LD Baena - No moriré hoy: Los diarios de Eva y Marcos. Una historia capaz de salvarles. (Spanish Edition)

NO MORIRÉ HOY Los diarios de Eva y Marcos. La única historia capaz de salvarles L.D. Baena NO MORIRÉ HOY Los diarios de Eva y Marcos. La única historia capaz de salvarles L.D. BAENA Primera edición: octubre 2014 Segunda edición: LD Baena octubre 2015 © Derechos de edición reservados. www.editorialcirculorojo.com info@editorialcirculorojo.com Colección Novela © L.D. www.editorialcirculorojo.com info@editorialcirculorojo.com Colección Novela © L.D.

Baena ISBN: 978-84-9076-803-7 DEPÓSITO LEGAL: AL 979-2014 Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna y por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor. Todos los derechos reservados. Editorial Círculo Rojo no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas. «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).» IMPRESO EN ESPAÑA – UNIÓN EUROPEA Dedicado a todos vosotros, quienes habéis hecho posible que este libro exista, quienes lo esperáis para dar un paso más en el camino. A ti, que lees, yo te hablo. A ti, que lees, yo te hablo.

Joseph Benner. PREFACIO NO MORIRÉ HOY Viernes 21 de noviembre de 2009 Ninguna persona sabe cuál será el último día de su vida. Horas antes de morir, nadie presta atención a los sencillos momentos cotidianos que jamás volverá a disfrutar. No atesora entre sus dedos esa última taza humeante de café, ni graba en su memoria el golpe de fresca brisa que arderá ––también por última vez–– en sus mejillas al salir a la calle. Yo misma, al abrir los ojos esta mañana, ignoraba que moriría esta tarde. En unos minutos. Tengo que evitarlo..

Distraerme. No hacer lo que he pensado hacer. En clase, me han pedido que redacte un diario. La profesora nos ha dicho que hablemos sobre nosotros, que expliquemos cómo nos sentimos. Debo centrarme en algo que me obligue a no mirar al lavamanos. Olvidar lo que debería estar haciendo..

De acuerdo. Me llamo Eva. Tengo 17 años. Soy morena, mi pelo es castaño, muy oscuro. Mis ojos son verde aceituna. Soy delgada, no muy alta, aunque tampoco me quejo.

Lo único que no me gusta de mí son mis orejas, así que las escondo bajo el pelo. Vivo en un centro de acogida. Mi abuela murió cuando yo tenía ocho años. Mis padres hacía tiempo que me habían dejado con ella. En realidad, no los recuerdo. Eso es: mantenerme ocupada, intentarlo, al menos.

Dentro de unos meses, cuando cumpla dieciocho años, tendré que abandonar este lugar. Lucía ha dicho que un diario me ayudará a afrontar mejor este cambio. Pero yo no creo que haya nada ni nadie que pueda ayudarme. Quizá una cosa. Apoyada sobre el lavamanos: la cuchilla de afeitar. No sé qué escribir… Debería utilizarla.

Introducir las muñecas en el agua tibia, sin dolor, antes de que todo mi cuerpo me avise de que es una locura. Cortarlas. Diez segundos y ya estará hecho. Sin acobardarme. Permanecer todo lo que pueda con las manos sumergidas en el agua. Hasta que pierda el conocimiento.

Hasta que no haya vuelta atrás. Sé que es una estupidez pensar en esto. Todo saldrá bien, seguro. Encontraré una salida en alguna parte. Por eso he sacado el cuaderno del cajón del armario ¿no? Por eso estoy aquí escribiendo y no allí, de pie, cortando mis venas. Hace una semana que ha llegado una educadora nueva al centro.

Se ha prestado voluntaria para ayudarnos con los deberes por las tardes. Se llama Lucía. Es baja. Su pelo largo y cargado, de color chocolate intenso, se ondula con suavidad sobre su espalda. Aparenta tener pocos años —casi parece otra de las alumnas—, aunque ella dice que es muy mayor. Se mueve con agilidad.

Siempre tiene una sonrisa en la cara, excepto cuando los chicos le dan la lata porque no quieren trabajar. Aunque la mayor parte del tiempo, todos trabajan. Tampoco tienen ninguna otra cosa mejor que hacer. Yo, en cambio, sí tengo algo que hacer. Algo sin concluir que grita mi nombre desde el lavamanos.. ¡Dios! ¿Acaso me he vuelto loca? ¡Tengo que pensar en otra cosa! Lucía ha venido con mucha ilusión.

Nos saluda cuando va por los pasillos o cuando estamos en las zonas comunes. Le gusta decir que los profesores también son personas; pero yo sé que ellos únicamente están aquí porque es su trabajo. Yo también desearía marcharme. Si hago lo que debo hacer, será como si no hubiera estado jamás en este lugar. Como si nunca hubiera existido. Ayer, la profesora nos dio este cuaderno.

Cuando nos lo entregó, dijo que nos encargaría distintas tareas para que las hiciéramos en él, pero que no leería nada a menos que nosotros se lo pidiésemos. La mayor parte de los chicos no va a hacer nada. Yo tampoco tenía pensado hacerlo.. Pero sentí que debía ocuparme en algo que detuviese las locas ideas que recorren mi cabeza. Alguna tarea que me impida seguir este acuciante impulso de acabar con mi vida. Esta tarde, en medio del caos que domina mi cerebro, recordé la libreta.

Vino a mi mente la imagen de Lucía, su sonrisa.. Ella no es como los demás educadores. Se preocupa de verdad. ¿Es posible que también exista algo diferente en mí?, ¿hay una posibilidad de que, tal vez si escribo este diario, pueda encontrarlo? Además, me gusta el cuaderno. Es grueso, de tapas acolchadas. En su portada, puede leerse la palabra «diario» escrita en letras doradas.

Está forrado en piel. Tiene un intenso color morado. En la primera de las páginas la profesora ha escrito: «Bienvenido a la aventura de Crear tu Propia Vida. »En estas páginas, paso a paso, construirás un nuevo camino. Te agradezco que me permitas estar presente mientras lo haces. Me gustaría decirte algo que ya sabes, aunque quizá no lo recuerdes: Eres un Ángel de Luz, eterno, único, mágico y maravilloso».

He leído la nota, una y otra vez. La he copiado. Algunas palabras resuenan en mi cabeza con intensidad. Palabras que, en este momento, son lo único que me impide hacer lo que he pensado hacer. Mi mente me dice que es todo mentira.. Lo dudo. Lo dudo.

Para empezar, mi vida no me pertenece, nunca ha sido mía. Pertenece al centro. Tampoco es cierto que yo le permita estar presente. ¿Acaso puedo elegir? ¿Un «Ángel de Luz»? Está claro que esa mujer está chiflada. Sin embargo, mi corazón.. Llevo varias horas dándole vueltas a la idea de escribir como una tarea que podría salvarme.

Recorro despacio las páginas en blanco. Observo el vacío en cada una de ellas que espera paciente el trazo de mis manos. Me concentro en su olor a cuero, en el calor que irradian sus tapas cuando lo tocas, y en la palabra grande y dorada «diario». Lo acaricio, y retraso lo que he venido a hacer a mi habitación. Cada vez más, crece en mí la sensación de que los meses que se avecinan serán muy importantes. La idea de que es necesario que continúe, porque es posible que todo cambie si me doy una oportunidad de verme a mí misma como ese ser especial del que habla Lucía.

En unos meses me voy. Me voy para siempre de este centro. ¿Qué puede ser mejor? Por eso, he decidido comenzar este diario. Por eso, he decidido que no moriré hoy. CAPÍTULO I DIARIO DE EVA Sábado 22 de noviembre de 2009 Hola, odiado diario: No tengo ganas de escribir, pero tumbada en la cama de mi celda —esta horrible habitación—, el cuaderno parece gritarme desde el escritorio. La sensación de tener algo inacabado se me hace insoportable.