Lola Pastrana tiene que montar una función de Navidad para sus alumnos de primaria, pero como el colegio carece de presupuesto decide pedir ayuda a Andrés Olavarría, un antiguo alumno del colegio, que es un empresario de éxito.
¿Imaginas que la única persona que pudiera ayudarte fuera alguien que no soportas?
Andrés es el tío más odioso que ha conocido en su vida, pero no le queda más remedio que aguantarlo durante las semanas que duren los ensayos.
Él tampoco puede ver a Lola, pero siente una incomprensible atracción hacia ella, que le tiene completamente desquiciado.
“Magia inesperada” es la historia de Lola y Andrés, dos personas que solo tienen en común que se detestan y que están a punto de descubrir que solo hace falta pintar una estrella para que su universo cambie por completo…
Si te gustó “Navidad en Manhattan” o “Burbujas”, tienes que leer “Magia inesperada”.
Capítulo 1
Un año más, Lola tenía que montar una función navideña sin presupuesto, pero esta vez era diferente…
—Estos chicos tienen mucho talento, Olga. Es muy frustrante que no puedan tener una función de Navidad en condiciones.
Sin levantar la vista de la pantalla de su móvil, Olga le dijo sin demasiado interés:
—Desde que te conozco, siempre por estas fechas te lamentas de lo mismo. Tus alumnos son talentosos, pero no hay ni un céntimo para la función. ¿Por qué no contratas a uno de estos?
Lola se levantó de la mesa de la sala de profesores donde estaba corrigiendo unos ejercicios y miró el móvil de su compañera, que estaba de pie junto a la cafetera eléctrica.
—¿Las japonesas alquilan hombres apuestos para llorar en sus hombros? —preguntó Lola, perpleja.
—Sí, por 55 euros la hora, te aguantan la chapa, y puedes escoger entre un dentista, un chico malo y un intelectual —respondió muerta de risa.
Lola le arrebató el móvil a su amiga para comprobar que la noticia era cierta, y se topó con otra noticia sobre la única persona que de verdad podía ayudarle…
—He encontrado algo mucho mejor en esta noticia que está justo debajo —murmuró Lola triunfante.
—¿Un dentista intelectual y malo que escucha tus lamentos gratis?
—Andrés Olavarría —respondió Lola, con los ojos brillantes y una sonrisa de satisfacción.
—A ver…
Olga le quitó el móvil a su amiga y se quedó atónita mirando la foto del joven…
—¿Por qué no se me habrá ocurrido antes? Creo que he encontrado la solución a nuestros problemas —confesó Lola, convencida.
—¿Y este tío se deja lloriquear gratis? ¿Has visto qué bueno está? ¿Por qué lo hará? ¿Tendrá algún trauma infantil? ¿Estará atormentado porque nadie le consolaba cuando le robaban las piruletas en el patio y en vez de volverse malo y vengativo ha decidido optar por ser un hombro consolador?
—¡Que no es un consolador! ¡Es Andrés Olavarría que acaba de presentar una nueva aplicación! —aclaró Lola, risueña.
—¿Conoces a este pedazo de hombre?
—¿No te acuerdas que el curso pasado vino un equipo de televisión a rodar unas escenas en el colegio? —Olga negó con la cabeza y Lola siguió contando—: Es un antiguo alumno del colegio y vinieron a hacerle un reportaje con motivo de sus logros empresariales. Es un emprendedor de éxito, hace aplicaciones para móviles que compiten con las de los gigantes tecnológicos.
—¿Y este ejemplar estuvo en el colegio? ¿Cómo es que yo me lo perdí?
—Él no estuvo, grabaron en el patio y en un par de aulas y luego entrevistaron a la directora que fue su maestra.
—Ya podía pasarse por aquí un ratito… —dijo Olga esbozando una sonrisa pícara.
—¡Eso es justo lo que tengo pensado! ¡Voy a escribirle ahora mismo un correo electrónico!
—¡Buena idea! ¡Para que dé a los chicos una charla de motivación y para que nosotras podamos seguir creyendo que la perfección existe! —susurró Olga y después suspiró.
—¿Charlas? ¡Déjate de charlas! ¡Lo que necesitamos es pasta y este tío la tiene! Voy a pedirle que financie la función de Navidad, lo que vamos a pedirle no supone un gran desembolso para él que factura millones. Además qué menos que devuelva al colegio un poquito de todo lo que le han dado. ¡Es de justicia! ¡Es responsabilidad social! Y dentro de nada estaremos en Navidad, hay que dar, hay que compartir, hay que ser solidario…
Lola abrió su portátil y se puso a teclear frenética:
—¡Sé suave, a ver si se va a creer que le estás pidiendo un impuesto revolucionario! —Olga se sentó al lado de Lola para leer lo que estaba escribiendo.
—¡Ya tengo la dirección de su empresa! Sé perfectamente cómo tengo que ser para que mis alumnos tengan la función de Navidad que se merecen, ni más ni menos.
—¿Y tú crees que aceptará? ¿Te imaginas que viene y todo? Por primera vez desde que estoy aquí acudiría a la función navideña entusiasmada…
—¡Las funciones de Navidad son muy entretenidas! ¡Yo siempre vengo entusiasmada! —protestó Lola, un poco ofendida.
—Ya sé que las montáis con ilusión y eso, pero reconoce que son un aburrimiento…
—Perdona, pero mis montajes siempre son innovadores y sorprendentes…
—Ah sí, es verdad, que el año pasado pusisteis cintas rojas a las flautas de plástico y pegasteis estrellitas en los xilófonos… ¡Fue encantadoramente horrible! ¡Todavía me pitan los oídos! ¡Qué voces de rata, qué desafines, qué horror de villancicos protesta!
—El año pasado tenía a varios compositores, es bonito que escriban sus propias canciones reivindicativas. Y la coreografía de Yekaterina fue muy impactante…
—¡La niña se contorsionaba como si realmente le estuviera dando un ataque!
—Es que su danza simbolizaba el dolor del mundo…
—Creo que te pasas de innovadora, los padres lo que quieren es lo de toda la vida: un Belén viviente, con sus pastorcitos, sus Reyes Magos, sus pero mira cómo beben los peces en el río, su Noche de paz, su Jingle Bells … ¡Los villancicos de siempre! Yo, desde luego, me dejaría de montajes experimentales y volvería a lo clásico que siempre funciona.
—Mis chicos son extraordinarios, siempre lo son, pero los de este año, Olga, son muy especiales. Además, Luis ha escrito un guión que es magnífico…
—¿Luis Martín? ¿El gordito que inventa mil excusas peregrinas para no hacer gimnasia? ¡Ese chico es mi pesadilla!
—Porque odia la gimnasia, pero créeme que es un chico muy talentoso. Ha escrito un guión brillante que merece la financiación adecuada y yo se la voy de encontrar. ¡Andrés Olavarría será nuestro patrocinador!
—¿Pero de cuánto dinero estamos hablando? ¡Ese niño tiene una imaginación delirante! Me figuro que habrá ideado algo que requerirá una escenografía digna de Broadway, como poco…
—Es una historia preciosa, original y muy tierna. No necesitamos mucho, le daré el presupuesto lo más ajustado que pueda y ¡mis alumnos tendrán una función de Navidad digna que permita desarrollar sus talentos!
—Lola que se te está yendo la pinza un poco, que Luisito es un fantasioso pero no es Orson Welles.
—Luis Martín, tiene madera y está llamado a hacer grandes cosas…
—Grande, sí, desde luego. Como los bocadillos que se zampa…
—Calla y recuerda que estás asistiendo a un momento histórico. ¡Aquí comienza la carrera del gran Luis Martín!
—Lo de gran no te lo discuto pero…
—¡Por favor, silencio! ¡Necesito concentrarme! ¡Nos estamos jugando mucho!
Y dicho esto, Lola respiró hondo, se recogió su melena castaña en una coleta y escribió a toda prisa: