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J. J. M. Veiga - Las Montañas del Olvido

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J. J. M. Veiga Las Montañas del Olvido
  • Libro:
    Las Montañas del Olvido
  • Autor:
  • Editor:
    Atlantis
  • Genre:
  • Año:
    2010
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Las Montañas del Olvido: resumen, descripción y anotación

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LAS MONTAÑAS DEL OLVIDO JUAN J MÍGUEZ VEIGA MENSAJE ENVIADO POR CHATKA KAM - photo 1

LAS MONTAÑAS DEL OLVIDO JUAN J MÍGUEZ VEIGA MENSAJE ENVIADO POR CHATKA KAM - photo 2

LAS MONTAÑAS DEL OLVIDO

JUAN J. MÍGUEZ VEIGA

MENSAJE ENVIADO POR CHATKA KAM A EDUA LUGA 19/mon-337

Estimado Edua:

Llevo cinco semanas en estos parajes y estoy próximo a resolver el misterio que nos tiene conmocionados desde hace ya muchos meses. Lo presiento. Veinticinco días de trabajo que comienzan a dar sus frutos. No te envié antes ningún mensaje porque carecía de indicios suficientes que revelaran alguna luz sobre los sucesos que ya conocíamos. Probablemente aporte muy poco con esta trascripción, pero a la vista de los últimos acontecimientos, y del viaje que pretendemos iniciar próximamente, me veo en la obligación o incluso en la necesidad de ponerte al corriente de todos nuestros descubrimientos, por pocas pruebas que puedan aportar y no conduzcan más que a hipótesis, aunque no por ello carentes de importancia.

He emprendido aventuras peligrosas a lo largo de mi vida, pero probablemente esta sea una de las más enigmáticas y delicadas con las que he tropezado. Me está absorbiendo demasiado. Es en estos momentos cuando más añoro charlar contigo tomando un buen vino taltiano y unas uvas pasas en una de esas viejas cantinas de Java. No sabes cómo lo echo de menos. Pero ahora no tengo tiempo para añorar la tierra que tanto amo. Acordamos que te pondría al corriente de todos mis hallazgos tan pronto como tuviese indicios de la existencia del Amón. Y eso es lo que voy a hacer.

Casi no sé por donde empezar. Me limitaré a los hechos sustanciales, tal y como se presentaron día a día. Sólo así entenderás mis suposiciones. En cuarenta y cinco años de geógrafo al servicio de la Confederación Iraliana nunca he presenciado semejantes horrores.

Cuando me encargaste este trabajo no alcancé a vislumbrar el rumbo que tomaría esta aventura.

La primera semana en estos bosques resultó demasiado frustrante. Conocía sus gentes, su cultura, sus costumbres, incluso en su momento tuve amigos, pero algo había cambiado. De hecho nos vimos obligados a acampar a media milla de Mael, el poblado que pretendíamos investigar. Son ya una sombra, un reflejo del pasado, un pasado que la segunda semana conseguí comprender. Desde entonces mi investigación navega en una sola dirección.

Estuvimos en las proximidades de ese poblado marat, indagando, examinando cada frase, hecho o acto de sus gentes, por insignificante que pareciese. Nadie sabía nada. Todos negaban las desapariciones. Y cuando creías que alguien estaba dispuesto a hablar, la realidad era envuelta en un halo de misterio y surrealismo que rozaba la inverosimilitud. Pero aún así no me desanimé. Cualquier pueblo sometido a unos acontecimientos tan violentos y excepcionales reaccionaría de forma similar. Las Montañas del Olvido se prestan muy bien a ello. Entre la humedad y fastuosidad de sus bosques se esconden tantos secretos que necesitaríamos varias vidas para desentrañar alguna verdad sobre ellas.

Ya me habían advertido un mes atrás en Igwa. Me dijeron que tuviese cuidado, que tanto los marat como los naigrim no salían de sus bosques desde el último solsticio de verano.

Llevaban casi un año aislados. Tal Ul-fael, el Bosque Oculto, había sido cerrado y ningún extranjero tendría acceso hasta nueva orden. Incluso yo, como bien sabes amigo íntimo del Heraldo de las Montañas Ardientes, tenía negado el acceso y debía permanecer junto a mis hombres en sus fronteras. Únicamente la Puerta del Norte, también conocida como Luam, podía ser visitada. Allí pasamos dos semanas. Luam es un poblado marat fronterizo en la que viven poco más de mil hombres y mujeres a la sombra de los grandes árboles que cubren sus casas de adobe, agrupadas unas sobre otras entre un amasijo de lianas y orquídeas. Tras esta espera al fin obtuve permiso y pudimos entrar en el bosque. Tuvimos que dejar el Kirliam II en la frontera y penetrar en sus entrañas a pie, con la única ayuda de un deslizador de dos mil kilos de tara y unos sistemas de propulsión que le permitían alcanzar los seis pies de altura. También se nos permitió ir armados con un par de pistolas y algunos rifles de caza, simplemente por seguridad, pues como bien sabes esta actividad está prohibida a los forasteros en sus tierras. Políticas que, sin dejar de formar parte del protocolo habitual, se habían vuelto más restrictivas. Éramos una excepción, y como tal debíamos aprovechar nuestra oportunidad. Una semana después llegamos a Mael, el poblado marat objeto de nuestras investigaciones.

Los marat, los únicos entre la raza de los gala que habitan los bosques de los naigrim. Sus protegidos desde hace milenios. Han adaptado la lengua naigrim como la suya propia, y desde antaño conviven en paz al amparo de las Montañas del Olvido. El Bosque Oculto se convierte así en el único lugar del planeta en el que la raza de los gala y los naigrim unen sus vidas bajo un mismo techo. Con el tiempo ambas culturas se han fundido en una, la lakmi, que traducido vendría a ser algo así como senda de las flores del bosque. Asat, la región sureste del Bosque Oculto está bajo domino marat. Al otro lado está Sat, donde habitan los naigrim. Aunque es posible ver tanto a unos como a otros pasando parte de sus vidas en ambos lugares. En Asat la niebla es algo habitual, hasta tal punto que la vegetación que aquí crece se ha adaptado a su presencia continua. La laurisilva es su bosque, y el laurel su símbolo más preciado.

Resumiendo, cinco días de adaptación, frustraciones y lamentaciones, a los que siguieron veinte días agotadores, anclados en un pozo sin fondo. Sin ningún tipo de ayuda. Aislados. Es ahora cuando agradezco la ayuda inestimable de Vulcan. Tu guardaespaldas godi resultó ser más útil de lo que pensaba. Cada día que paso en su compañía más me sorprenden sus cualidades e inteligencia en el campo de batalla. Fue la mano que corrió las cortinas para que llegase la luz, y con ella las revelaciones. Precisamente anteayer por la mañana irrumpió en mi tienda de campaña extrañamente alterado.

- ¡Despierte señor, creo que hemos descubierto algo que puede interesarle! –me dijo ligeramente excitado.

- Hable claro –le dije medio sonámbulo. Creo que incluso le grité, pues como ya sabes tengo muy mal despertar.

- Será mejor que se lo explique por el camino –dijo mientras salía.

Me vestí en dos minutos. Ajusté la funda impermeable a las botas, me puse el sombrero y salí al encuentro de mis hombres.

Llovía mucho. El campamento estaba encharcado y resultaba incómodo caminar. La vegetación apenas frenaba el embate de la lluvia, permitiendo la llegada de un flujo continuo y abundante de agua que abnegaba todo lo que encontraba a su paso. Vulcam estaba fuera con tres de nuestros exploradores. Ajenos a las inclemencias del tiempo, formaban un círculo mientras intercambiaban algunas palabras. Por sus gestos deduje la intensidad de una conversación que estaba cogiendo tintes dramáticos.

- Bueno, estoy listo –interrumpí-. ¿Qué ha pasado? ¿Y el resto de los hombres? –añadí tan pronto como alcancé su altura.

Hubo una pausa casi imperceptible. En ese momento fui consciente del vacío que envolvía el campamento.

- Grizsal y Rom se encuentran a dos millas de nuestra posición. Se han llevado el deslizador así que deberemos ir andando. Wilzo ha desaparecido y Nimea ha muerto –dijo secamente, esperando que la rapidez con la que realizó su comentario entrara de igual manera en mi mente-. Rom encontró su cuerpo hace una hora.

Las noticias viajaron a través de mi subconsciente como relámpagos fugaces carentes de exactitud mientras nos alejábamos del campamento. Un mar de ramas, hojas y helechos se deslizaron ante mis ojos mientras avanzaba apresuradamente siguiendo a duras penas y bajo una lluvia intensa los pasos de Vulcam. No percibí el horror hasta que llegamos una hora más tarde al lugar donde Rom y Grizsal velaban el cuerpo sin vida de Nimea. Durante todo ese tiempo permanecí aturdido caminando entre la densa vegetación como un zombi herido por los recuerdos.

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