Si me lo pide el corazón
Minstrel Valley 1
Bethany Bells
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minstrelvalley.com
y descubre todas las novedades de la serie.
Minstrel Valley es un proyecto novedoso, rompedor y sorprendente. Catorce mujeres que crean una serie de novelas gracias a una minuciosa organización que ha llevado tiempo y esfuerzo, pero que tiene su recompensa materializada en estas quince novelas que vamos a disfrutar a lo largo esta temporada. Esta labor de comunicación entre ellas, el apoyo mutuo, la coordinación y coherencia no hubiese sido posible sin nuestras queridas autoras, que hacen visible que con cariño, tiempo robado a sus momentos de ocio, de descanso y de familia, confianza, paciencia, esmero y talento, todo sea posible. Desde Selecta os invitamos a adentraros en Minstrel Valley y que disfrutéis, tanto como nosotros, de esta maravillosa serie de regencia.
Prólogo
Hay PROYECTOS. Sí, así, con mayúsculas. Y este es uno de ellos.
En un mundo cada vez más distante, donde parece que lo que prima es darse publicidad, pelotear para que compartan nuestras noticias y, lo que es peor, alabar a tontas y a locas, encontrarse con este trabajo es un lujo, a la vez que un privilegio que se me haya permitido prologarlo.
He leído obras de todas y cada una de las autoras que intervienen en esta colección, y son estupendas. Muchas de vosotras ya habréis disfrutado de las novelas de unas cuantas, así que huelga presentarlas. Os conmino, en cambio, a descubrir a las que aún os son desconocidas, no os arrepentiréis. No lo digo porque las considere compañeras, incluso amigas. Quien me conozca un poco sabe que no vitoreo por el simple hecho de hacerlo.
No podéis imaginar el arduo trabajo que ha significado planificar la serie.
Horas y horas rastreando información y verificándola para, después, comunicar e intercalar los resultados con el resto del grupo, de manera que los datos y las situaciones coincidieran al escribir las distintas historias: calles, posadas, entornos geográficos, etc., etc. Cada autora ha ido aportando enlaces, fotografías, vídeos, mapas… Todo ello en un ambiente donde ha primado el compañerismo, la complicidad y, por descontado, el buen humor.
Ellas lo han disfrutado, y vosotras también lo haréis con esta colección.
Serán novelas divertidas, románticas, dulces, plenas de sentimiento, con personajes que os enamorarán; hasta con leyenda incluida. Historias paridas por la imaginación de unas autoras merecedoras de elogio, no ya solo por su capacidad para ilusionarnos, su disposición a compartir sino, sobre todo, por la
manera encomiable de aplicarse al trabajo para ofreceros lo mejor de sí mismas.
Acaso esté pecando de blandengue, pero a medida que escribo este prólogo, me voy emocionando.
Cada historia del colegio de señoritas de Minstrel Valley tendrá lugar en un mes distinto. Un año completo a lo largo del cual iremos descubriendo la vida de estas jóvenes que, además de enfrentarse a su yo como personas, conocerán el amor.
Estoy convencida de que todas y cada uno de las novelas os cautivarán.
No quiero extenderme más, pero sí daros las gracias por confiar en estas autoras y en Selecta.
Y ahora, voy a leer esta primera entrega, o lo que es lo mismo: a soñar despierta.
Nieves Hidalgo.
Las damas de Minstrel House no solo aprenden capacidades y logros paraser elegibles, sino para el cultivo de su alma y de su mente. Lo aprendido,formará parte de ellas durante toda su vida.
Reglas de decoro de la señorita Sherman
Escuela de Señoritas de lady Acton
Una dama se prepara para la temporada y, convertida en una jovenaspirante, se sumerge en ella, la vive, trata de conseguir sus objetivos yafronta el resto de su vida con lo que pueda lograr.
Una Dama Selecta es aspirante siempre. Se prepara para la temporadaantes, se prepara durante y se prepara después, y se seguirá preparandohasta que consiga el éxito.
No cualquier logro. El éxito.
Lady Acton
Capítulo 1
Principios de marzo de 1835
Era poco más del mediodía cuando llamaron a la puerta, un par de golpes firmes.
Olivia Coombs se sobresaltó y alzó la cabeza. Con el movimiento, la larga cabellera negra, de guedejas gruesas y ensortijadas, se movió como si tuviera vida propia.
¿Quién podía ser? ¡Menuda contrariedad! La señora Meyers, que hacía las veces de criada y cocinera, estaba pasando el día en casa de su hija, ella no esperaba a nadie y, como era domingo y no tenía otra cosa que hacer, se había estado bañando, mientras pensaba con tristeza en la reciente muerte de su madre.
En esos momentos, vestida solo con la camisola, el corsé y las enaguas, se estaba secando el cabello, arrodillada junto a la chimenea de su dormitorio. No era momento para recibir a nadie.
Pero daba igual lo que pensase: quien quiera que fuese volvió a llamar, esa vez con un evidente toque de impaciencia. O quizá era apremio, podía estar pasando algo. ¿Sería la señora Perkins, su vecina inmediata? Tenía cinco hijos y un sexto a punto de nacer. Podría ser que hubiera llegado ya el momento...
Olivia se levantó, se puso la bata de camino y ni se detuvo a calzarse. Bajó las escaleras, cruzó el pequeño vestíbulo y abrió.
Para su sorpresa, se encontró frente a frente con un desconocido de unos treinta años, un joven muy atractivo, moreno, alto y de porte elegante. No era alguien del pueblo, seguro. No solo conocía a todos los habitantes de Minstrel
Valley, sino que también hubiese podido deducirlo sin ningún problema de su apariencia general.
Ningún campesino de los alrededores hubiese utilizado un sombrero de copa como el que cubría en parte su cabello, brillante de puro cuidado, o el traje de excelente paño, cortado por uno de los mejores sastres de Inglaterra; ni tampoco el pañuelo de cachemir que cerraba el cuello con un lazo perfecto, o las resplandecientes botas de caña alta.
Eso, por no hablar del bastón de madera noble con empuñadura de oro.
Todo ello desprendía un aire innegable a Londres, a selecto y a gente importante. Algo que, hasta ese momento, había estado siempre muy lejos de su puerta.
—¿Sí? —preguntó, atónita.
—¿Señorita Coombs? —Olivia asintió. Vio que las pupilas del hombre se fijaban en su pelo, suelto de cualquier modo y algo húmedo todavía, y luego en su escote. Cruzó más la bata, incómoda, sin poder evitar ruborizarse. Hubo un brillo curioso en los ojos del desconocido, pero su expresión permaneció pétrea