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Harold Bloom - El ángel caído

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Harold Bloom El ángel caído
  • Libro:
    El ángel caído
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2007
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El ángel caído: resumen, descripción y anotación

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Harold Bloom autor de El canon occidental ha escrito este precioso libro - photo 1

Harold Bloom, autor de El canon occidental, ha escrito este precioso libro regalo donde vuelve a combinar su permanente interés por la religión y por la literatura. El punto de partida es la figura de los ángeles. Bloom está especialmente preocupado por una subespecie de ángeles: los ángeles caídos. Examina la tradición literaria sobre ángeles, a través de autores como Tony Kushner, gran estudiador de los ángeles, o pasajes de la Biblia de Milton.

Un ángel caído es un ángel que ha sido expulsado del cielo por rebelarse o desobedecer a los mandatos de Dios. El texto de Bloom está acompañado por una docena de acuarelas originales del galardonado artista Marc Podwal, artista que expone regularmente en el Metropolitan Museum of Art. Todo ángel es aterrador, sostiene Bloom, ya que afirma que todos los ángeles son ángeles caídos. La imagen de Satanás, el mayor de los ángeles caídos, fascina y asusta a la vez. Bloom cree que todos los seres humanos tenemos algo de ángeles, de ángeles caídos. A lo largo de la literatura universal, los ángeles siempre han servido como metáfora de la muerte.

«Deseamos que los demonios y los diablos nos entretengan, a una prudente distancia, y que los ángeles nos reconforten y cuiden de nosotros. Pero los ángeles caídos resultan incómodos por su proximidad al ser humano, puesto que en parte y en definitiva, no somos sino ángeles caídos».

Harold Bloom El ángel caído ePub r10 Titivillus 020717 Título original - photo 2

Harold Bloom

El ángel caído

ePub r1.0

Titivillus 02.07.17

Título original: Fallen Angels

Harold Bloom, 2007

Traducción: Alicia Capel Tatjer

Ilustraciones: Mark Podwal

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

EL ÁNGEL CAÍDO Los demonios y el Diablo o los diablos resultan más - photo 3

EL ÁNGEL CAÍDO

Los demonios y el Diablo —o los diablos— resultan más interesantes en los contextos literario y visual que en lo que queda de los textos canónicos de la fe cristiana. Ni siquiera san Agustín está interesado en la individualidad de Satanás; para san Agustín, Satanás es, sobre todo, útil, un aspecto en el que, según insiste, sigue a Pablo. Yo mismo soy leal al sublime Oscar Wilde, que siempre tenía razón e insistió en que todo arte era perfectamente inútil. Si usted es la clase de cristiano dogmático que en mayor o menor medida coincide con san Pablo y san Agustín, entonces ahora para usted Satanás es más que útil: lo necesita. Pero si sus intereses son principalmente estéticos, entonces Satanás sólo tiene importancia para usted allí donde ha sido representado de manera sublime, como lo hizo John Milton. Y para Milton Satanás únicamente era importante porque la idea de los ángeles caídos tenía importancia para los humanos. Vuelvo ahora a mi afirmación principal: si nosotros somos satánicos es principalmente porque compartimos el dilema de Satanás sobre lo que significa ser un ángel caído. Hamlet, como siempre, expresa mejor esta preocupación: «¡Qué obra maestra es el hombre! ¡Cuán noble por su razón! ¡Cuán infinito en facultades, en forma y movimientos! ¡Cuán expresivo y maravilloso en sus acciones! ¡Qué parecido a un ángel en su inteligencia, qué semejante a un dios! ¡La maravilla del mundo! ¡El arquetipo de los seres! Y sin embargo, ¿qué es para mí esa quintaesencia del polvo?».

«¡Qué parecido a un ángel en su inteligencia!»: para Shakespeare, «inteligencia» empieza como una percepción sensorial, pero después se convierte en un modo inventivo de anticipación. Hamlet es, en mayor medida que los héroes de Byron, un ángel caído; Horacio anuncia coros angélicos acompañando al príncipe a su celeste descanso. En Hamlet —como incluso en los mejores de nosotros— predomina la cualidad de caído, aunque la inteligencia o aprehensión angelical siempre permanece. Eso nos vuelve a llevar a la permanente fascinación por la idea de los ángeles: ¿somos una parodia de ellos, o acaso nos sugieren, como hicieron con Hamlet, algo divino sobre la imaginación humana, con su aprehensión de algo que está eternamente a punto de ser? La anticipación que parece invadirnos sigilosamente en momentos de exaltación es un modo angélico de aprehensión. Incluso aunque los ángeles siempre hayan sido metáforas de posibilidades humanas tanto no realizadas como frustradas, es importante que entendamos mejor lo que estas metáforas insinúan.

Las interpretaciones ortodoxas de los ángeles tienden a hacer una rígida distinción entre los caídos y los no caídos, y por tanto también convierten a los ángeles en seres demasiado ajenos a nosotros para poder entenderlos plenamente. Estos días, en nuestro país, muchos de nosotros nos comportamos de forma algo ridicula con respecto a los ángeles, pues los vemos por todas partes. En el pensamiento popular no hay mucha diferencia entre John Travolta haciendo de ángel o de presidente Clinton: un casi querubín parece tan bueno como el otro. Metafórica y humanamente, creo que tanto alejarse como menospreciar la idea de ángel supone una gran pérdida. Uno de los encuentros angélicos más impresionantes (y ambiguos) es la lucha que tiene lugar durante toda la noche entre Jacob y un sin nombre entre los elohim, o hijos de Dios. Cito aquí el texto de la Biblia en la versión del rey Jacobo, o versión autorizada:

Esa noche se levantó y tomó a sus dos mujeres, a sus dos siervas y a sus once hijos, y cruzó el vado de Jaboq.

Y los tomó y los hizo cruzar la corriente, y envió del otro lado todas sus posesiones.

Quedóse Jacob solo y un hombre luchó con él hasta el amanecer.

Cuando el hombre vio que no podía vencerlo, tocó la coyuntura superior del muslo, de modo que Jacob se dislocó la cadera luchando con él.

Entonces éste dijo: «Déjame ir, pues ya ha amanecido». Y él dijo: «No te dejaré ir si no me bendices».

Él le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». «Jacob», contestó éste.

Y él le dijo: «No te llamarás ya en adelante Jacob, sino Israel, pues has luchado con Dios y con hombres, y has vencido».

Rogóle Jacob: «Dame, por favor, a conocer tu nombre»; pero él le contestó: «¿Para qué preguntas por mi nombre?». Y le bendijo allí.

Jacob llamó a aquel lugar Paniel, pues dijo: «He visto a Dios cara a cara y ha quedado a salvo mi vida».

Salía el sol cuando salió de Paniel e iba cojeando del muslo.

En el protestantismo, la historia de «Jacob el luchador» se interpreta como una lucha de amor entre el propio Dios y Jacob. Las antiguas autoridades judías, empezando por el profeta Hosea, tendieron a identificar a ese «hombre» sin nombre con un ángel. El nuevo nombre de Jacob, Israel, con frecuencia fue interpretado como «el hombre que vio a Dios». De alguna manera a Dios se le atribuye el mérito de ayudar a Jacob en la lucha por contener al ángel hasta el amanecer. Pero ni la interpretación protestante ni la judía más restrictiva me parecen adecuadas. Una lucha que te incapacita para toda la vida no parece un acto muy afectuoso, y además Jacob pelea completamente solo, su voluntad contra la voluntad del ángel sin nombre.

¿Quién es ese ángel que teme el amanecer? Algunos primeros comentaristas lo llamaron Metatrón, mientras que otros (con los cuales estoy casi de acuerdo) le asignaron el papel de Samael, el ángel de la muerte. Jacob, quien teme ser asesinado por su medio hermano agraviado Esaú, al día siguiente tiende una emboscada al ángel y deja que se vaya antes de que salgan las primeras luces; recibe la bendición del nuevo nombre, Israel, y él mismo se convierte de esta manera en un ángel, según textos esotéricos posteriores. Soy lo suficientemente poco ortodoxo o gnóstico para afirmar que el Jacob retratado por el yahvista o escritor J es un astuto embaucador, un superviviente que por lo general se distingue más por la astucia que por el valor. En efecto, su asombroso y desesperado valor al tender una emboscada al ángel de la muerte resulta tan convincente porque no se transforma realmente cuando recibe la bendición del ángel. Siendo una especie de ángel caído cuando es Jacob, sigue siendo un ángel caído cuando se convierte en Israel. Evidentemente, he despojado al adjetivo paulino-agustiniano «caído» de casi todos sus significados teológicos, por lo que para mí un ángel caído y un ser humano son dos términos para la misma entidad o condición.

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