Quiero agradecer a Concha de Haro y Francesca Spattaro, por su gran ayuda en la investigación del material.
A Pablo, mi esposo, por su incondicional apoyo.
A Adriana Arvide por su creatividad para las ilustraciones. A Paola Quintana, Guadalupe Gavaldón, Carla Cue y Andrea Berrondo, por su asesoría y atinada crítica.
A mis editores, Armando Collazos, Vicente Herrasti y Karina Simpson por su gran apoyo. Y a Alejandra Romero por su dedicación.
Fija una meta…
y alcánzala
Subir montañas encrespadas requiere
pequeños pasos al comienzo.
WILLIAM SHAKESPEARE
“C ontinuaba subiendo y la montaña se hacía cada vez más empinada”. Al decir esto, Lance Armstrong, varias veces ganador de la Vuelta de Francia ( Tour de France ), no sólo se refería a la carrera ciclista más extenuante que hay sobre la Tierra, sino a la forma cómo venció un cáncer testicular muy agresivo con metástasis en el cerebro y en los pulmones. Su coraje y ganas de vivir son un gran ejemplo y esperanza para todos.
Después de ganar en 1996 una importante carrera, no levantó los brazos en señal de triunfo, pues no podía respirar y se sentía agotado. “Soporta —se decía a sí mismo—, no puedes darte el lujo de estar cansado”. Los Juegos Olímpicos de Atlanta y la Vuelta de Francia se aproximaban.
“Sabía que algo en mí no estaba bien, pero los atletas, especialmente los ciclistas, tendemos a negar todo. Ignoramos la lluvia, el viento, el frío, los dolores en el cuello, en las piernas, en los pies, en las manos y, por supuesto, en el trasero. Lo único que tienes en mente es alcanzar la meta.”
Una fuerte migraña, una incesante tos y un dolor en el testículo, largo tiempo ignorado, lo obligaron a ir con el médico. Después de una serie de análisis, el diagnóstico fue fulminante: cáncer, con sólo 40 por ciento de posibilidades de sobrevivir.
“El pasado forma, nos guste o no”, escribe Armstrong en su libro It’s Not About the Bike . “Cada encuentro y experiencia que tenemos nos da forma, como el viento lo hace con el mezquite en el llano.”
“Haz del obstáculo una oportunidad y encuéntrale lo positivo a lo negativo”, le decía su mamá, a quien reconoce responsable de gran parte de sus triunfos. Desde niño, su mamá le introyectó en los huesos que para ganar cualquier competencia se necesita apretar los dientes y cruzar la línea aunque sea a pie o arrastrándose. “Si no das tu 110 por ciento, no lograrás hacerlo”, solía decirle ella antes de cada competencia juvenil.
“He aprendido lo que en realidad significa la Vuelta de Francia. No se trata de la bici, es una metáfora de la vida. No sólo se trata de la carrera más larga del planeta, sino de la más exaltada, descorazonadora y potencialmente trágica. Tiene cada elemento concebible por el competidor y más: frío, calor, montañas, planos, rutas, llantas ponchadas, vientos a favor, mala suerte, belleza inimaginable y, sobre todo, un profundo cuestionamiento. También en nuestras vidas encaramos estas circunstancias, experimentamos reveses bajo la lluvia, tratamos de mantenernos de pie con un poco de esperanza.”
La Vuelta de Francia no es solamente una carrera de bicicletas. Es una prueba física, mental y moral. Cuando Armstrong intentó competir en ella, había aprendido que no se puede ganar una competencia de resistencia solo; se requiere la cooperación y la buena voluntad de un equipo. La fuerza exterior de las piernas y la mejor tecnología no son suficientes, se necesita otro tipo de fuerza, la fuerza interior de la autodisciplina. Esta carrera le enseñó que la diferencia entre un hombre y un joven es la paciencia.
“La enfermedad nos hace ver que somos mejores y más fuertes de lo que pensamos. Tenemos capacidades desconocidas que a veces sólo surgen en las crisis. Por lo tanto, si hay un propósito en el sufrimiento, creo que debe ser éste: hacernos mejores personas.”
A un año del diagnóstico, en octubre de 1997, Lance estaba arriba de la bicicleta otra vez. El año 1998 y el inicio de 1999 fueron un total fracaso. Después de una larga depresión decidió entrenarse para la Vuelta de Francia. Con un cuerpo más delgado y un espíritu fortalecido, ganó la carrera de 1999 y ha repetido la hazaña en diversas ocasiones consecutivas. Estarás de acuerdo conmigo que la actitud de Lance hacia la vida es un ejemplo de triunfo, transformación y trascendencia.
PODEMOS OBTENER LO QUE DESEAMOS
Cómo nos atraen, inspiran y contagian estas historias, ejemplo de los más grandes logros humanos. La razón es que hallamos en ellas un poco de nosotros mismos; esa parte profunda que nos dice que hay algo más, algo mejor que podemos lograr. Se trate de obtener reconocimiento, de hacer un bien o de ser alguien, el deseo de alcanzar la excelencia es universal. El misterio es por qué algunos, como Armstrong, con todo en contra, logran aquello que se proponen, mientras otros se quedan cortos en la realización de los sueños.
Los seres humanos tenemos el instinto de alcanzar metas. Quizás tales metas no lleguen a cambiar la historia o las condiciones de un país; puede tratarse de metas que se reduzcan a nuestro entorno familiar, a cierto deporte o interés en particular. Lo que es un hecho es que en la vida todos tenemos propósitos que nos motivan, aunque no siempre podamos expresarlos en palabras y a veces nos cueste trabajo reconocer que existen.
Cuando vemos a personas que han triunfado en su vida, reconocemos en ellas actitudes que se repiten una y otra vez.
Hace poco tuve la oportunidad de entrevistar a uno de los empresarios más exitosos de nuestro país, Lorenzo Servitje, fundador, presidente y director de Bimbo, empresa que cuenta con veinte mil camionetas repartidoras de sus productos en varios países. Al preguntarle cómo se forja un hombre de éxito me dijo: “No hay nada que se logre sin una gran pasión, pasión por el trabajo, por prepararse, por servir a los demás. La persona debe trabajar mucho, gastar poco y arriesgarse. Aunado a esto debe haber un fuerte sistema de valores, ya que las empresas valen lo mismo que sus colaboradores. La empresa debe tener alma y esa alma se le debe contagiar a la gente para que se la apropie. Podría resumir mi filosofía con cierta frase de un autor francés cuyo nombre de momento se me escapa: ‘piensa como hombre de pensamiento’.”
Descubrimos también que las personas exitosas, como don Lorenzo, tienen muy claro su objetivo, parecen ser muy ordenadas en su pensamiento y en el uso que hacen de su fortaleza interna y externa. Esto lo podríamos aplicar a deportistas, hombres y mujeres de negocios, padres de familia, artistas, músicos y más. Todos parecen tener una energía, una fuerza no sólo física, sino una energía interna que los mantiene caminando hacia su meta y sus sueños contra toda dificultad, cuando otras personas se dan por vencidas. Asimismo, tienen una gran habilidad para comunicarse de cualquier manera y en el nivel en que sea necesario.
Cuando observamos a estas personas de éxito, aprendemos de ellas y tratamos de imitarlas, descubrimos que la excelencia está al alcance de todos.
LOS CUATRO PASOS NECESARIOS
Hay cuatro pasos esenciales para obtener aquello que deseamos. Pasos sencillos, pero sustanciosos. Son la base de todos los logros humanos que nos propone la programación neurolingüística ( PNL ), disciplina que se preocupa por dilucidar cómo y por qué las personas logran alcanzar las más altas metas en los distintos campos y cómo pueden copiarse su pensamiento exitoso y sus patrones de conducta. La PNL, estudia qué pasa cuando pensamos y el efecto de nuestro pensamiento en la conducta y en la conducta de otros. Nos enseña cómo pensar mejor y, por tanto, cómo obtener mejores resultados.
Si nos comprometemos con lograr nuestros deseos, estos pasos serán suficientes para hacer cambios significativos. Los comparto contigo: