Título original: Nell Kimball, Her Life as an American Madam, by Herself
Nell Kimball, 1970
Traducción: Sandra Strikovsky
Fotografía de portada: Alberto García-Alix
Editor digital: IbnKhaldun
Digitalización mecánica: armauirumque
ePub base r1.2
Introducción
El manuscrito de Nell Kimball sobre su historia y la época en que vivió como una madame americana nos proporciona una buena cantidad de información y detalles acerca de su vida hasta 1917. Ese año el gobierno clausuró Storyville, el barrio rojo de Nueva Orleans. Nell Kimball se retiró, y no menciona su existencia posterior ni cómo llegó a escribir la historia de su vida.
Leí por primera vez el manuscrito de Miss Kimball en 1932, dos años antes de que muriera a la edad de ochenta. Se encontraba en grandes apuros y tenía esperanzas de publicar algunas partes de su autobiografía. Llevaba una libreta de notas a partir de la cual uno podía deducir que había empezado a escribir sobre su vida en 1918, continuando, en su mayor parte con notas vagas, hasta 1922. Esto constituía el primer borrador de lo que hoy es la primera parte de este volumen. En 1922 se involucró en negocios de bienes raíces en Florida y no trabajó en el manuscrito. En 1930, después de haber sufrido la pérdida de la mayoría de sus bienes y propiedades durante la Gran Depresión, así como otras pérdidas debido a cierta implicación en el contrabando de alcohol de Cuba y de las Antillas Británicas, reanudó la escritura de su historia. Trabajó en ella regularmente, rescribiendo el primer tercio en un estilo más natural y elocuente, que creyó más apropiado para su material.
El manuscrito que me mostró en 1932 estaba mal mecanografiado y lleno de correcciones con tinta y lápiz. No había párrafos ni capítulos; era un solo texto largo y continuo. También se repetían algunos incidentes de los que daba varias versiones, algunas cortas, otras largas. Miss Kimball había oído que yo era escritor y que podía ayudarla a encontrar un editor. Edité unas veinte páginas de su manuscrito y se presentó a varios consejeros que trabajaban en editoriales de Nueva York. La opinión de todos, sin embargo, fue que ninguna editorial importante se atrevería a publicar ni siquiera una versión editada del material. Aunque la mayoría de ellos pensaba que se trataba de un documento extraordinario, escrito con la habilidad de una narradora nata que tenía una vida interesante que contar, la franqueza en su manera de expresarse y la crudeza del lenguaje podían provocar que se iniciara una acción legal contra su publicación.
Un editor, un hombre llamado Liveright, mostró gran interés por el manuscrito y señaló que deseaba ver de qué manera podía publicarlo. Pero no ocurrió nada, y en algún momento, entonces o más tarde, el señor Liveright se arruinó o murió. Después de eso no hubo ningún intento de publicar el manuscrito.
Nell Kimball murió en algún momento de 1934. Cuatro cartas enviadas a su último domicilio conocido se devolvieron con la anotación «Fallecida». Había declarado que no tenía familiares vivos y que Nell Kimball era un nombre que había adoptado después de 1917. A la edad de quince años entró a trabajar en un burdel en Saint Louis, en donde era conocida como Goldie.
Olvidé el manuscrito hasta 1967, cuando, al trabajar en una historia social de Nueva Orleans llamada SPORTIN’ HOUSE, me acordé de los escritos de Nell Kimball y utilicé una pequeña parte de ellos, con bastante trabajo de edición en cuanto al lenguaje y los detalles, para describir la atmósfera de una casa de citas de finales del siglo XIX y principios del XX. No incluí nada sobre su historia personal. Cuando se publicó el volumen, la parte que contenía sus memorias llamó mucho la atención, y varios editores se ofrecieron a publicar el manuscrito entero con su estilo original. Ahora está hecho.
Este libro es la edición del manuscrito completo de Nell Kimball dividido en capítulos y partes. En la mayoría de los casos se ha dejado la ortografía y la gramática como en el original. Cuando diferentes partes contenían varias versiones de un mismo incidente, he elegido la que mejor estaba descrita y he escogido lo necesario de otras versiones. Nell Kimball trabajaba casi exclusivamente de memoria, por lo que algunas de sus fechas y datos son algo inexactos; en ese caso se ha corregido. Y cuando ha sido necesario se han insertado las formas aceptadas de algunos nombres, ciudades y lugares públicos.
En diversos incidentes Miss Kimball menciona los nombres de personas famosas a quienes conoció en burdeles, y como puede que estos caballeros tengan todavía descendientes vivos, algunos de sus nombres se han cambiado u omitido. Ella misma dijo que les había cambiado el nombre a algunas personas que estaban en su gremio, como prostitutas o madames, a fin de no causarles vergüenza a sus nietos. Miss Kimball tenía una muy buena memoria; cuando ha sido posible verificar sus datos, éstos han resultado ser correctos. Admitió que tuvo una memoria casi excelente hasta los cincuenta años, cuando empezó a fallarle: «No puedo acordarme de lo que comí ayer, pero puedo nombrar cada hotel de lujo en Saint Louie donde entretuve a un putero» (cliente de prostituta) después de la guerra civil.
Hoy, en una época más permisiva, creemos que puede publicarse íntegra una historia como ésta, tan prolija en detalles y que a menudo usa un lenguaje fuerte. Kimball fue una criatura de su época y de su profesión. Sus actitudes hacia las minorías y los inmigrantes eran las de su tiempo, y no tenía ningún sentimiento de superioridad al usar el lenguaje que hoy en día percibimos como humillante. Por lo general era sensible, mundanamente sabia y bien equilibrada, y para su «campo de trabajo», una filósofa y observadora aguda.
Con una educación limitada, en su mayor parte autodidacta, fue una escritora de talento notable, capaz de retratar claramente su época, la gente a la que conoció y el mundo y el submundo en el que existió. La franqueza y la honestidad de su expresión se hacen patentes; sabía que su versión de la vida no era la normalmente aceptada por una sociedad a la que prestó sus servicios durante tantos años. Una sociedad cuya hipocresía, miedos y conformismo pudo reconocer, y a menudo señalar, en su escritura. Y si fue particularmente severa con los políticos, hay que recordar que los conoció más íntimamente que la mayoría de nosotros.
STEPHEN LONGSTREET
Primera parte
Comienzo la vida
Capítulo 1
Mi última casa
Al mirar hacia atrás en mi vida, y es de la única manera en que puedo mirarla ahora, nada en ella salió de la manera en que la mayoría de la gente hubiera querido vivirla. Y aunque empecé a los quince años en Saint Louis en una buena casa, sin planes, deseando únicamente, como toda puta joven, joder para ganarme algo de comer y de vestir, terminé como una mujer de negocios, y me convertí en una madame de casa de citas, que reclutó y disciplinó putas, que atendió sitios de lujo. Siempre me he preguntado, también, por qué sucedió todo de esa forma. Ahora puedo decirlo: si alguna vez llegué a tener remordimientos, nunca tuve arrepentimientos.
Cuando atendía mi último prostíbulo en Nueva Orleans, justo antes de retirarme, estaba tan orgullosa del lugar, sus huéspedes y sus chicas, como podía estarlo J. P. Morgan dirigiendo Wall Street o Buffalo Bill —generalmente borracho de bourbon— en un caballo blanco disparando bolas de cristal al aire para el público de su espectáculo.
Ojalá tuviera fotos de mi última casa. Los huéspedes podrían decir que nunca vieron mejor gente en ningún otro lugar de la ciudad. Había puesto auténtico cristal de Venecia en los mecheros de gas y cortinas de terciopelo color rojo sangre que llegaban hasta el suelo, y tenía ocho chicas que yo misma escogí, algunas de lugares tan remotos como Saint Louie y San Francisco, y dos mulatas altas a las que llamaba españolas, y a nadie le importaba un comino lo que eran después de que subían para mojar el churro o hacer un 69.
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