Fanny Ramírez - El arte de sacar de quicio. (Spanish Edition)
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- Libro:El arte de sacar de quicio. (Spanish Edition)
- Autor:
- Editor:Dolce Books S.L.
- Genre:
- Año:2017
- Índice:5 / 5
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El arte de sacar de quicio. (Spanish Edition): resumen, descripción y anotación
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El arte de sacar de quicio. (Spanish Edition) — leer online gratis el libro completo
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FANNY RAMÍREZ
Título: El arte de sacar de quicio.
© 2017 Fanny Ramírez
©Todos los derechos reservados.
1ªEdición: Marzo, 2017.
©DOLCE BOOKS
Banco de imágen: ©Shutterstock.
Diseño de portada: China Yanly
Maquetación: China Yanly
Info: chinayanlydesign@gmail.com
Es una obra de ficción, los nombres, personajes, y sucesos descritos son productos de la imaginación del autor. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia. No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, sin el permiso del autor.
SINOPSIS
Después de conseguir enderezar su vida, tras la muerte de su hermana Penélope, Cristian Müller aprende a vivir con sus nuevas responsabilidades. Un hijo. Su día a día deja de ser despertar con una mujer cada mañana, a tener que pensar qué desayuno preparar antes de que Edu se vaya al colegio.
Todo iba viento en popa hasta que Mabel aparece en su vida. Una pequeñaja cuatro ojos, tal como él la apoda, le vuelve la cabeza del revés. Es una profesional a lo que sacarlo de quicio se refiere.
Dicen que del amor al odio hay un paso… ¿Pero qué pasa cuando el odio se convierte en un afrodisiaco de lo más irresistible?
***
«La vida es muy perra cuando quiere, la mía se torció en una maldita noche de lluvia donde un camión causó la muerte de mi hermana mayor. ¿Cómo se sigue adelante después de eso? Yo lo hice. Lo hice porque un milagro hizo que mi sobrino sobreviviera. Se convirtió en mi hijo, mi razón de vivir».
PRÓLOGO
—¿Cree que podrá arreglarlo?
Sonrío a la chica morena, quien se retuerce un mechón de pelo entre sus dedos. Su labio está atrapado entre sus dientes y su mirada es de todo menos inocente. Estoy en su casa, porque según ella la cañería de su fregadero está atascada. Pero la verdad es que la única cañería que quería desatascar era la suya, mayormente.
Paso entre ella y la puerta, cerciorándome de rozar su cuerpo más de la cuenta. Su suspiro es un regalo para mi ya dura polla, apunto de explotar en mis pantalones.
—Claro que sí, señora… —contesto dándole una sonrisa antes de agacharme y abrir el mueble del fregadero.
Al cabo de media hora, sudado y sin camiseta, el atasco queda arreglado. Me levanto del suelo recogiendo todas las herramientas y metiéndolas en mi maletín. Seco mi sudor con el antebrazo y antes de hacer nada más, siento sus manos repasando mi espalda sudada en una suave caricia.
—Debería agradecerle su arduo trabajo como corresponde. ¿No cree? —ronronea detrás de mí,
pasando sus uñas por mi piel.
Me doy la vuelta para encararla y sonrío de lado antes de acercarme a ella en toda mi altura. Sus ojos ávidos de mirar cada centímetro de mi cuerpo me avivan, me enciende.
—Puedo decirle que no soy barato, señora… —susurro acercándome a sus labios solo para desconcentrarla.
Ella cierra los ojos y entreabre la boca queriendo recibir mis besos.
—Tengo el dinero… no se preocupe por eso —responde en un tono desesperado.
—¿Entonces qué más quiere de mí? —paso mi nariz por su mejilla, rozando su piel tersa.
Un jadeo es lo que recibo de su parte.
—¿Qué quiere de mí, señora? —vuelvo a repetir, ya alcanzando su cintura con mis manos, atrayéndola hacia mí con un brusco movimiento.
Su gemido conecta todos mis sentidos y me pongo duro en el acto. Me encantan las chillonas, y ésta tiene toda la pinta de serlo.
—A ti… —resuella.
—¿Tiene algo más que arreglar?
Ella abre los ojos y me sonríe pícaramente.
—Creo que hay una tubería más para desatascar. Y esto…—agarra mi polla sobre los pantalones apretados y gruño de placer—. Hará todo el trabajo. ¿Cree que podrá hacerlo?
—Sería todo un verdadero placer… señora.
Agarro su nuca y la atraigo hacia mi boca con fuerza, mancillando sus labios, follándola con mi lengua. La señorita, no sé su nombre, da un salto hasta que enreda sus largas piernas en torno a mis caderas. Me besa con desespero, meciendo su pelvis contra la mía, volviéndome loco.
Me la llevo contra la pared de la cocina donde me dedico a saborear su cuello, devorando su piel, bebiéndome sus gemidos. Mi erección se presiona contra su sexo, dolorido e hinchado, deseoso de estar en contacto con su delicada y resbaladiza piel. Así que sin más dilación, la bajo de mí, rompiendo el beso.
—Llévame a tu habitación… veremos cómo desatascar esa bonita cañería que tienes para mí.
Ella, gustosa, con la respiración igual de errática que la mía, me guía hacia su dormitorio. Una cama de matrimonio bien vestida, con colchas de colores claros, preside la estancia. El decorado me importaba una mierda, lo que me importa de verdad en este momento es la maldita cama que me haría devorar su precioso cuerpo.
Se abalanza sobre mí en cuanto cruzamos el umbral y yo, gustoso, me dejo hacer. Sus manos tocan mi torso, arañando y sobando cada porción de piel que se le antoja. Bajo la cremallera de mis pantalones, liberando así mi polla harta de estar tan apretada.
—¡Dios…! Me podría correr con solo admirarte…
Una sonrisa de suficiencia surca mis labios y la empujo para que caiga en la cama de espaldas.
—Tranquila… haré que te corras muchas… muchas veces.
Jodidamente me encanta mi trabajo.
—Hmmmm… —me chupo los dedos en cuanto acabo de comer el último trozo de cordero —.
Esto estaba delicioso, coco.
Ella sonríe y mira a Edu que también se chupa los dedos imitándome.
—Edu coge una servilleta… —le reprende.
El niño resopla y lo hace a regañadientes.
—Cristian, podrías comportarte como un adulto —me riñe esta vez a mí.
Tiene razón. Y por eso, asiento y me limpio los dedos y la boca como todo un hombre.
—¿Mejor, mamá?
Eso hace que Edu ría por lo bajini. Aguanto la risa y cuando Teresa no está mirando, le guiño un ojo a mi sobrino. Él me lo devuelve cómplice. Me tiene tan enamorado este pequeñajo…
—Bueno, voy a limpiar todo esto y nos vamos a casa —anuncia mi cabeza, Coco, mirando a un
ceñudo Edu.
—¿No nos podemos quedar con el tito hasta la merienda?
—No, porque después de la merienda querrás cenar y así hasta mañana. Además tengo una sorpresa para esta noche —sonríe exageradamente hacia él haciéndome reír.
Él niño aplaude feliz y yo me levanto para irme al sofá, Edu me sigue. Pero ambos paramos en seco al escuchar a la sargento dar un silbido.
—¡Alto! ¿Dónde creéis que vais?
Nos damos la vuelta a la vez y mi mirada baja a su pie, que sube y baja en advertencia. Trago saliva y Edu y yo nos miramos.
—Será mejor… —empiezo.
—Que le ayudemos… —termina él.
—Exacto —acata mi hermana con una sonrisa triunfante.
Ayudamos a fregar los platos y demás utensilios mientras ella barre la sala y recoge. Edu seca mientras yo enjuago y así hasta terminar. Mi coco viene y besa la cabeza de Edu con cariño haciendo que éste se queje y ría a la vez. Aunque ella no lo vea, es una madre maravillosa. Tiene a mi sobrino entre algodones; lo cuida, mima y riñe como toda una madre experta. Le tengo tanta envidia a veces.
Ella se llevó la peor parte cuando Penélope murió. En vez de ser mi melliza, parecía la de ella, ya que no se separaban nunca. Aún recuerdo cuando mi hermana mayor se metía en líos y Coco se echaba las culpas, para que ella no fuera castigada por papá. Y como papá era como era… y más listo que el hambre, siempre conseguía sacarle la verdad y al final Penélope acarreaba con las consecuencias de sus actos. Aunque Coco también se llevaba la regañina y un castigo por taparla. La echaba tanto de menos.
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