participación, todo amor nos enriquece.
Agradecimientos
Quiero agradecer aquí a todas las personas que desde la Cátedra UNESCO de Filosofía para la Paz de la Universitat Jaume I de Castellón me han apoyado en la elaboración de este libro, especialmente a Vicent Martínez Guzmán, que además de mentor y maestro siempre ha sabido ser mi amigo y a Eloísa Nos Aldás por sus buenos consejos y ánimos constantes. También a los estudiantes del Máster Internacional en Estudios de Paz, Conflictos y Desarrollo de la misma Universidad, con quienes he podido debatir y profundizar en algunos de los contenidos que presento aquí.
A mis compañeros del Departamento de Filosofía y Sociología, mi espacio habitual de trabajo y convivencia cotidiana. Gracias por estar ahí.
Finalmente dedico este libro a mi familia, mi fuente de energía y vitalidad. Especialmente a mi hijo David con quien aprendo en la práctica y no sólo en la teoría los entresijos, desvelos y alegrías del cuidar.
Introducción
El principal propósito a la hora de elaborar este libro ha sido aportar algo de luz, aunque sea de luciérnaga, sobre un aspecto poco explorado: el cuidado y la ternura como competencias humanas para una convivencia en paz. Diría con Peta Bowden que mi punto de partida es la intuición de que el cuidado es éticamente importante (Bowden, 1997: 1). Debemos recordar, reconstruir, aprender y recuperar todas nuestras habilidades para vivir en paz, y el cuidado de las personas es una vertebral, que sin embargo ha sido demasiado tiempo relegada al olvido y merece ser visibilizada.
Con sólo observar las noticias en la televisión o leer los periódicos nos podemos percatar del grado de violencia, estrés y angustia al que llega demasiadas veces nuestra cultura. Quizás debamos empezar por nosotros mismos, por nuestros familiares y vecinos a recuperar y practicar aquellas habilidades que nos hacen vivir de forma más feliz y pacífica. Ya lo dijo Gandhi, «no hay un camino hacia la paz, la paz es el camino». Quizás podamos aprender de la experiencia de aquellos que han estado tradicionalmente enmudecidos por nuestra sociedad: la naturaleza, las otras culturas y las mujeres. Ésta es la principal razón por la que he elegido este tema de estudio.
Algunas preguntas que pueden ayudar a poner de relieve cuáles son los objetivos y contenidos de este libro son las siguientes: ¿es el cuidado una competencia humana que favorece la creación de una cultura para la paz?, ¿de qué forma?, ¿se puede educar en valores como la ternura y el cuidado?, desde los estudios para la paz ¿podemos aprender de la experiencia femenina?, ¿es la práctica del cuidado un rol de género o un valor humano?, ¿qué condiciones son necesarias para la práctica del cuidado y de la ternura?
Así pues el objetivo general de este trabajo es potenciar la importancia del cuidado, la ternura, la dulzura y el amor como prácticas sociales de transformación pacífica de conflictos. Este objetivo general, se traduce en dos objetivos específicos. En primer lugar, la reconstrucción normativa de nuestras habilidades para el cuidado, la ternura y la preocupación por los demás y sus aportaciones a una Cultura para la Paz. En segundo lugar, la justificación de la necesidad de incluir en el diseño curricular de una Educación para la Paz la coeducación en el cuidado. Ciertamente, éste es un trabajo casi exclusivamente justificativo del papel del cuidado como comportamiento social que colabora en la transformación pacífica de los conflictos, en la reproducción de valores morales y en el desarrollo de habilidades para la convivencia. Por todo ello propongo incluir la educación en el cuidado como contenido curricular de una educación para la paz.
El punto de partida de esta investigación es el concepto de culturas para hacer las paces . Concepto que desde la Cátedra UNESCO de Filosofía para la Paz de la Universitat Jaume I de Castellón utilizamos a partir de una modificación del concepto Cultura de Paz propuesto por la UNESCO y que se consolidó gracias a la proclamación del año 2000 como Año Internacional de la Cultura de Paz. Este concepto fue elaborado por la UNESCO a partir de los años 90 y está también relacionado con uno de los nuevos derechos humanos que forma ya parte de los llamados Derechos Humanos de la Tercera Generación que es el derecho a la paz. Uno de los referentes bibliográficos más importantes al respecto es el libro del propio exdirector general de la UNESCO, Federico Mayor Zaragozá, La nueva página . Se trata de profundizar en la dimensión teórica y su aplicación práctica en la educación, del mencionado concepto como alternativa a la cultura de la guerra predominante en nuestra civilización. Sigo la propuesta de la UNESCO de que la guerra ha aparecido en la mente de las personas y es en la mente de las personas donde debe aparecer la paz.
Del concepto culturas para hacer las paces vale la pena destacar tres elementos principales (Martínez Guzmán, 2003: 55-57). En primer lugar, entendemos cultura desde su sentido etimológico como cultivo, «la cultura como la manera peculiar que los seres humanos tienen de cultivar las relaciones entre ellos mismos y entre ellos y la naturaleza» (2003: 56). En segundo lugar, entendemos que no existe una única cultura, una sola forma de cultivar las relaciones entre los seres humanos y entre éstos y la naturaleza. Existen muchas culturas, muchas y diversas formas de cultivar nuestras relaciones. Así tampoco existe una única cultura de paz, sino que hay muchas y diferentes formas de cultivar la paz, tantas como culturas y como personas. En tercer lugar cabe reconocer que los seres humanos somos competentes no sólo para matarnos, excluirnos, marginarnos, como nos muestran a diario los distintos medios de comunicación, sino que también somos competentes para ayudarnos, solidarizarnos, para cuidar unos de otros, para hacer las paces . Así pues se trata de que cultivemos las distintas posibilidades y competencias que tenemos para hacer las paces, y estoy convencida de que una de esas competencias, una importante y radical al ser humano, es la capacidad para cuidar. Una capacidad que está en el fundamento de toda convivencia.
Al referirnos al concepto de culturas para hacer las paces hacemos referencia a aquellos aspectos culturales que facilitan una convivencia en paz. Una cultura para la paz es una cultura en la que cultivamos aquellos valores y actitudes que nos ayudan a vivir en paz. Pero no existe sólo la cultura. Existen las culturas: la pluralidad de maneras en que los seres humanos organizamos nuestras relaciones, con la naturaleza, persona a persona o de manera transpersonal (Martínez Guzmán, 1999a: 87; 2004: 210). En tanto que la cultura proviene de una socialización y de un aprendizaje puede modificarse y evolucionar. De hecho hay muchas culturas diferentes en el planeta. Por eso es importante hablar más bien de culturas para hacer las paces que de cultura para la paz, porque hay muchas formas de vivir en paz. Podemos aprender de otras culturas formas diferentes de transformar los conflictos, formas diferentes de cuidarnos y de hacer las paces. Además, el término culturas para las paces hace referencia a la indispensable diversidad e interculturalidad que necesita la paz. No hay nada más violento culturalmente hablando que la homogeneización y no hay nada más rico y más pacífico humanamente hablando que la diversidad cultural.
Las mujeres han tenido un papel fundamental a la hora de construir culturas para la paz, Elise Boulding, en su famoso libro Cultures of Peace señala el importante papel desarrollado por las mujeres en la creación de cultura para la paz y cómo las culturas para la paz se relacionan directa o indirectamente con las mujeres (Boulding, 2000; Morrison, 2006: 169-183).