Capítulo 28
L
as dos mujeres, tras el sepelio, bajaron a Madrid en el mismo taxi. Atrás quedaron Berta y Álvaro, los empleados del restaurante y Francisco, quien esa tarde había anunciado a Dorinda su intención de abandonar el empleo.
—He cumplido sesenta y cuatro años. No me queda mucho tiempo y quiero descansar.
—Espera al menos a que pase la boda de la niña —dijo Dorinda, segura de que Francisco no iba a negarse.
—Lo siento. No puedo hacerlo. Ya no le debo nada a nadie.
Dorinda comprendió que Francisco, durante todos aquellos años, había estado cumpliendo órdenes de Andrés, su viejo patrón, en realidad el único jefe que había tenido: cuidar de Ángel Fonseca, del restaurante, del legado de Roxo; cuidar del mismo Roxo si algún día regresaba de América.
Ahora, sentada junto a Elvira en el asiento trasero del automóvil, recordaba las últimas palabras de Melchor el día en que, confundido y temeroso, llamó por teléfono desde la clínica: «no puedo ir a la boda, no puedo ir a ningún sitio y no puedo estar aquí más tiempo».
—Todos los suicidas anuncian sus propósitos —dijo.
Elvira bajó la voz, un gesto innecesario pues el taxista sólo tenía oídos para la emisora y para la canción que tronaba en el autorradio.
—Pude haberme dado cuenta hace mucho... desde su regreso... pero me equivoqué, o consiguió engañarme.
—Melchor era sincero.
—Es la primera vez que lo llamas así.
—Nunca supo que conocía su verdadero nombre. Lo cierto es que antes de enamorarnos, antes de que cruzásemos nuestra primera palabra, ya lo sabía. Un amigo... un amante que entonces solía acompañarme, me hizo reparar en él. Estaba al corriente de su pasado, un secreto a voces, según dijo.
—¿Qué pensaste?
Dorinda se entregó por unos segundos a la nostalgia.
—Que era guapo.
Las dos mujeres rieron. Un compartido sentimiento de cariño, desprovisto de pudor, les hizo cogerse las manos y apretarlas con urgencia.
Decidieron verse más a menudo.
Fin
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Acerca del Autor
José Vicente Pascual nació en Alcalá de Henares, España en 1956.
José Vicente Pascual (Alcalá de Henares, 1956) es un escritor español que utiliza también los seudónimos de José Ferrer y José Ferrer Bermejo. Ha residido en Granada la mayor parte de su edad, si bien otras ciudades vinculadas a sus tránsitos son Barcelona, León y Sevilla. Actualmente, reside en La Coruña.
Ha colaborado en diversas publicaciones periódicas y generalistas. Desde 1997 a 2008 ha sido colaborador del diario IDEAL de Granada, con secciones semanal y quincenal. Desde enero de 2009 ha sido colaborador de La Opinión de Granada, con las secciones Del caño al coro y El reinado de Witiza. En la actualidad mantiene el blog Lejos de Itaca, opinión y reflexión, en la revista digital El Manifiesto. Colabora asíduamente con la edición impresa de Pliegos de Alborán, suplemento literario de El Faro de Motril, así como con la revista digital Tendencias 21.
Es autor de las siguientes obras literarias:
Relato y narraciones cortas: Mi corazón africano, Perpetua costumbre y El vuelo aleve del leve tiempo.
Novelas: La montaña de Taishán, El capitán de plomo, El cuarto oscuro, Palermo del cuchillo, Juan Latino, El pescador de pájaros , El país de Abel, El arpa de oriente, El ingeniero y el rey, Aníbal y la caverna, La diosa de barro, Juan de Flores, la verdad de la impostura, Homero y los reinos del mar, Las vírgenes del desierto, Homero y los reinos del mar, Los fantasmas del Retiro y La hermandad de la nieve.
Ha ganado premios tan importantes como el Azorín en 1989 o el Café Gijón en 1993.
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E L C UARTO O SCURO
J OSÉ V ICENTE P ASCUAL
Para Julio Pascual Bendicho,
que vive en mis sueños.
«Cualquiera puede dibujar una P.
En cuanto a estrangular, uno nace sabiendo.»