Freddy Darino Diaz - Ocultos en las sombras

Cuando el amor se abre paso, el resplandor de la Verdad pone en evidencia, a quienes viven ocultos en las sombras.

Freddy Darino Díaz

En el silencio de las sombras se esconden quienes desdeñan la Verdad, porque al creerse falsamente libres, se encadenan a sus propios desaciertos.

Para Sofía, mi pequeña nietita.

También para todos aquellos que, como ella, puedan llegar a comprender que la grandeza que conduce a la dignidad, sólo se puede alcanzar creciendo interiormente…

PRÓLOGO

“Crede ut intelligas”

(Cree para comprender)

Pero comienza por creer en ti, convenciéndote de que eres capaz de amar y de conquistarlo todo…

“Intellige ut credas”

(Crece en la inteligencia)

Escruta a fondo hasta encontrar la verdad que te permitirá ser inteligente y crecer…

No cedas sin exigirte.

Aprende a plantarte firme diciendo fuertemente no cuando debas hacerlo, para que, ante tu seguridad y tu más clara determinación, te oigan y no se atrevan a ofenderte.

Di no con firmeza a tus fragilidades…

“Ubi amici ibi opes”

(Donde hay amigos hay riqueza)

Hay amores que vienen desde la sangre.

Hay amigos que se conquistan desde el alma.

Los verdaderos, nos enriquecen interiormente.

Desconfía de los que sólo pretenden trampearte desde el silencio de las sombras…

“Veniunt a dote sagittaee”

(Vienen como flecha a la herencia)

Idolatran al dios dinero. Cegados por la ambición apuntan hacia el corto horizonte, negándose la luz que está más allá…

Enero 2008

I

Un propósito sencillo de quienes sentimos vergüenza por el mundo que hemos hecho–. Infinidad de veces habían repetido esta frase como el lema siempre latente en ellos, que iluminaba la tertulia en el Café Ateneo, al que acudían al atardecer ante el llamado de la amistad, para continuar intentando construir un mundo nuevo…

Los unía la amistad más plena y la postura exigente que nunca había hecho prenda con la soberbia.

Sentían en sus almas similares compromisos, más allá de sus respectivas singularidades.

Aquellos cuatro amigos se enriquecían recíprocamente, debatiendo sus ideas sobre la vida y las circunstancias del tiempo que les había tocado vivir. Pero sentían que debían proyectar sus esfuerzos hacia sus semejantes.

Los cuatro venían de sus respectivas peripecias de vida y de las estancias del sacrificio, del sufrimiento, del desprendimiento, dejando testimonios diversos de cuanto habían aprendido en su largo trajinar.

Por edad, se consideraban integrantes de una generación puente, que se encontraba entre el ayer que se había ido…, y el presente perturbador que se les había venido encima , mostrándoles un mundo muy diferente al que habían vivido.

Habían llegado a esta altura de sus vidas sorteando obstáculos en cada etapa, ingresando por la puerta grande a sus respectivas escenas cotidianas, y sentían que debían multiplicarse por los suyos, y por la juventud toda, a la que le tocaba vivir un mundo diferente, con la impetuosidad de un tsunami globalizador, que arrastraba a los que no habían aprendido a nadar en las turbulencias.

Poseían lazos comunicantes muy profundos, mamados desde la niñez, con valores y hábitos que a lo largo de la vida los habían apartado de la mediocridad por propias convicciones.

Vivían y actuaban sin miedo, luchadores esforzados que cavaban muchas trincheras como integrantes de una generación resplandeciente que no se permitía claudicar, luchando tenazmente, para que no se apagaran del todo los fulgores que tanto valoraban.

No se admitían una comodidad indiferente.

Necesitaban involucrarse, para hacerle frente a quienes arrojaban sombras en medio de oscuras realidades.

Quienes vienen detrás, no se merecen nuestros descuidos ni la culpable complicidad de nuestra indiferencia, sigamos intentándolo …– se decían, reafirmando el llamado comprometido que sentían internamente.

Los nuestros y muchos de nuestros semejantes están en situación de riesgo.

Debemos hacer algo, que esté a nuestro alcance.

No nos propongamos testimonios heroicos e inalcanzables sino propósitos sencillos. Sabemos que no será suficiente pero sí, puede constituir un aporte que vayamos concretando en el día a día, con los actos simples y bien rumbeados del cotidiano vivir.

Y si tenemos que incursionar en medio de las marañas de este selvático presente, no lo dudemos, sigamos intentándolo, que alguna semilla puede llegar a germinar y habrá valido la pena …

Félix Dargen era un hombre ducho y aguerrido.

A muy temprana edad había sentido los más duros golpes de la vida: a los doce años había fallecido su madre luego de una cruel enfermedad y cuando ya había cumplido los catorce partió su padre, quien con cincuenta y cinco años se durmió una noche para ya no despertar…

Sabía de sacrificios, de soledades e incomprensiones, pero en sus entrañas le habían transmitido una fibra singular que lo había llevado a sobreponerse y a superarse, sintiendo desde siempre que pocas cosas podrían derribarlo y dejarlo caído, porque él se levantaría en toda circunstancia, salvo que una fatalidad se lo impidiera.

Desde muy joven había sentido predilección por la lectura, ella lo fue llevando a sumergirse en diversas bibliotecas y casi sin darse cuenta, en un abrir y cerrar de ojos, había hecho el tránsito hacia el hombre que se había forjado, autodidacta de su presente, obrero de su mañana, para salir a la vida a pelear por un destino que encajara con el sentido que él le daba a la existencia.

Había aprendido mucho a lo largo de su carrera. Jubilado a los sesenta años como Inspector de Policía de la Brigada de Investigaciones en Montevideo, conservaba la energía y vitalidad que había cultivado.

Su ingreso al cuerpo policial como efectivo se había producido a los veinte años, a mediados del mes de julio de 1968 y desde entonces se había mantenido al servicio de la seguridad de su gente, cumpliendo con la vocación sentida desde niño, concretando una carrera destacada y por demás riesgosa, que encajaba con el compromiso y la determinación que siempre había respaldado su accionar.

Desde aquellos lejanos días de su formación en la Escuela de Policía, había ido avanzando paso a paso resolviendo las investigaciones a su cargo con singular eficacia.

Eran conocidos su estilo y su sencillez sorprendente.

Con el paso de los años se habían ido incrementando esos atributos, unidos a una actitud en apariencia ausente pero empecinada por el detalle sutil.

Aparentemente distraído e indeciso en algunas circunstancias que se le habían presentado en su profesión, sorprendía deteniéndose en el detalle más imperceptible, que los demás dejaban a un lado.

Él iba hacia lo que parecía sin importancia, se rascaba la cabeza, volvía a indagar en ello, parecía que lo abandonaba y en muchos casos, ordenaba a sus subordinados que lo dejaran solo, para convocarlos minutos después con un atropello nada indeciso a recoger muestras que otros no tenían en cuenta, para realizar luego su posterior análisis técnico o para ajustar un interrogatorio y lograr vuelcos sorpresivos a las investigaciones a su cargo.

Siempre tenía en su bolsillo una poderosa lupa, pero prefería utilizarla en soledad, de modo que nadie ni nada, ni el más mínimo rumor o comentario le afectara el diálogo que mantenía con ese instrumento, para alcanzar la visión sorpresiva de lo insospechable…