En el invierno de 1990, Luis Alberto Spinetta aprovechó un ciclo de clínicas musicales dictados por músicos de la cultura rock argentina, no para hablar de su trayectoria o contar detalles de sus grabaciones que pudieran servirle a un auditorio en su mayoría músicos, sino para exponer una temática poco habitual en estos encuentros: partir del instante donde el hombre ancestral tuvo su primer contacto con la materia sonora, donde la sorpresa frente a la magia de la naturaleza fue el primer paso para la creación musical. Basada fundamentalmente en los conceptos que el músico norteamericano John Cage, gran explorador sonoro, escribió en Para los pájaros , la presentación de Spinetta —que tituló a su último disco Para los árboles — supo estimular una escucha renovada y atenta de toda la música, que nunca deje de lado esa sorpresa primigenia frente al poder de los sonidos.
Luis Alberto Spinetta
El sonido primordial
Título original: El sonido primordial
Luis Alberto Spinetta, 1990
El principio
Vamos a empezar por situarnos en un punto anterior a la música organizada tal cual la conocemos. Todos los días escuchamos el sonido de la naturaleza, que nos habla en un idioma que no podemos organizar. Esa materia que estuvo en el universo antes de la aparición del hombre (el ruido de los vientos al deslizarse por una hondonada, al pasar por una caverna, el bramido de las hojas en los bosques, el arrullo del agua en una vertiente) provocó en el hombre las sensaciones sonoras y obviamente el sentido de misterio tuvo importancia porque el misterio fue haber sido provocado por algo que alteraba el silencio. Si nos situamos en una habitación silenciosa y empezamos a escuchar el silencio vamos a observar que nuestro propio cuerpo emite sonidos, el corazón emite pulsos, esta noción de los propios sonidos y del propio impulso de estos pulsos luego se fue transformando en música, este mundo consta de muchísimos sonidos, el sonido del sistema circulatorio, del sistema nervioso, que emiten zumbidos desde adentro del cuerpo que nosotros percibimos, nuestros huesos emiten sonidos, los hacemos hasta castañeteando los dientes.
¿Cómo llegó el hombre a considerar la materia sonora como un elemento organizable? Escuchando la naturaleza. La naturaleza le proveyó de sonoridades que fueron descubiertas a través de un misterio, el hecho de que ese silencio en que habitaba el hombre fuera interrumpido por el gemido de algún animal o una fuerte tormenta que impulso a las ramas de los árboles al tocarse entre sí. Desde el momento en que el hombre descubrió la materia sonora como algo propio de sí, de la naturaleza, hasta que organizó los sonidos y creó los instrumentos pasaron miles y miles de años. Este sentido es fundamental para entender hacia donde quiero llegas con esta clínica, a evaluar el componente íntimo de la materia sonora, más allá de cómo lo hayamos organizado en esta cultura occidental y que teclas o cuerdas pulsemos. Nos va a dar una visión altamente espiritual de algo que está permanentemente en juego, el sonido porque sí, no organizado, algo a lo que no le prestamos una atención musical.
Muchos de nosotros en verano seguro escuchamos a las chicharras que se ponen en sincronismo y todas se ponen a tirar su nota y todas forman un acorde bastante cacofónico, a esa maravilla perceptiva no la tenemos en cuenta con la importancia que debería tener, porque nos hemos acostumbrado a los sonidos musicales organizados por los músicos y la historia de la música. Esto no tiene que ver con la música que hago pero si tiene que ver con la predisposición espiritual a la música, sin tener en cuenta esa noción en la que participamos de la naturaleza descubriendo misteriosamente el sonido que irrumpe desde algún lado y sin tener en cuenta esa sensibilidad que se produce en nosotros sería muy difícil que luego pudiéramos disfrutar de una música organizada. Por eso el primer punto es lo anterior a todo, lo anterior a la propia designación humana de los sonidos y a la ejecución de esos sonidos por parte del hombre.
El tiempo
El segundo objeto fundamental de este encuentro del hombre con la materia sonora está dado por el tiempo. Si nosotros tuviéramos una existencia infinita o bien si nuestra vida durara un segundo no escucharíamos más que los ruidos de nuestra vida o bien escucharíamos la eternidad del sonido. Por ser discontinuos estamos constantemente provocando sonidos y escuchándolos, combinamos como si fuéramos un propio juego de la naturaleza. Si la vida durara un instante el sonido duraría un instante. El tiempo que es aquello en lo que la vida transcurre permitiéndonos la audición. El tiempo es un componente básico para la materia sonora, desde el momento en que esas moléculas son desplazadas en nuestros tímpanos significa que está transcurriendo el tiempo.
El oído
La otra cosa fundamental es el oído, la existencia de los sonidos no garantiza que los escuchemos. Solamente lo garantiza nuestro sistema auditivo. No podemos decir que cuando hay un relámpago hay un tipo con un enorme tambor en el cielo. Lo escuchamos como sonido porque es impulso molecular del bajón o la subida de presión provoca el estampido de un trueno, esa combinación de aire desplazado en funcionalidad íntima y estrecha relación con nuestro sistema auditivo hace que oigamos el trueno. Sin el tiempo no podríamos descifrar el sonido que transcurre, sin el oído ese trueno tampoco nos sería posible, los truenos seguirían sonando para todos los oídos menos para los que no escucharan, es como si pudiéramos ver a través de los oídos el sistema sonoro. Sin un sistema auditivo mínimo sería imposible, más allá de que las vibraciones puedan ser transmitidas a través de nuestro cuerpo.
El silencio
El otro punto fundamental es el silencio. Si tomamos en cuenta la noción de que el silencio interrumpe el sonido vamos mal, lo mismo que si pensamos que el sonido interrumpe el silencio. Ambas coordenadas universales, silencio y sonido, se dan en un fluir en el que filosóficamente no podemos hablar de principio o de fin, no podemos saber si el sonido no ocupo el lugar del silencio, pero sabemos que en primer lugar el silencio no es tan carente de sonoridad como la música lo escribe o transcribe. En la estética sobre la que hemos evolucionado y la que está en nuestros corazones no podemos decir que el sonido sea la interrupción del silencio, porque las notas duraría eternamente y no habría el misterio de lo que va a aparecer. Ese misterio de algo que irrumpe es de una importancia tremenda. Sin esa actividad diría que de cuna que tiene el sonido sobre el que vamos a hacer las notas no existiría la posibilidad de tener un eje para poderlas escuchar, sonido y silencio se entrelazan en un funcionar perfecto.
El instante
John Cage, este músico americano que aún vive, es bastante particular, es un gran músico que estudia con un gran maestro Arnold Schoenberg, un inventor de nuevas teorías. De alguna manera termina componiendo música concreta, es uno de los primeros en usar grabadores de fondo mientras ejecuta partituras, a él se le ocurre la idea de preparar pianos, algunos con arena y otros con nieve que se va derritiendo mientras cambia su sonoridad, pobre piano! Cage habla de la utilidad del sonido, casi a la manera de un economista, es el producto lo que queda, cuando nosotros descubrimos una conchilla de mar al borde de una orilla y luego encontramos otra más y las golpeamos estamos obteniendo el 100 por ciento de la utilidad musical, porque no fueron previstos como instrumentos, porque suenan aleatoriamente sin que hayamos preparado una técnica para desarrollar su ejecución, es el momento virgen donde la materia sonora se desprende de instrumentos no pensados como instrumentos.