Annotation
Adéntrate en la nueva y rompedora serie de «Minstrel Valley», creada por catorce autoras de Selecta. Ambientada en la Inglaterra de la Regencia en un pequeño pueblo de Hertfordshire, descubrirás una historia llena de amor, aventuras y pasión. Todo lo que necesitas es amor. Lo demás viene después. Romola Seymour tiene los mismos objetivos que una joven de su edad y condición: perfilar sus modales para convertirse en una dama, y encontrar un marido en Londres. Y, si bien sus rarezas y falta de habilidad van en contra de ella, no será esto lo que trunque su idea de compromiso, sino un hombre particular. Edward Hastings no solo se ve obligado a trabajar como profesor sustituto en la Escuela de Señoritas de lady Acton, sino que, encima, debe lidiar con lo que despierta en él una de sus alumnas: el deseo de volver a ser el muchacho que fue. Ese espíritu enamoradizo que perdió a la vez que la inspiración musical, y que solamente podrá recuperar si acepta sus sentimientos a tiempo. ¿Conseguirá hacerlo antes de que otro se adelante? Sobre la serie:Minstrel Valley es un proyecto novedoso, rompedor y sorprendente. Catorce mujeres que crean una serie de novelas gracias a una minuciosa organización que ha llevado tiempo y esfuerzo, pero que tiene su recompensa materializada en estas quince novelas de las que vamos a disfrutar a lo largo de esta temporada. Gracias a su trabajo en equipo, el cariño, el tiempo robado a sus momentos de ocio, de descanso y de familia, la paciencia, el esmero y el talento, nuestras queridas autoras hacen que todo sea posible. Desde Selecta os invitamos a adentraros en Minstrel Valley y que disfrutéis, tanto como nosotros, de esta maravillosa serie de regencia. Prólogo de Nieves Hidalgo en Si me lo pide el corazón (Minstrel Valley 1):«Serán novelas divertidas, románticas, dulces, plenas de sentimiento, con personajes que os enamorarán; hasta con leyenda incluida. Historias paridas por la imaginación de unas autoras merecedoras de elogio, no ya solo por su capacidad para ilusionarnos, su disposición a compartir sino, sobre todo, por la manera encomiable de aplicarse al trabajo para ofreceros lo mejor de sí mismas.»
El profesor de baile de la señorita Seymour
Minstrel Valley 2
Eleanor Rigby
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Si quieres saber más sobre «Minstrel Valley» visítanos en
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y descubre todas las novedades de la serie.
Minstrel Valley es un proyecto novedoso, rompedor y sorprendente. Catorce mujeres que crean una serie de novelas gracias a una minuciosa organización que ha llevado tiempo y esfuerzo, pero que tiene su recompensa materializada en estas quince novelas que vamos a disfrutar a lo largo esta temporada. Esta labor de comunicación entre ellas, el apoyo mutuo, la coordinación y coherencia no hubiese sido posible sin nuestras queridas autoras, que hacen visible que con cariño, tiempo robado a sus momentos de ocio, de descanso y de familia, confianza, paciencia, esmero y talento, todo sea posible. Desde Selecta os invitamos a adentraros en Minstrel Valley y que disfrutéis, tanto como nosotros, de esta maravillosa serie de regencia.
Si la música es el alimento del amor,
tocad, tocad siempre.
William Shakespeare
En los actos sociales, una dama debe tener una conversación cordial, que respete los más básicos cánones del decoro.
Reglas de decoro de la señorita Sherman
Escuela de Señoritas de lady Acton
Capítulo 1
Minstrel Valley, Hertfordshire
Abril de 1837
Las botas nuevas de Edward Hastings pisaron la grava con recelo, como si antes tuvieran que comprobar la temperatura. Tratándose del camino desnivelado y fangoso de un pueblo inglés, se podría considerar una medida preventiva y no reticencias a conocer por fin su destino... Aunque también las tenía. Albergaba muchas y grandes reticencias. Pero tras haber sido víctima de un insufrible trayecto de casi tres horas y media, sometido al vaivén de un carruaje alquilado, no solo habría puesto los dos pies sobre el infierno para poder estirar la espalda, sino también las manos.
Tuvo que entornar los ojos para evaluar el terreno. Había dejado atrás al Londres del segundo diluvio para que un rayo de sol estuviera a punto de cegarlo. Veintitrés años vivo, veintitrés años como ciudadano británico, y todavía le causaba rechazo la volubilidad del clima. Eso solo en un día normal. En un día espantoso como aquel, lo único que no le inspiraba un arrollador desprecio era la convicción de que se marcharía de Minstrel Valley antes de volver a acostumbrarse.
—¡Por fin! —exclamó una voz que se le hacía conocida—. Llevamos esperándote media hora.
Edward usó la mano como visera para captar el paseo renqueante de su tío, la razón en carne y hueso por la que estaba allí, y también el motivo de su tormento. No se atrevía a exteriorizar su molestia porque, a fin de cuentas, él no era el tullido, ni tampoco el que no podría ejercer su trabajo por ello. Pero había sido una inconveniencia que no se le hubiera ocurrido nada mejor que hacerse un esguince de tobillo apenas unos días antes de la apertura de la temporada.
El señor Lionel Hastings, aparte de ser el efusivo tocón que le daba la bienvenida con un abrazo, era un miembro indispensable de la escuela de señoritas de Minstrel Valley. Estas señoritas acudirían a uno de sus primeros bailes en sociedad en tan solo unos días. Por el momento, llenaban de vida la lujosa mansión de lady Acton, una obra de arquitectura francesa espectacular. La entrada estaba enmarcada por dos filas de sirvientes, preparados para darle la bienvenida.
—Créeme —masculló de mal humor—, yo también esperaba llegar media hora antes.
—¿Por qué? ¿Impaciente por ocupar mi lugar? —se recochineó el muy miserable, esbozando una sonrisa juguetona.
¡Desde luego que estaba impaciente! Siempre había sido el sueño de su vida plantarse delante de toda una escolanía de mentecatas para...
«Esa no es la actitud», se recordó. «Estás haciendo un favor. Qué menos que fingir que no te importa, o que no te lo vas a cobrar muy caro en cuanto tengas oportunidad».
—No eres el único —continuó Lionel—. Le he hablado a las jovencitas de tu incorporación y están deseando conocerte. Estos días andan muy nerviosas por la presentación, así que es posible que te haya vendido como un manjar suculento.
Edward dejó de acomodarse la chaqueta para mirarlo con el ceño fruncido.
—¿Perdón?
—Necesitaban inspiración, Edward —le reprochó, echando el peso del cuerpo sobre uno de los soportes de madera. El otro lo utilizó para darle un toquecito en la cadera—. Y sabes que no me gusta dar malas noticias sin una buena, menos aún en estas fechas. Si hubieras visto sus caras cuando les dije que tendrían que bailar con ellas mismas, te puedo asegurar que habrías dicho cualquier cosa para animarlas.