El millonario de Silicon Valley
Primera edición digital: julio, 2018
D. R. © 2018, Joshua A. Aguilar
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Conversión eBook:
Mutāre, Procesos Editoriales y de Comunicación
A todas las mujeres emprendedoras,
en especial a mi madre.
A todos aquellos que han empezado sin nada
y quieren conseguirlo todo.
Ésta es mi historia y éstos, tus regalos.
Pero, para abrirlos, primero es necesario
comprender cómo empezó todo.
Sophie White
Cómo empezó todo
Tres años atrás
Las cosas fáciles no valen la pena,
ya hay muchas personas haciendo cosas fáciles.
Los retos verdaderamente difíciles están reservados
para los grandes, para los cambia mundos,
para los no conformistas.
Cómo empezó todo
Decidí mudarme a Silicon Valley, ya que este lugar es la meca de las startups o, para quien no lo sepa, de las empresas tecnológicas de rápido crecimiento, como la mía. El problema es que si no conseguíamos pronto una inyección de capital financiero, es decir, inversores para la empresa, no sólo no podríamos crecer, sino que caeríamos en bancarrota.
Todo empezó una tarde lluviosa mientras conducía por un bonito residencial de San Francisco. Mientras encendía el limpiaparabrisas, observé a un señor mayor que caminaba con su bastón y parecía perdido. La tarde estaba cayendo y una tormenta parecía acercarse, así que decidí detenerme para ofrecer ayuda.
—¡Hola! Parece que se avecina una tormenta. ¿Podría acercarlo a su casa?
—¿Sabes dónde vivo? —preguntó.
—No.
—¡Genial!, ya somos dos —contestó sonriendo mientras le ayudaba a subir al coche—. Estaba a punto de llamar para que me recogieran. Por suerte has venido a mi rescate, supongo que eres mi héroe cotidiano.
—¿Héroe cotidiano? —pregunté, curiosa.
—Así es. Los verdaderos héroes no son los que salen en las películas de Hollywood, sino aquellos que con pequeños actos de amor hacen de este mundo un lugar mejor.
—Vaya… No me considero una heroína, pero de todas formas te agradezco el cumplido.
—¿De qué parte de Texas eres? —me preguntó—. No importa cuánto tiempo vivas fuera de Texas, el acento de una cowgirl no se pierde nunca.
—Soy de Humble, Texas.
—Howard Hughes era de ahí —replicó emocionado.
—Es verdad. ¿Cómo lo sabe?
—Me lo dijo él una vez. Por cierto, vivo en esa casa blanca de ahí —dijo señalándola—. ¡Bien, hemos llegado! Muchas gracias por traerme a casa y evitarme un resfriado —me agradeció mientras lo acompañaba hasta el pórtico de su casa—. ¡Por supuesto! Lo menos que puedo hacer es invitarte un café, y déjame decirte que en mi casa se sirve el mejor café de California —empezaba a llover, así que acepté su invitación—. Además, ¿cómo iba a decirle que no a una persona tan simpática?
Su casa era de aquellas típicas americanas de clase media-alta que se encuentran en las afueras de la ciudad, con jardines grandes y un pórtico inmenso con columnas de estilo colonial. Al entrar a su casa me presentó a su mujer, quien me agradeció haber traído a Larry, y sin que él se diera cuenta me confesó en tono de broma que él ya no estaba para esos trotes, pero que era tan testarudo que no había manera de que se estuviera quieto. Mientras esperaba en el salón de su hogar observé algunas fotografías enmarcadas en los muebles. Fotos con el presidente Reagan, con el que parecía ser un jeque de Oriente Medio, con los reyes de España, con Bill Gates. ¿Quién era este hombre?, y ¿en qué casa me había metido? Mientras me lo preguntaba apareció con su esposa por la puerta, con unas galletas y tazas de café humeantes, y justo en ese instante recuerdo haber leído en el buzón de la entrada: Familia McMan. ¿Sería posible?...
¿QUIÉN ERA LARRY?
Larry McMan era uno de los hombres más ricos de Estados Unidos. Su enorme fortuna lo había convertido en una leyenda de Silicon Valley. Su mote, “El fantasma de Silicon Valley”, se lo había ganado a pulso, ya que era un hombre muy reservado al que no le gustaba ceder entrevistas, ni darse a conocer. Fue uno de esos hombres pioneros que ayudaron a crear la fama del valle gracias a sus fuertes inversiones en empresas tecnológicas. Daba generosamente a los pobres, poseía numerosas fundaciones que ayudaban a los niños en África, pero sobre todo era un hombre de familia. Su riqueza era tan grande que aunque quisiera gastársela toda no podría.
Podríamos decir que Larry, a pesar de ser un protagonista, prefería ser un actor de reparto. Luchó toda su vida para que nunca se hicieran públicas las cantidades de dinero que donaba en ayudas humanitarias. Él siempre decía: “Lo que haga tu mano izquierda, que no lo sepa la derecha”. Larry era un hombre realmente rico y poderoso, pero era tan humilde que resultaba difícil creer que te encontrabas frente a tal eminencia.
¿QUIÉN ERA YO?
No lo he dicho antes, pero mi nombre es Sophie White y en aquel momento de mi vida estaba atravesando una de las situaciones financieras más difíciles de mi vida.
Dejé la universidad y conseguí que algunas personas de mi familia financiaran mi idea empresarial, y con la esperanza de hacer realidad mi sueño me mudé a California. Fue así como empecé mi propia empresa, ADA Technologies, un sistema informático de inteligencia artificial capaz de pensar como un ser humano. Es básicamente un algoritmo capaz de analizar e interpretar enormes paquetes de datos, como textos, música, videos e información disponible en internet para ofrecer soluciones simples a preguntas complejas.