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JAMES JOYCE
EDMUND WILSON
Traducción de Luis Maristany
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La primera obra de ficción de James Joyce, el volumen de relatos titulado Dubliners, concluida en 1904, tenía que ser publicada por un editor de Dublín, pero por una combinación de razones, que incluyen la supuesta impropiedad de algunas narraciones, la mención por su nombre real de tiendas, restaurantes y tabernas de Dublín y ciertas referencias poco respetuosas a la reina Victoria y a Eduardo VII por parte de uno de los personajes, los editores irlandeses no se atrevieron a publicar el libro hasta que salió por primera vez en Inglaterra en 1914, diez años después de ser escrito. A Portrait of the Artist as a Young Man se publicó primero en Nueva York en 1916. Ambos libros tenían muy poco en común con la narrativa inglesa que por entonces se escribía: los novelistas típicos de aquel tiempo eran H.G. Wells y Arnold Bennett, y Joyce no se parecía en lo más mínimo a ninguno de ellos. En su reciente renacimiento literario los irlandeses se hallaban más próximos al continente que a Londres, y James Joyce, como George Moore, trabajaba en la tradición de la narrativa francesa, no de la inglesa. Dubliners era obra francesa por su objetividad, su sobriedad y su ironía, al mismo tiempo que sus párrafos discurrían con una musicalidad y gracia bastante distintas de la cualidad tensa y metálica de Maupassant y Flaubert. Y A Portrait of the Artist as a Young Man, surgido en una época en que el público ya estaba harto de las tiernas historias de delicados adolescentes —los Edward Ponderevo, los Clayhanger, los Jacob Stahl, los Michael Fane—, no sólo llamó la atención, sino que fue la causa también de que la mayoría de estos libros parecieran psicológicamente superficiales y de bajísima calidad artística.
Ulysses se publicó en París en 1922. Originalmente se había concebido como relato breve para Dubliners y tenía que titularse Mr. Bloom’s Day in Dublin, o algo parecido. Pero esta idea se combinó después con la ulterior historia de Stephen Dedalus, el protagonista del autobiográfico A Portrait of the Artist as a Young Man. Sin embargo, Ulysses, en su forma definitiva como volumen de setecientas y pico de páginas, se perfiló como algo enteramente distinto de cualquiera de los primeros libros de Joyce, y debe ser abordado desde un punto de vista distinto al de si fuera, como los otros, una simple obra de la narrativa naturalista.
La clave de Ulysses está en su título, y esta clave es indispensable si hemos de apreciar la hondura y alcance reales del libro. Ulises, tal como figura en la Odisea, es el griego medio típico en cuanto a inteligencia: entre los demás héroes, se distingue por un saber astuto más que exaltado, y por el sentido común, la rapidez y el nervio, más que, digamos, por la bravura de un Aquiles o la firmeza y corpulencia de un Héctor. La Odisea presenta un hombre así prácticamente en todas las situaciones y relaciones de la vida humana ordinaria: en el curso de sus viajes, Ulises pasa por los peligros de tentaciones y pruebas y sobrevive a todas ellas gracias a su agudeza, hasta volver a su hogar y familia y reafirmarse allí como dueño. La Odisea proporciona así un modelo clásico al escritor que intenta una épica moderna del hombre ordinario, un modelo particularmente atractivo para el escritor moderno a causa de la efectividad calculada, la evidente sofisticación, de su forma. Por un rasgo que trasciende a algunas de las novelas de Conrad, Homero enmarcó los viajes de Ulises entre un grupo introductorio de libros en que nuestro interés por el héroe, previo a su aparición, se suscita por la búsqueda que emprende Telémaco de su padre perdido, y un grupo culminante de libros que ofrece a gran escala y de modo dramático el retorno a casa del viajero.
Ahora bien, Ulysses de Joyce es una Odisea moderna que sigue muy de cerca la Odisea clásica tanto por el tema como por la forma; y la significación de los personajes e incidentes de su narrativa en apariencia naturalista no puede propiamente entenderse sin referencia al original homérico. El Telémaco de Joyce es en los primeros libros Stephen Dedalus, esto es, el propio Joyce. Los Dedalus, según ya se nos revela en A Portrait of the Artist as a Young Man, son una familia apacible y pobre de Dublín. El padre de Stephen, Simon Dedalus, pasó por variados empleos para acabar siendo nada en especial, un bebedor, un deportista en decadencia, un tenor aficionado, un personaje bien conocido de los bares. Pero Stephen recibió una buena educación en un colegio de jesuitas, y al final de la primera novela lo vemos a punto de trasladarse a Francia para estudiar y escribir.
Al comienzo de Ulysses está desde hace un año de regreso en Dublín: volvió a casa desde París al recibir un telegrama con la noticia de que su madre se moría. Y ahora, al cabo de un año de su muerte, la familia Dedalus, ya reducida a la pobreza, se ha desmoralizado y desintegrado por completo. Mientras los hermanos y hermanas jóvenes de Stephen no tienen lo suficiente para comer, Simon Dedalus hace la ronda por las tabernas. Stephen, que estuvo siempre resentido con su padre, siente que en realidad no tienen padre. Se halla más aislado que nunca en Dublín. Es Telémaco en busca de un Ulises. Su amigo, el estudiante de medicina Buck Mulligan, con quien comparte una vieja torre en la costa y que se imagina compartir también los gustos artísticos y los intereses intelectuales de Stephen, en la práctica lo humilla al protegerle y ridiculiza sus aptitudes y ambiciones. Es Antínoo, el más atrevido de los pretendientes de Penélope, que mientras Ulises está ausente, trata de hacerse dueño de la casa y se burla de Telémaco. Stephen anunció al término de la primera novela: «I go… to forge in the smithy of my soul the uncreated conscience of my race»; Es Atenea, que, a guisa de Mentor, proporciona a Telémaco el barco; y el recuerdo de Kevin Egan, un exiliado irlandés en Dublín, es el Menelao que le desea un próspero viaje.
Ahora la escena cambia, como ocurre en la Odisea, al propio Ulises perdido. El Ulises de Joyce es un judío de Dublín, un agente de publicidad llamado Bloom. Como Stephen, vive entre extraños: judío e hijo de padre húngaro, se siente poco menos que extranjero entre los irlandeses; y hombre de escasas aptitudes, pero de sensibilidad e inteligencia auténticas, poco tiene en común con el mundo de baja clase media en que vive. Se casó hace dieciséis años con la lozana hija de un oficial del ejército irlandés, cantante profesional, de prodigioso apetito sexual, que le ha sido infiel de modo continuo e indiscriminado. Han tenido una hija, ya mayor, que al parecer va por el camino de su madre; y un hijo, en quien Bloom había puesto esperanzas de que algún día se vería en él mejorado a sí mismo, pero que murió once días después de nacer. Las cosas no fueron igual entre los Bloom desde la muerte del hijo; hace ya más de diez años que Bloom no ha intentado el coito con su mujer, como si el nacimiento del enfermizo Rudy le hubiera desalentado y puesto en duda su virilidad. Sabe que su mujer tiene amantes, pero no se queja ni trata de interferir; hasta se resigna a que acepte dinero de ellos. Es un Ulises sin Telémaco y separado de su Penélope.
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