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R. Ogalla - Cronicas de Hemm

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R. Ogalla Cronicas de Hemm
  • Libro:
    Cronicas de Hemm
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    2015
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Cronicas de Hemm: resumen, descripción y anotación

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CRÓNICAS DE HEMM: CONTACTO CON LA TIERRA

Una novela corta de R. Ogalla

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PRÓLOGO

En algún lugar de África

Diario del doctor Woonk:

14 de Enero de 2017

Ayer volvimos a sobrevolar la jungla centroafricana Jane y yo. El viejo helicóptero volvió a remontar el curso del río Ubangui, esta vez por su orilla norte.

Como en la sur la selva llega hasta la misma linde del río cubriendo cualquier vestigio de Kannar. Fue imposible hallar el más mínimo indicio que al menos sirviese para levantar un poco los ánimos de la expedición, cuyos miembros tras tres meses de búsqueda infructuosa están cayendo en la desidia y la frustración.

Muchos más fueron los meses y los años que invertí para recopilar la información necesaria que convenció al gobierno para subvencionar esta expedición arqueológica.

Kannar solo era hasta hace unos meses una leyenda en boca de algunos nativos del centro de África. Igual que el estudio de la Odisea y la Ilíada por Schliemann en 1868 le llevó al convencimiento de la existencia de Troya, y a su localización geográfica dos años después. La recopilación de todas las leyendas de tradición oral que en Centroáfrica mencionan a Kannar o "La ciudad de los dioses”, ha servido para elaborar mi tesis doctoral, donde demuestro casi definitivamente que Kannar existió hace unos diez mil años, lo que la convierte en la ciudad más antigua de la historia humana.

En mi tesis relaciono Kannar con el Edén de la biblia y con el mítico Olimpo, ciudad de los dioses griegos.

Realmente Kannar debió ser una ciudad fascinante y única en todos sus aspectos; apareció en pleno neolítico medio. En la selva ecuatorial africana, entre unas culturas prehistóricas que desconocían el fuego. Allí, hace diez mil años, fue edificada Kannar por una civilización desconocida que rodeó su ciudad con una muralla de piedra traída desde miles de kilómetros, y se encerró en ella. Nunca trataron de conquistar a sus primitivos vecinos neolíticos; en realidad pocas cosas podrían tener estos que ambicionara el hombre de Kannar. La relación entre la civilización Kannar, (constituida por una sola ciudad), y el resto del mundo se limitó a esporádicos encuentros en los que los primeros ayudaban o enseñaban a los segundos. Del estudio del pueblo Kannar he conjeturado que estos pertenecían a una subespecie de homo sapiens muy superior a nosotros, de forma que no existían confrontaciones entre ambas, igual que ahora nosotros no tenemos confrontaciones con los chimpancés.

El hombre de Kannar nunca tuvo pretensiones expansionistas ni colonizadoras. Viajaba mucho por todo el mundo, pero sólo lo hacía para aumentar sus conocimientos sobre este: Al final de cada viaje el punto de retorno y descanso era siempre Kannar.

Cinco mil años después de su aparición, mientras en la antigua Mesopotamia se descubría la escritura y en Egipto se comenzaban a construir los primeros templos a Ra, Kannar desapareció. La ciudad quedó vacía, posiblemente todos sus habitantes murieron por alguna razón que desconozco. Pero ningún hombre osó franquear las puertas de la ciudad después de su abandono. Sus murallas continuaron siendo respetadas por las tribus todavía neolíticas vecinas de Kannar.

Sin embargo, la naturaleza no respetó la ciudad, que poco a poco fue engullida por la jungla, la inexorable vegetación de la selva centroafricana escaló sus murallas y derribó los templos prohibidos de su interior, el Ubangui fue inundando año tras año los magníficos jardines, hasta que Kannar desapareció del mapa terrestre en algún lugar cerca de la orilla del río Ubangui, bajo el lodo de este o entre la exuberante maleza selvática. Indicar el lugar preciso es imposible; yo no tengo una Odisea o una Ilíada escritas en la época que Kannar desapareció; sólo tengo la leyenda, recitada de padre a hijo durante generaciones, y en cada generación un dato se perdía para siempre y otro era añadido.

Pero es indudable que Kannar está ahí abajo, en algún lugar de la cuenca del Ubangui-Uele entre lmpfondo y Bondo.

Aunque los ojos no la puedan ver, la cámara infrarroja y el scanner sónico deberán detectar algo en la vegetación o en el terreno que indique el lugar donde descansa la ciudad milenaria de los dioses.

15 de Enero de 2017

Hoy hemos hecho un descubrimiento que puede darnos la solución que tanto esperamos; en el mapa de densidades de la zona rastreada ayer se ha encontrado un área de unos quince kilómetros cuadrados donde la densidad del terreno es mucho más alta que la media de la zona. Esto puede significar que allí hay piedras enterradas, y quince kilómetros cuadrados de piedras en una zona donde la roca no es usual, son muchas piedras. Mañana mismo comenzaremos las excavaciones. Ya he dado las órdenes para trasladar todo el equipo a aquella zona. No existen caminos para llegar hasta allí, deben hacerse mientras se avanza, pero mañana ya estaremos en el lugar e inmediatamente comenzaremos a excavar el terreno. ¡Dios quiera que tengamos suerte!

18 de Enero de 2017.

¡Al fin la hemos encontrado!

Ayer y antes de ayer, excavamos y excavamos sin encontrar nada, día y noche sin descanso. Esta mañana hemos hecho una tregua, les he dado la mañana libre para reanudar el trabajo por la tarde con más ánimos.

Jane y yo hemos aprovechado para dar un paseo junto con Alfred y Alex. Nos hemos acercado hasta la orilla del río, últimamente este ha aumentado mucho su caudal, antes de verlo ya nos ensordecía con el fragor de su corriente. Hemos llegado hasta la parte interior de un antiguo meandro que ahora está a punto de desaparecer y convertirse en un pequeño lago.

En la orilla de enfrente el agua se ensañaba con furia contra la pared arcillosa que guía su curso actual y que se desmorona inevitablemente. De pronto Jane gritó: "¡Mirad, allí hay algo!", y efectivamente en la pared de enfrente, la erosión persistente del río había dejado al descubierto un trozo de mármol rectangular, que ha resultado ser parte de un genuino capitel que corona una enorme columna granítica de ¡quince metros de altura!

Hemos trasladado el equipo a aquella zona y mañana comenzaremos a trabajar. ¡Kannar está a nuestros pies esperando que la saquemos y la mostremos al mundo!

15 de Marzo de 2018.

Tras un año de arduos trabajos, la forma de Kannar comienza a definirse ante nuestros ojos: Grandes espacios vacíos es la tónica dominante en la arquitectura urbana de la ciudad que efectivamente debió estar rodeada por una enorme muralla de la que aún se conservan restos. Esta muralla tuvo en su época una altura de treinta metros y casi quince metros de espesor en su base, todavía no hemos averiguado en que punto de la muralla se hallaban las puertas de entrada a la ciudad, aunque no es de extrañar si se tiene en cuenta que esta barrera tenía una longitud total de treinta kilómetros, que de forma elíptica aislaba a Kannar del resto del mundo.

En el centro de la ciudad está lo que yo llamo el Templo, el edificio de mayor envergadura; es de base completamente circular, con un diámetro de seiscientos metros y una altura de treinta y cinco, tiene la forma de un plato invertido.

Esta construcción únicamente está acompañada por unas quince o veinte torres cilíndricas equidistantes entre sí y muy cercanas a la muralla rodeando el perímetro interior de esta. Estas torres tienen todas treinta metros de diámetro y debieron alcanzar los… ¡ciento cincuenta metros de altura! auténticos rascacielos prehistóricos.

El resto de la ciudad está vacío, tan solo existen caminos que recorren su interior, protegidos por cientos y cientos de columnas idénticas entre sí e idénticas a la que Jane descubrió hace un año semienterrada en el margen del río.

Realmente no es lo que yo esperaba encontrar; no hay casas, ni templos ni esculturas ni inscripciones, ni joyas, ni vasijas... no hay nada excepto la enormidad y rectitud de las torres, las columnas y el Templo. Pero la expectación del mundo está pendiente del paso que mañana vamos a dar. El Templo. El gigantesco edificio central, está perfectamente conservado, su techo no se ha hundido, y sus paredes continúan intactas. No hay ni un solo resquicio, ni una sola ventana en toda su superficie. Sólo cinco puertas selladas con piedras conducen al interior del edificio. Mañana vamos a entrar, retiraremos la piedra circular que tapa una de las entradas y seis miembros de la expedición accederemos al interior del Templo, un lugar donde nadie ha entrado desde hace cinco mil años.

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