Estas páginas las dedico lógicamente a mi señor
Jesucristo y a su santísima Madre, que me dan la fuerza
para enfrentarme a tanta maldad que hay en este mundo
inmisericorde, y después de ellos lo dedico a Julieth, joven
madre que murió a causa de la brujería, y que en su lecho
de muerte me mandó a decir: "Padre Juan, muero tranquila
ofreciendo mi vida por mi familia y por Ud. pues fue el
único sacerdote que me creyó y se comprometió luchando
contra la maldad que me habían hecho, y aunque Dios no
permitió que pudiera liberarme, muero perdonando a los que
me hicieron el mal, y quiero que sepa que desde donde esté,
suplicaré a Dios por Ud. y su ministerio, para que Dios lo
proteja, y le siga dando fuerzas para ayudar a tantos otros
que sufren y mueren a causa de la brujería".
Introducción
En esta época de adelantos científicos y tecnológicos, muchas personas creen que la brujería es algo superado y que su existencia se limita a reducidos núcleos de personas marginadas, sin cultura y de bajos recursos. En otras palabras, piensan que la brujería es algo que se reduce al campo de la imaginación y de la superstición. Están muy lejos de considerarlo un hecho histórico, real y vigente en nuestra sociedad. Sin embargo, es un hecho que la brujería o hechicería, según los estudios realizados, se encuentra en todos los niveles sociales, hasta en los universitarios y políticos, como lo denuncia el libro La bruja de Germán Castro Caycedo.
Este libro que tiene en sus manos tiene varios objetivos. Primero, convencer que la brujería es algo real. Segundo, prevenir a las personas que piensan que son inmunes por no creer en ella, cuando en realidad la falta de fe es uno de los elementos que más favorece la acción impune de la brujería, incluso en personas que se dicen ateas o agnósticas. Tercero, dar las pautas necesarias para que el lector pueda autodiagnosticarse y saber si ha sido víctima de algún maleficio. Y cuarto, darle algunos elementos para contrarrestar los efectos de la brujería.
Así mismo, aunque mi intención es la de escribir para cualquier lector que quiera informarse acerca de este tema, como sacerdote católico no dejaré de denunciar el escepticismo y el racionalismo con que las autoridades eclesiásticas ven esto, ya que ha sido tal el miedo que han desarrollado a los medios de comunicación, que quieren evitar a cualquier costo que se les vuelva a echar en cara los excesos de la Inquisición. Por tanto, lo que plantearemos en este libro es la manera como debe afrontarse la problemática de la brujería sin irse a los extremos de negar su existencia o de revivir la cacería de brujas inquisitorial.
Quiero llamar la atención del lector sobre cómo los medios de comunicación masivos cada vez hablan más sobre el tema de la brujería y hechicería. Por ejemplo, los videojuegos preferidos de los jóvenes están infestados de lenguajes, símbolos y personajes esotéricos que instruyen al adolescente en el uso de poderes y hechizos. Así mismo, el séptimo arte trabaja día a día por expandir la práctica de la brujería produciendo cientos de películas que muestran las “maravillas” de tales artes. De igual forma, los adultos son sugestionados y adoctrinados subliminalmente a través de toda la simbología satánica que reciben en las películas de terror.
Mi experiencia me lleva a aseverar que la brujería es mucho más que un simple invento de la imaginación y que en el trasfondo de tantas novelas y películas está encerrada una realidad y un peligro a los cuales conviene hacer frente antes de que sea demasiado tarde.
También quiero utilizar este medio para prevenir a las personas que ya se saben afectadas por este tipo de males, especialmente recomendarles que eviten caer en la tentación de utilizar la misma brujería como método para contrarrestar o deshacer el mal que sufren, pues las fuerzas del mal nunca van a luchar contra sí mismas; eso implicaría estar divididas entre ellas y un reino dividido no puede prevalecer. Es más, todas las “contras” que elaboran los brujos contienen en sí mismas otro maleficio que afectará a la persona en el futuro de manera distinta, obligándola a volver a donde este agente del mal, creando una especie de dependencia o adicción, hasta extremos tales como ver comprometido todo su patrimonio.
También es la intención de este escrito convencer a las personas que para contrarrestar la brujería no es necesario poseer poderes extraordinarios, ni tampoco demasiado conocimiento de las materias mágicas; es más, ni siquiera se requieren elementos, pociones, hierbas o potajes mágicos para disolver los hechizos y maleficios, sino que basta y sobra con un acto de fe en el poder del único Dios verdadero, bajo el cual siempre ha estado subyugado Satanás junto con todas sus fuerzas.
En muy pocos casos será necesario acudir a un sacerdote exorcista para disolver la mayoría de los hechizos, bastará con hacer las oraciones y los procedimientos que vamos a proponer en cada capítulo. Es necesario llamar a un sacerdote cuando, en la elaboración del maleficio, ha intervenido un brujo de alto nivel que tenga consagración satánica; es decir, que tenga jerarquías sacerdotales y episcopales dentro de sus rangos de alguna secta diabólica.
Espero poner en sus manos con este libro una herramienta eficaz para protegerse de aquello que muchas personas prefieren ignorar. No se trata de supersticiones, sino de oraciones para protegerse de estas fuerzas, cuyo poder veo diariamente y de las que yo mismo he sido víctima.
Capítulo I
De por qué tomé este camino
Se preguntará el lector por qué un sacerdote católico habla sobre un tema que la mayoría de los sacerdotes prefiere evadir o negar. La razón es porque en mi juventud fui víctima de los engaños del maligno, he incluso puedo llegar a decir que estuve a su servicio.
De aquí que en este capítulo quiero compartir con mis lectores una pequeña bitácora de mi vida, para que entiendan el por qué decidí consagrarme a luchar contra las fuerzas del mal, pues Dios me dio la gracia de ver su luz en medio de la oscuridad en la que yo mismo me encontraba. Desde entonces, siento la necesidad de compartir esa luz con todos los que yo sé que andan en medio de las tinieblas de la ignorancia.
C AMBIANDO DE BANDO POR MISERICORDIA DE D IOS
La mayoría piensa que todo sacerdote nace siéndolo; no fue mi caso. Aunque vengo de familia católica practicante, a los catorce años mi vida dio un vuelco en materia de fe. Empecé a escuchar heavy metal e imperceptiblemente mi actitud hacia la religión se fue tornando de piadoso a incrédulo, de incrédulo a ateo, de ateo a antiteísta. Paulatinamente fui desarrollando gusto por todo lo oscuro y macabro: ropa negra, cadenas, imágenes de demonios, muertos vivientes, cruces invertidas, pieles de animales sacrificados... Además, incursioné en los terrenos de la adivinación, el I Ching y la hechicería. Compraba libros de magia blanca, verde, roja y negra.
Estudiaba en un colegio católico y tristemente fue allí donde tomé el camino equivocado. Mis compañeros me invitaron a entrar en negocios de venta de pornografía, comerciábamos con armas blancas y llegamos hasta vender petardos para algunas revueltas que se armaban en el colegio. Dentro del material que nos llegaba para introducir al colegio, recibimos literatura sobre sadismo y masoquismo, brujería china, adivinación y magia. Para sentirme más confiado y dármelas de malo, adquirí estos libros y empecé a absorberlos para atemorizar a mis amigos, no sólo por las armas blancas que portaba sino también por las materias ocultas de las que hablaba.
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