Agradecimientos
Todos los libros que he leído, visto u hojeado siempre tienen una página del autor en la cual agradece a quienes lo ayudaron con su libro, pero como ésta es una autobiografía, en realidad debería agradecerle a todas aquellas personas que me ayudaron a lo largo de mi vida y ustedes saben quiénes son. Serían tantas que habría usado más páginas que en el primer capítulo y aún así temería haber dejado fuera a alguien, pero se debe a todos ustedes, quienes permitieron que yo tuviera una vida tan fabulosa en este fascinante deporte.
UN MILLÓN DE GRACIAS
Agradezco especialmente a mi familia y a todos mis amigos en México y a los aficionados de todo el mundo que me animaron a hacerlo finalmente. A mi esposa, Bea, quien siempre estuvo a mi lado a lo largo de los altibajos de mi egoísta vida en las carreras, quien ha corregido y cotejado este libro, y a mi hija, Ana Vanessa, quien por muchos años se las arregló sin un padre, mientras yo jugaba con autos de carreras en algún lugar del mundo.
Capítulo 1
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Introducción
Aquellos de nosotros que en esta vida hemos tenido el placer de no conocer el significado de un duro día de trabajo —y creo que me encuentro dentro de la minoría de los afortunados que tuvieron un pasatiempo y descubrieron que podían pagarles por disfrutarlo—, podemos vivir nuestra vida gozando cada día. Nunca quise dejar de hacerlo, pero cuando me estaba acercando a 40 años de practicarlo, me di cuenta que, por placentero que éste fuera, ya no era un jovenzuelo y las exigencias se volvían cada día mayores.
A lo largo de los últimos años del siglo pasado, la Fórmula Uno cambió cada vez más, lo cual es normal en cualquier deporte de nivel profesional. Lo importante es ser capaz de cambiar con él y aceptar los cambios, lo cual creo que se llama progreso, aunque en ciertas áreas estuvo lejos de serlo. A pesar de que aún me quedaban algunos años de vida laboral, sentía que no la estaba disfrutando tanto como solía hacerlo. Se me hacía muy difícil cambiar al mismo ritmo que el deporte y, en consecuencia, decidí que era el momento de abandonarlo.
Durante los últimos años de mi vida profesional en las carreras de automóviles, innumerables amigos y aficionados de todo el mundo me preguntaban si algún día escribiría mis memorias. Aunque era agradable la pregunta, nunca pensé que realmente tendría tiempo de hacerlo. Estoy seguro de que todos nosotros hemos tenido épocas en la vida en que sentimos la necesidad de compartir algunas de las cosas que han sucedido, pero tener la disciplina para realmente escribir estas anécdotas es otra historia.
Cuando sucedía algo interesante, Ken Tyrrell siempre me decía: «¿Lo escribiste en tu diario?». «No, Ken, me exiges demasiado trabajo, no tengo tiempo de llevar un diario». Recuerdo que una vez Ken le dijo a François Cevert: «¡Si mantienes un diario, un día él te mantendrá!».
Les advierto que, de haber llevado un diario durante mi carrera automovilística, éste sería tan grande como la Enciclopedia Británica, pero tal vez con las cosas buenas que aún conservo en mi memoria, más un espejo retrovisor echando un vistazo a mi pasado, seré capaz de conjuntar un libro razonable.
A veces estaba lleno de entusiasmo ante la idea de escribir un libro, pero otras sentía que quizá no estaba lo suficientemente preparado para embarcarme en un nuevo reto. Cuando estás trabajando en Fórmula Uno, estás 100 por ciento involucrado en lo que haces y, en consecuencia, no tienes tiempo para preparar tu futuro una vez que haz decidido dejar tu profesión. ¡No es de sorprender que digan que uno de los tres hechos más importantes de tu vida, junto con tu nacimiento y tu matrimonio, sea la jubilación!
Para la época en que dejé McLaren sabía que quería vivir parte de mi tiempo en el sur de España donde el clima es un poco más caluroso y seco, y había comprado un terreno en Andalucía, cerca de Málaga, donde empezaban a poner los cimientos de la casa. Íbamos a vender nuestra casa actual en Berkshire para pagar la de España y mudarnos a una muy pequeña, pero práctica, casa en un pueblo en donde antes habíamos vivido muy felices.
Nuestra hija Vanessa estaba cerca de los treinta años, trabajando como enfermera especializada en el Hospital Great Ormond Street, de Londres, donde cuidaba niños con problemas cardiacos y vivía en un apartamento propio en Muswell Hill. A Bea siempre le gustó mucho un pequeño pueblo al sur de Oxford llamado Dorchester-on-Thames y siempre me pidió que, sin importar cuando y donde decidiera jubilarme (México, Francia, España, Italia o Brasil), quería conservar un lugar a dónde llegar ahí. Compramos esta pequeña casa, pero necesitaba remodelarse por completo, además de la supervisión de la casa española, así que yo tenía más trabajo que horas en mi día.
Había planeado contratar especialistas para muchos de los trabajos, pero a causa de la situación económica prevaleciente después del 11 de septiembre y viendo cómo mi pensión se consumía más rápido que una vela encendida, ya no podía darme ese lujo y tuve que hacerlo yo mismo. Cuando has construido autos de Fórmula Uno, no hay nada que no puedas hacer o, por lo menos, intentar y siempre he encontrado muy gratificante trabajar con mis propias manos: te relaja y tranquiliza, aunque naturalmente toma tiempo. La ventaja es que puedes hacer las cosas exactamente como las quieres sin tener extraños en casa y el gerente del banco no tiene que enterarse. Así que las posibilidades de que pudiera escribir mi propio libro disminuían a diario.
El 2002 fue la primera temporada en que estuve fuera del deporte, ¡y qué temporada tan aburrida fue! Atlas F1 me pidió que hiciera algunas columnas para su sitio de internet después de cada Gran Premio. Mi columna aparecería la semana siguiente a la carrera y, por lo tanto, no tendría que hablar sobre ésta, sino hacer un rápido resumen de cómo la había visto yo; luego hablar sobre cualquier otra experiencia que me hubiera sucedido en algún momento de mi vida durante esa carrera, además de información general acerca de mi vida después de la Fórmula Uno.
Acepté puesto que lo veía como una disciplina con el fin de cumplir un compromiso, así como para ponerme en la mentalidad adecuada para escribir y, por supuesto, como una forma de refrescar mi memoria, recordando las cosas antes de olvidarlas completamente. El resultado fue que disfruté haciéndolas, me mantenían en contacto con lo que pasaba en Fórmula Uno y me daban la sensación de tener algo que hacer para alguien, ¡cosa de la cual careces cuando te jubilas por completo!
Algo que surgió de esas columnas fue una pregunta de uno de los añejos colaboradores de Atlas F1 y autor de muchos libros, Karl Ludvigsen. Lo conocí en los sesenta cuando trabajaba con Dan Gurney, así que ha estado al tanto de todos mis distintos empleos desde entonces y me preguntó cuándo (no si iba a hacerlo) escribiría un libro. Le dije que tal vez lo había pospuesto demasiado, pues sentía que ya debía estarlo escribiendo para entonces y sacarlo a finales de año, antes de que la gente se olvidara de mi nombre.
Me dijo que nunca era demasiado tarde y fue lo bastante amable como para preguntárselo a los lectores. Como resultado, me bombardearon docenas de correos electrónicos donde aseguraban que siempre comprarían un libro escrito por mí sobre mis experiencias en las carreras. Sobra decir que quedé gratamente sorprendido y eso me dio la confianza para encajarle los dientes al asunto y empezar.