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Sinopsis
Enzo está hecho un lío. Acaba de cortar con su novio, pero pronto empieza a echarlo de menos y decide escribir una novela que cuenta su historia. Lo que no sabe es que una productora le comprará los derechos audiovisuales para hacer una película sobre ellos, y que volverá a ver a su ex cuando este se presente al casting para hacer de... él mismo.
Cada vez que Vronsky hablaba con Anna, los ojos de esta
brillaban y una sonrisa feliz se dibujaba en sus labios.
Parecía como si se esforzara en reprimir aquellas señales
de alegría y como si ellas aparecieran en su rostro
contra su voluntad.
A NNA K ARENINA
L EÓN T OLSTÓI
Prólogo
Vuelvo a la sala de casting. Entro por la puerta de atrás para que los aspirantes no piensen que me estoy colando.
—¿Me he perdido algo interesante? —pregunto, acomodándome en mi sitio.
—Nada —dice el director de casting—. No nos convence ninguno, y yo ya estoy pensando en el bocadillo de calamares con mayonesa que me voy a pedir en la cafetería de abajo. Qué hambre, por Dios.
—¿Cuántos quedan?
—Sin contar el que acaba de salir... trece.
—El número de la mala suerte.
—Pues espero que tengamos buena suerte, Enzo, porque cuanto antes lo encontremos, antes terminaremos.
—Bueno, es el primer día.
—Sí, es verdad. ¡Que pase el siguiente!
La puerta se abre. Mi móvil vibra; lo saco un segundo, solo para contestar un wasap de mi madre, y vuelvo a guardarlo en el bolsillo. Cuando miro al frente se me corta la respiración.
Es mi ex.
El corazón empieza a latirme muy deprisa, y me obligo a cerrar y abrir varias veces los ojos porque de repente creo que estoy soñando.
Mi ex mira a cámara. El foco le ilumina perfectamente las facciones. Sonríe cuando nuestros ojos coinciden una milésima de segundo. Es una sonrisa a medias, una mueca filtrada por esa seriedad que le viene de fábrica y lo hace parecer más adulto.
Se aclara la voz y se presenta.
El director de casting no solo no aparta los ojos de él, sino que echa el cuerpo hacia delante, mirándolo con un interés que no ha mostrado con el resto.
—Bien, cuando quieras.
Antes de que mi ex haga su audición, sé lo que va a pasar.
Y como si él también lo supiera, su sonrisa se convierte en una mueca desafiante y entiendo que esta es su forma de vengarse por lo que le hice.
Primera parte
Como si hubiese llegado tarde a mi propia historia de amor
1
Cuatro años antes del casting
El polideportivo donde todos los viernes hace gimnasia la clase de 1. º B de la Escuela de Arte de Pamplona tiene dos canastas, dos porterías y una grada de cemento con asientos de plástico.
Es mayo, y los exámenes están a la vuelta de la esquina.
—Muy bien. —La profesora de gimnasia termina de explicar en qué consiste la actividad, se levanta del suelo y rompe el círculo que hemos formado entre todos—. Os doy un minuto para que os pongáis por parejas. ¡Ya!
Ibai vuelve la cara hacia mí, me coge de la muñeca y mira mi boca mientras dice:
—Enzo, tú conmigo.
Acierto a asentir y el corazón se me acelera.
Ibai tiene ese poder: o me hace sentir la persona más especial del mundo o la más insignificante, según si estamos solos o con más gente.
Oímos una risita... que va dirigida a nosotros.
Es Asier. Nos observa y sonríe enseñando los dientes.
—¿Y tú de qué te ríes? —le pregunta Ibai, enfadado.
—Me río porque siempre quieres ponerte con Enzo. En todas las asignaturas.
—Es mi mejor amigo, imbécil. —Pero Ibai se pone rojo y suelta mi muñeca con la misma rapidez con que la había cogido.
—Ya... ¿Para cuándo el hijo? —pregunta Asier con malicia.
—¿Qué hijo?
—El que vais a tener tú y Enzo. ¿Cómo se va a llamar?
Dos compañeras de clase se tapan la boca para disimular otra risita. Una de ellas es Miren, la chica que Ibai quiere tirarse desde el primer día de curso.
—Se va a llamar Tu Puta Madre —le dice Ibai a Asier, y lo deja mudo.
Entonces, tres chicos vitorean y aplauden la contestación de Ibai, y noto que los músculos de su espalda se relajan poco a poco. Pero tengo claro que se va a quedar rayado, pensando en lo que acaba de pasar. Lo sé porque no vuelve a mirarme a los ojos hasta que somos los únicos que quedan por ponerse en pie.
—Tú ni caso. Asier es como es, ya lo conoces —le digo a Ibai en voz baja.
—No entiendo a qué ha venido lo de que tú y yo vayamos a tener un hijo. ¿Qué pasa, que si quiero ponerme contigo ya tenemos que ser maricones?
—Claro que no. —Trago saliva con fuerza.
—Menudo imbécil. Seguro que el maricón es él y por eso lo ha dicho.
—Ya... No sé. —Vuelvo a tragar saliva, sintiéndome como una mierda.
Estar pillado de Ibai es como caminar por un campo de minas. Nunca llego a estar tranquilo, todo puede explotar de un momento a otro.
—Además —dice, rascándose la cabeza—, todo el mundo sabe que me gusta Miren.
¡Como para no saberlo! Lo repite cada día. A veces Ibai insiste tanto en lo mucho que le gusta Miren que parece que me está intentando convencer de algo que yo ya sé. O que se está convenciendo a sí mismo.
—Tranquilo. Todo el mundo sabe que te la quieres follar. —Los celos son horribles.
Ibai tiene la cara llena de granos, es delgado y pálido, de pelo oscuro y ojos marrones. Yo soy un poco más delgado que él, mi pelo es más clarito, tirando a castaño, y mis ojos son verdes.
La profesora reparte un balón de voleibol a cada pareja. Nos ponemos a una distancia de seis metros. Ibai hace el saque y yo junto las muñecas para devolverle el balón, que dibuja un arco en el aire por encima de una red imaginaria.
Me esfuerzo al máximo. Tengo tan idealizado a Ibai que a su lado me siento muy poca cosa. Necesito ser mejor que él en algo. Por eso para mí es tan importante ganarle en el voleibol, y lo que debería ser un partido amistoso se convierte en algo personal.
Ibai se lanza para intentar salvar mi último tiro, pero la pelota toca el suelo y cae de rodillas.
—Me rindo. —Ibai se pone en pie, recupera el aliento y se limpia el sudor de la frente levantándose la camiseta. Veo una línea de vello oscuro cubriendo su vientre y el nombre de la marca escrito en la tira de sus calzoncillos—. Bien jugado.
—Los dos habéis estado genial. —La profesora me mira y asiente satisfecha tras ganar yo el último set.
La clase llega a su fin.