaba…» (Georges Bataille).
[7] Joe Bousquet, Le Mal d’erifance.
[8] Los anagramas franceses son de Nora Mitrani y Hans Bellmer. Joe Bousquet colaboró en las líneas 4, 7 y 13. Los anagramas en alemán son de Hans Bellmer (1954).
[9] Lévy-Bruhl, Le Surnaturel et la nature dans la mentalité primitive.
[10] Una vez más, aquí resulta imposible la traducción, pues lo que está en juego es la similitud fonética entre dos expresiones, en este caso «paquet ficelé» y los sonidos marcados en versalita por el propio autor, «pas que’Et…», que en francés suenan efectivamente igual que «paquet». (N de la t.)
«El escorpión cura al escorpión».
PARACELSO
Pienso que los diferentes modos de expresión: la pose, el gesto, los actos, el sonido, la palabra, d. grafismo, la creación de objetos…, son todos el resultado de un mismo conjunto de mecanismos psicofisiológicos, y obedecen a una misma ley de nacimiento. La expresión elemental, la que no tiene un propósito comunicativo preconcebido, es un reflejo. ¿A qué necesidad, a qué impulso del cuerpo obedece?
Entre los reflejos que provoca un dolor de muelas podemos fijarnos, por ejemplo, en la contracción violenta de los músculos de la mano y de los dedos, cuyas uñas se hunden en la piel. Esta mano crispada es un foco artificial de excitación, una «muela» virtual que desvía, atrayéndola, la corriente de sangre y la corriente nerviosa del foco real del dolor, para diminuir su existencia. El dolor de la muela se desdobla, pues, a expensas de la mano; su expresión, el «pathos lógico», será su resultado visible,
¿Hay que concluir, entonces, que tanto la más violenta como la más imperceptible modificación refleja del cuerpo, del rostro, de un miembro, de la lengua, de un músculo, podrían explicarse como tendencia a desorientar, a desdoblar un dolor, a crear un centro «Virtual» de excitación? En efecto, y ello implica concebir la continuidad deseable de nuestra vida expresiva en forma de una sucesión de desplazamientos deliberativos que llevan del malestar a su imagen. La expresión, con lo que comporta de placer, es un dolor desplazado, una liberación.
* * *
La formación, bastante extraña, de tales centros virtuales de excitación parece constituir el factor esencial de la expresión, y debería ser objeto de investigaciones más continuadas. El dominio de exploración sería el de las percepciones interiores, conscientes o inconscientes, de nuestro organismo, y el de las migraciones de su centro de excitación predominante; percepciones donde se inscriben las «tensiones musculares», «la orientación en el espacio», «las sensaciones táctiles», junto con «las facultades auditivas y olfativas» que se les asocian.
A primera vista puede advertirse que el vocabulario habitual encontrará dificultades para adaptarse al mundo en perpetuo movimiento de estos esquemas interoceptivos, cada uno de los cuales copia a los otros y cuya descripción simultánea no se ha cultivado demasiado.
Cómo describir, sin empobrecerlo, el plano de situación de una niña sentada que «sueña», que se inclina indolentemente sobre la mesa —con el hombro izquierdo encogido y el brazo estirado—, que oculta la instintiva caricia de su mentón entre la axila y el pecho, inclinando la cabeza al mismo lado que el brazo y el hombro, cuya presión, reflejándose en la contrapresión de su base de apoyo, se desliza disminuyendo a lo largo de sus músculos, se detiene en torno a la articulación, prosigue por el codo, pasa ya debilitada por el puño ligeramente levantado, cobra un último impulso al descender por la mano para desembocar, entre la punta del índice y la superficie de la mesa, en el acento agudo de un granito de azúcar.
Se advierte con bastante claridad que una cierta lasitud de la niña por la noche determina esta actitud que juega con ensoñaciones compensatorias, con promesas que comprende más o menos, de orden afectivo y sexual. Dado que de momento la prohibición del placer es un hecho indiscutible, de ello resulta la necesidad de negar la causa del conflicto, de borrar la existencia del sexo y de su zona, de «amputado», incluidas las piernas. La imagen, sin embargo, sigue estando disponible, preparada para descubrir una significación, un lugar vacante, para revestirse así de una realidad permitida.
Cuando se establece la analogía «sexo-hombro», mediante el gesto intuitivo del mentón, las dos imágenes entremezclan sus contenidos superponiéndose, el sexo a la axila, la pierna naturalmente al brazo, el pie a la mano, los dedos del pie a los de la mano. El resultado es una extraña fusión de lo «real» y lo «virtual», de lo «permitido» y lo «prohibido», de componentes en los que se gana vagamente en actualidad por un lado lo que se cede por el otro; y el resultado es una amalgama ambigua de «percepción pura» y de «representación pura», en la curva irisada por el leve desajuste de dos contenidos que se quiere hacer converger pero que se oponen. El choque de la confusión añadida, un cierto «vértigo», parece ser el síntoma y el criterio de la eficacia interior, de la probabilidad de esa solución. Y se diría que delata la presencia en el organismo de un espíritu de contradicción, de intenciones bastante irracionales, proclive al absurdo, cuando no a lo escandaloso. Un espíritu que se obcecaría en proporcionar las pruebas de una realidad particular mediante la realización incluso de lo imposible.
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