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Nell Kimball - Memorias de una madame americana

Aquí puedes leer online Nell Kimball - Memorias de una madame americana texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1970, Editor: ePubLibre, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Nell Kimball Memorias de una madame americana
  • Libro:
    Memorias de una madame americana
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1970
  • Índice:
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Memorias de una madame americana: resumen, descripción y anotación

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NELL KIMBALL nació en una pequeña granja de Illinois en 1845 y murió en Florida en 1934. Stephen Longstreet recibió el manuscrito de estas memorias en 1932, pero no fue publicado hasta casi cuarenta años después. STEPHEN LONGSTREET, seudónimo de Henri Weiner, nació en 1907. Escritor y dibujante, también es conocido por la creación de piezas musicales, guiones cinematográficos, historietas y obras de arte. Murió en 2002. «Memorias de una madame americana» es la narración de la vida de Nell Kimball, primero como prostituta de uno de los más lujosos burdeles de Saint Louis, y después como propietaria y administradora de otras casas igualmente suntuosas. En ambos casos ejerció su profesión con gran dedicación y maestría, en especial en su papel de madame ya que, en sus propias palabras: «El negocio del sexo es tan complicado como dirigir la U.S. Steel». El lector encontrará también una mirada sobre Estados Unidos de fines del siglo XIX y principios del XX, que sorprende por lo aguda e intuitiva. La autora conoció el lado íntimo y a menudo oscuro de importantes políticos y hombres de negocios, y los verdaderos acuerdos económicos, políticos y judiciales que permitían sostener la apariencia respetable del entramado social de su tiempo. «La filosofía del burdel es un libro que Nell Kimball hubiera podido escribir con excelentes resultados, pero que no escribió, quizá por discreción, pues prefirió profundizar los restos de su experiencia en la forma más accesible de estas Memorias, que dan ya una noción precisa de esa filosofía; el burdel aparece como un mundo cerrado y a su modo completo, en el que sólo el sexo tiene el lugar de honor —un lecho suntuoso— y a su alrededor encontramos, ecuánimemente distribuidos sobre varios poufs, también a los otros Vicios, en coloquio no siempre hostil con algunas Virtudes. El sexo del que nos habla Kimball no es, en todo caso, la «pura fantasía» de las novelas pornográficas o aquella, equivalente, de las novelas prudes y sentimentales: es una realidad concreta, profundamente conocida, experimentada y comprendida, contada sin esconder nada, con detallismo profesional, y además observado con ese sentido de la distancia que sólo tienen los grandes narradores.» ROBERTO CALASSO, Cien cartas a un desconocido «Un libro publicado nada menos que por Hans Magnus Enzensberger, en Alemania, y por Roberto Calasso, en Italia: ¿cabe un mayor aval que estos lectores extraordinarios?» JORGE HERRALDE

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Memorias de una madame americana — leer online gratis el libro completo

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Título original: Nell Kimball, Her Life as an American Madam, by Herself

Nell Kimball, 1970

Traducción: Sandra Strikovsky

Fotografía de portada: Alberto García-Alix

Editor digital: IbnKhaldun

Digitalización mecánica: armauirumque

ePub base r1.2

Introducción El manuscrito de Nell Kimball sobre su historia y la época en que - photo 1

Introducción

El manuscrito de Nell Kimball sobre su historia y la época en que vivió como una madame americana nos proporciona una buena cantidad de información y detalles acerca de su vida hasta 1917. Ese año el gobierno clausuró Storyville, el barrio rojo de Nueva Orleans. Nell Kimball se retiró, y no menciona su existencia posterior ni cómo llegó a escribir la historia de su vida.

Leí por primera vez el manuscrito de Miss Kimball en 1932, dos años antes de que muriera a la edad de ochenta. Se encontraba en grandes apuros y tenía esperanzas de publicar algunas partes de su autobiografía. Llevaba una libreta de notas a partir de la cual uno podía deducir que había empezado a escribir sobre su vida en 1918, continuando, en su mayor parte con notas vagas, hasta 1922. Esto constituía el primer borrador de lo que hoy es la primera parte de este volumen. En 1922 se involucró en negocios de bienes raíces en Florida y no trabajó en el manuscrito. En 1930, después de haber sufrido la pérdida de la mayoría de sus bienes y propiedades durante la Gran Depresión, así como otras pérdidas debido a cierta implicación en el contrabando de alcohol de Cuba y de las Antillas Británicas, reanudó la escritura de su historia. Trabajó en ella regularmente, rescribiendo el primer tercio en un estilo más natural y elocuente, que creyó más apropiado para su material.

El manuscrito que me mostró en 1932 estaba mal mecanografiado y lleno de correcciones con tinta y lápiz. No había párrafos ni capítulos; era un solo texto largo y continuo. También se repetían algunos incidentes de los que daba varias versiones, algunas cortas, otras largas. Miss Kimball había oído que yo era escritor y que podía ayudarla a encontrar un editor. Edité unas veinte páginas de su manuscrito y se presentó a varios consejeros que trabajaban en editoriales de Nueva York. La opinión de todos, sin embargo, fue que ninguna editorial importante se atrevería a publicar ni siquiera una versión editada del material. Aunque la mayoría de ellos pensaba que se trataba de un documento extraordinario, escrito con la habilidad de una narradora nata que tenía una vida interesante que contar, la franqueza en su manera de expresarse y la crudeza del lenguaje podían provocar que se iniciara una acción legal contra su publicación.

Un editor, un hombre llamado Liveright, mostró gran interés por el manuscrito y señaló que deseaba ver de qué manera podía publicarlo. Pero no ocurrió nada, y en algún momento, entonces o más tarde, el señor Liveright se arruinó o murió. Después de eso no hubo ningún intento de publicar el manuscrito.

Nell Kimball murió en algún momento de 1934. Cuatro cartas enviadas a su último domicilio conocido se devolvieron con la anotación «Fallecida». Había declarado que no tenía familiares vivos y que Nell Kimball era un nombre que había adoptado después de 1917. A la edad de quince años entró a trabajar en un burdel en Saint Louis, en donde era conocida como Goldie.

Olvidé el manuscrito hasta 1967, cuando, al trabajar en una historia social de Nueva Orleans llamada SPORTIN’ HOUSE, me acordé de los escritos de Nell Kimball y utilicé una pequeña parte de ellos, con bastante trabajo de edición en cuanto al lenguaje y los detalles, para describir la atmósfera de una casa de citas de finales del siglo XIX y principios del XX. No incluí nada sobre su historia personal. Cuando se publicó el volumen, la parte que contenía sus memorias llamó mucho la atención, y varios editores se ofrecieron a publicar el manuscrito entero con su estilo original. Ahora está hecho.

Este libro es la edición del manuscrito completo de Nell Kimball dividido en capítulos y partes. En la mayoría de los casos se ha dejado la ortografía y la gramática como en el original. Cuando diferentes partes contenían varias versiones de un mismo incidente, he elegido la que mejor estaba descrita y he escogido lo necesario de otras versiones. Nell Kimball trabajaba casi exclusivamente de memoria, por lo que algunas de sus fechas y datos son algo inexactos; en ese caso se ha corregido. Y cuando ha sido necesario se han insertado las formas aceptadas de algunos nombres, ciudades y lugares públicos.

En diversos incidentes Miss Kimball menciona los nombres de personas famosas a quienes conoció en burdeles, y como puede que estos caballeros tengan todavía descendientes vivos, algunos de sus nombres se han cambiado u omitido. Ella misma dijo que les había cambiado el nombre a algunas personas que estaban en su gremio, como prostitutas o madames, a fin de no causarles vergüenza a sus nietos. Miss Kimball tenía una muy buena memoria; cuando ha sido posible verificar sus datos, éstos han resultado ser correctos. Admitió que tuvo una memoria casi excelente hasta los cincuenta años, cuando empezó a fallarle: «No puedo acordarme de lo que comí ayer, pero puedo nombrar cada hotel de lujo en Saint Louie donde entretuve a un putero» (cliente de prostituta) después de la guerra civil.

Hoy, en una época más permisiva, creemos que puede publicarse íntegra una historia como ésta, tan prolija en detalles y que a menudo usa un lenguaje fuerte. Kimball fue una criatura de su época y de su profesión. Sus actitudes hacia las minorías y los inmigrantes eran las de su tiempo, y no tenía ningún sentimiento de superioridad al usar el lenguaje que hoy en día percibimos como humillante. Por lo general era sensible, mundanamente sabia y bien equilibrada, y para su «campo de trabajo», una filósofa y observadora aguda.

Con una educación limitada, en su mayor parte autodidacta, fue una escritora de talento notable, capaz de retratar claramente su época, la gente a la que conoció y el mundo y el submundo en el que existió. La franqueza y la honestidad de su expresión se hacen patentes; sabía que su versión de la vida no era la normalmente aceptada por una sociedad a la que prestó sus servicios durante tantos años. Una sociedad cuya hipocresía, miedos y conformismo pudo reconocer, y a menudo señalar, en su escritura. Y si fue particularmente severa con los políticos, hay que recordar que los conoció más íntimamente que la mayoría de nosotros.

STEPHEN LONGSTREET

Primera parte

Comienzo la vida

Capítulo 1

Mi última casa

Al mirar hacia atrás en mi vida, y es de la única manera en que puedo mirarla ahora, nada en ella salió de la manera en que la mayoría de la gente hubiera querido vivirla. Y aunque empecé a los quince años en Saint Louis en una buena casa, sin planes, deseando únicamente, como toda puta joven, joder para ganarme algo de comer y de vestir, terminé como una mujer de negocios, y me convertí en una madame de casa de citas, que reclutó y disciplinó putas, que atendió sitios de lujo. Siempre me he preguntado, también, por qué sucedió todo de esa forma. Ahora puedo decirlo: si alguna vez llegué a tener remordimientos, nunca tuve arrepentimientos.

Cuando atendía mi último prostíbulo en Nueva Orleans, justo antes de retirarme, estaba tan orgullosa del lugar, sus huéspedes y sus chicas, como podía estarlo J. P. Morgan dirigiendo Wall Street o Buffalo Bill —generalmente borracho de bourbon— en un caballo blanco disparando bolas de cristal al aire para el público de su espectáculo.

Ojalá tuviera fotos de mi última casa. Los huéspedes podrían decir que nunca vieron mejor gente en ningún otro lugar de la ciudad. Había puesto auténtico cristal de Venecia en los mecheros de gas y cortinas de terciopelo color rojo sangre que llegaban hasta el suelo, y tenía ocho chicas que yo misma escogí, algunas de lugares tan remotos como Saint Louie y San Francisco, y dos mulatas altas a las que llamaba españolas, y a nadie le importaba un comino lo que eran después de que subían para mojar el churro o hacer un 69.

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