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Rodmann - Las crónicas de Lur (Príncipes del Universo 1)

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Rodmann Las crónicas de Lur (Príncipes del Universo 1)
  • Libro:
    Las crónicas de Lur (Príncipes del Universo 1)
  • Autor:
  • Editor:
    Rodmann
  • Genre:
  • Año:
    2016
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Las crónicas de Lur (Príncipes del Universo 1): resumen, descripción y anotación

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Las Crónicas de Lur

Rodmann

Saga Príncipes del Universo

1ª Edición: Julio 2016

©2016 by Rodmann, Rodrigo Martín Mancebo

©2016, edición en castellano para todo el mundo: Rodmann TV

Dirección: www.rodmann.tv

Diseño de cubierta:

©China Yanly’s Design (China Yanly)

Fotografías de cubierta: ©Depositphotos

Edición: formato digital

Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación, u otros medios, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art.270 y siguientes del CODIGO PENAL).

Para las chicas Rodmann,

sin vosotras no hubiera sido posible


Las Crónicas de Lur

Rodmann

Saga Príncipes del Universo

Introducción

Para aquellos que han llegado tarde.

Que estéis leyendo esto no significa que ahora mismo esté con vida. Tampoco significa que esté muerta. Os invito a leerlo y a que opinéis vosotros mismos. Esta es mi crónica. Es posible que la hayáis encontrado encima de mi mesita o esturreada por el suelo. Por eso mismo la enumero, para que no perdáis detalle del fin de mis días o de lo que creí que fueron. Lo he guardado en forro de plástico por si se mancha de sangre o por si la lluvia entra en la habitación.

Me llamo Lourdes Cruz Romero. Mis amigos me llaman «Lur». Tú puedes llamarme «inspectora jefe Cruz».

En vigilia tenaz y animosa doy mi fuerza, mi vida y mi afán. Yo elegí la misión más honrosa. Del derecho y la ley, soy guardián.

En las calles y plazas alerta, por caminos y montes veloz, en mi paso marcial seña cierta de victoria, justicia y amor.

Policías vistiendo uniforme con armas de guerra velando la paz. Juramos altivos con fe veterana a la madre patria nuestra lealtad.

Es mi ley del malvado ser freno y mi lema el honrado servir, mi consigna con juicio sereno al peligro o desgracia acudir. Ni me alegra el saberme temido ni me asusta el encono feroz. Solo aspiro a dejar bien cumplido el deber que la patria me dio.

Podría continuar, pero esta última frase me genera controversia.

Pues… creo que me alegra el saberme temida y me asusta el encono feroz. Y más si ya lo he conocido antes. Es una contradicción. Lo sé.

Me miro al espejo y me observo detenidamente. Son las once y cuarenta minutos de la noche, debería estar a quilómetros de distancia de aquí, pero sigo en el lugar en el que menos segura estoy: mi casa.

Acabo de ser amenazada de muerte, estoy asustada, pero algo en mí me impide huir de mi final. Si no muero hoy, moriré en unos días, quizás en unos meses o, si el destino me da un poco más de tiempo, será en años cuando la enfermedad que arrastro acabe por completo con mis defensas y me consuma la vida. Quizá es por eso que quiero que él venga esta noche o quizás es que, simplemente, lo quiero ver y oír otra vez.

«¿Quién soy?, ¿qué soy?», esas son las preguntas que me hago cada día. Soy un juguete del destino.

Vivo en piloto automático, no tengo interés por nadie ni por nada, solo por mi trabajo. Quizá sea por ser lo único que me entretiene… o quizá, al ver el sufrimiento ajeno, hace que el mío pase a un segundo lugar.

No tengo familia, no tengo salud, cobro un sueldo bueno, pero aún no he conocido el amor. Lo más cercano a sentirme querida se esfumó el primer día que me dieron los resultados oncológicos. «Mucho hombre para muy pocos… valores», por no decir otra cosa.

Me he tenido que hacer dura a la fuerza. Conozco la palabra sexo por los actos y la palabra orgasmo por las películas porno.

¡Sí!, películas porno. Lo habéis leído estupendamente, «no vuelvas al párrafo de arriba». Las mujeres también ven películas porno. Más de una soñamos con encontrar a un hombre que nos dé duro, y que sepa lo que hace, porque, creedme, no hay tantos.

He estado con hombres… bueno, rectifico, he estado con personas de género masculino. Pero no con ningún hombre.

Siento ser tan cruel, pero un hombre no es decir un piropo, un hombre no es hacer bien el amor, un hombre no es hacerte compañía solo... Un hombre es una persona sin miedos, que está ahí para lo que necesites sin pedir nada a cambio, una persona dura, clara y directa. Alguien que no retrocede ni se rinde. Que te hace feliz. Él que te extraña si te vas, y no puedes vivir sin él. Alguien leal.

Creo que moriré sin conocerlo y os aseguro que ha sido de las pocas cosas que realmente he deseado en esta vida. Quizá mi sueño se cumpla hoy o quizás es que, efectivamente, me he tomado la pastilla equivocada. Quizás es mi último deseo, antes de morir, que me ha sido concedido. Esa sombra…

Miro por la ventana, la cual dejo abierta de par en par, no se ve a nadie por la zona, y una corriente fresca de viento entra y recorre mi cuerpo, la temperatura es estupenda, en el cielo brillan las estrellas más que nunca y no se escuchan coches. Posiblemente sea el día perfecto para morir, solo pido que mi verdugo sea él.

Quizás esté perdiendo el juicio, o la medicación me esté haciendo efecto, pero… ya no puedo más. Cada vez que estoy a punto llegar al final de mi historia, sucede algo. Algo que impide que acabe mal y, en este caso, ha sido alguien .

Todo empezó hace unas semanas. Aquel lunes no tuvo desperdicio.


Trágico lunes

No me salen las cuentas. Por más que miro, una y otra vez, no lo entiendo. ¿Cómo es posible que la aguja del segundero de mi despertador no coincida con la raya marcada en el fondo?, ¿y que siempre se quede unos milímetros atrás antes de llegar a las doce y aun así dé la hora exacta?

Pienso que si cada vez que da una vuelta se queda un milímetro atrás, cuando dé cien vueltas se quedará un centímetro atrás y poco a poco se retrasará.

—¿Un centímetro son mil milímetros o…? —Dios mío, ya no sé ni lo que digo. No puedo más. Llevo toda la noche sin pegar ojo, esto no es normal.

Son las cinco de la mañana, tengo los ojos abiertos como platos y estoy desesperada, no aguanto más aquí.

Me levanto de la cama, abro la ventana de par en par, y una gran brisa me golpea en la cara haciendo que mis cortinas de seda recorran mi cuerpo, y comience el día como cuando se abre el telón en el teatro.

«¿Qué función me espera hoy?», me pregunto.

Estoy completamente desnuda, la ropa interior es un estorbo. Duermo en una cama de matrimonio con sábanas de seda y notar esa suavidad por mi cuerpo hace que me relaje y me sienta libre. Notar esa brisa que se adentra en mi cama, que sopla fría, y que acaricia suavemente mi sexo… ese frescor es excitante, apaciguador y muy placentero.

A mi derecha tengo un espejo en el que contemplo mi espectacular figura, la cual cuido estrictamente. Tengo un pecho firme y levantado, un culo redondo y duro, y unas piernas fibrosas.

Eso se debe a que siempre cuando puedo, y el trabajo me lo permite, corro una hora en la pista de atletismo de un polideportivo que está muy cercano a mi hogar.

«Y todo esto, ¿para qué?», me pregunto día a día.

Hoy a última hora tengo cita en Oncología. El resto de mi vida está inscrita en un sobre que se me desvelará hoy a las ocho y media de la tarde. Estoy asustada, pero a la vez estoy muy harta.

A la izquierda del espejo, justo antes de la puerta que da al pasillo tengo mi mesita . Una mesa recibidora que consta de un cajón donde guardo mis pulseras y complementos de mujer. Justo debajo de éste, hay un compartimiento que se abre en cuarenta y cinco grados y es donde guardo mis veintiún pares de zapatos. «Soy una adicta a la moda».

De momento las joyas más valiosas que tengo del primer cajón están guardadas en un pastillero de ocho cubetas, en donde tengo repartidas mis siete pastillas diarias. La octava cubeta es para el protector de estómago. Todos los días, y cada uno de los ellos, me intoxico de medicamentos como: Toremifeno, Fulvestram y, lo peor, un inhibidor de la Aromatasa cuyos efectos secundarios son unos fuertes dolores musculares que me hacen la vida imposible.

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