CAPÍTULO XIII
Relatar la vida laboral.
Pistas para investigar el sufrimiento laboral
en el capitalismo contemporáneo
Carolina Besoain
Marcelo Astorga
Introducción
El informe del PNUD del año 1998, titulado: “Las paradojas de la modernización”, constataba expresiones de malestar asociadas al desarrollo económico, político, social y cultural del país. La paradoja planteada tenía que ver con el notable crecimiento económico ocurrido en Chile durante los noventa, el cual, sin embargo, no se traducía en una experiencia de bienestar entre los chilenos. El informe planteó en aquellos años como causa de aquel malestar el mismo proceso de modernización, desde la hipótesis de que el malestar correspondería a “la expresión larvada de situaciones de inseguridad e incertidumbre” (PNUD, 1998, p. 53).
Este diagnóstico abrió la discusión en torno de las condiciones estructurales que instalaban los procesos de modernización y las posibilidades de desarrollo humano en Chile. El estudio más que respuestas definitivas, permitió abrir un conjunto de preguntas, aún vigentes y atingentes al mundo del trabajo chileno y al tipo de subjetividad que estas transformaciones sociales están poniendo en juego.
La situación del capitalismo contemporáneo ha transformado el mundo del trabajo, tanto su organización como los modos del sufrimiento laboral. En este capítulo desarrollaremos las razones que hacen del trabajo con relatos de vida una herramienta privilegiada para comprender la relación entre trabajo y sufrimiento. Sostenemos que la condición del trabajo contemporáneo ha obligado a los sujetos a internalizar y administrar individualmente las contradicciones del capitalismo, dando lugar a nuevas formas de sufrimiento psíquico. El relato de vida permite escuchar los recorridos en torno al trabajo dando sentido a la propia experiencia en medio de la paradoja.
Una aproximación clínico-biográfica al trabajo permite dar cuenta de la centralidad que tiene el trabajo en los procesos de subjetivación. Nuestro punto de partida es la tesis de que los modos de organización del trabajo tienen un efecto colonizador de diferentes aspectos de la subjetividad, afectando la organización de la psique y generando conflictos de nuevo tipo. Esta tesis es compartida por numerosas investigaciones nacionales e internacionales que atribuyen parte importante de los problemas de salud mental a las grandes transformaciones experimentadas por el mundo del trabajo (Araujo & Martuccelli, 2012; Dejours, 2012 ; Dejours,2014; de Gaulejac & Aubert, 1993; Sennett, 2000). Así, la relación que cada sujeto sostiene con el trabajo tiene impactos mucho más allá del espacio de la oficina o la empresa. Estos impactos han sido conceptualizados por distintos autores, de modo diversos, tales como, la sociedad del cansancio (Han, 2012), workaholic (Schor, 1991), cronofagia (Araujo & Martuccelli, 2012), hiperactividad profesional (Dejours, 2007), costes de la excelencia (de Gaulejac & Aubert, 1993) entre otros.
Trabajo y capitalismo flexible
Existe consenso en la literatura respecto de los cambios que desde los años setenta se est án produciendo en el capitalismo y la organización del trabajo, desde un régimen de acumulación propio del fordismo-keynesiano a un régimen de acumulación flexible asociado a nuevos modos de regulación social, poli ́ tica y cultural (Neffa, 1998; De la Garza, 2000). Estos últimos han implicado la flexibilización de los procesos y mercados laborales, una creciente movilidad geográfica y rápidos desplazamientos en las prácticas de consumo.
El fordismo a mediados de los sesenta comienza a dar indicios de graves problemas para contener las contradicciones inherentes al capitalismo. La confrontación directa con las rigideces del fordismo dio origen a una nueva fase de acumulación, que apela a la flexibilidad de los procesos laborales, los mercados de la mano de obra, los productos y las pautas del consumo. El nuevo régimen de acumulación flexible se caracteriza por una increíble liberalización del capital financiero como medio para transferir fondos y relocalizar la producción, asumiendo el papel antes asignado al Estado, que parecía ser ahora una institución demasiado rígida (Harvey, 2008).
Esta nueva fase del capitalismo ha significado cambios acelerados en la estructuración del desarrollo, dando lugar a un gran aumento del empleo en el “sector de servicios” así como a nuevos conglomerados industriales en regiones hasta ahora “subdesarrolladas”. El nuevo régimen ha implicado la mantención de altos niveles de desempleo estructural, muy módicos aumentos en el salario real y un importante retroceso del poder sindical, uno de los pilares políticos del régimen fordista. La insistencia en la flexibilidad significó el desmantelamiento de instituciones consideradas demasiado rígidas como los sindicatos, así como del Estado de Bienestar, acusado de ser una barrera burocrática para la flexibilidad. Lo anterior, en conjunto con la fuerte volatilidad del mercado, la mayor competencia y la disminución de los márgenes de ganancia, ha generado una reestructuración radical del mercado laboral, impulsando regímenes y contratos laborales mucho más flexibles y el desplazamiento del empleo regular hacia los contratos o subcontratos de trabajo temporal o medio tiempo. La tendencia actual en los mercados laborales es reducir el número de trabajadores contratados a tiempo completo y permanente, y apelar cada vez más a una fuerza de trabajo que pueda reclutarse y despedirse con la misma rapidez, sin costos cuando los negocios empeoran (Harvey, 2008).
Wacquant (2010), refiriéndose a la mutación del trabajo asalariado tanto por la eliminación de millones de empleos semicalificados como por la degradación y dispersión de las condiciones básicas de empleo, remuneración y seguridad social para los trabajadores, señala que el mismo contrato salarial se ha convertido en una fuente de fragmentación y precariedad, y no de homogeneidad y seguridad social.
En lo que respecta a América Latina, varios autores (Baño & Faletto, 1999; De la Garza, 2000; Ruiz, 2007) atienden al hecho que lo que se ha transformado es la base productiva de las sociedades latinoamericanas y por consiguiente ha ocurrido un proceso de desestructuración de la clase trabajadora (precarización del trabajo, empleo informal, etc.), fenómeno global pero que adquiere características particulares en la región producto de las dictaduras y los regímenes políticos de los últimos 40 años.
Queda el desafío entonces respecto a observar tanto las condiciones estructurales chilenas como las experiencias de los sujetos en torno a esta dimensión y su relación con el malestar y el sufrimiento. En este plano la clínica del trabajo aparece del todo pertinente en su promoción de reflexiones en torno al sufrimiento en el trabajo. Desde la perspectiva de los relatos de vida, la cuestión es preguntarse cuánto y cómo la dimensión laboral estructura la vida cotidiana.
El estudio de Araujo y Martuccelli (2012) es interesante al respecto, al proponer el término cronofagia para comprender la extensión e intensidad de la jornada laboral en nuestro país. Los autores se preguntan por qué se trabaja tanto en Chile y señalan una experiencia constante de desmesura laboral entre los chilenos. De acuerdo a sus investigaciones, la experiencia de los chilenos es la de una percepción generalizada de exigencias y presión que aparecen como un incesante empuje a la acción que es vivida, con frecuencia, como transgresión de los límites propios. Por último, concluyen que una forma de caracterizar el mundo del trabajo en el Chile actual es la personalización del sentido del trabajo, siendo este siempre autorreferido, es decir, se trata de sentidos que estarían disociados de referentes discursivos colectivos respecto del significado del trabajo.