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RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. A MENOS QUE SE INDIQUE LO CONTRARIO, EL TEXTO BÍBLICO SE TOMÓ DE LA SANTA BIBLIA NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL. © 1999 POR BÍBLICA INTERNACIONAL.
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Gracias por darme la idea para esta historia. Tu imaginación brilla como una estrella luminosa, y tú eres más preciosa para mí que cualquier gema, ya sea en el cielo o en la tierra.
Encuentro de sangre. Las palabras resonaron en la mente de Jason mientras permanecía de pie en su esquina del cuadrilátero del torneo y agarraba la empuñadura de su espada. Al igual que un tambor que retumba, el anunciador debía haber repetido esa frase cientos de veces, como si la posibilidad de un derramamiento de sangre pudiera avivar el entusiasmo de la multitud.
Jason recorrió con la vista a los doscientos espectadores que estaban a su favor. Sentados en el anfiteatro circundante cubierto de hierba durante el calor del mediodía, ellos no le ofrecieron ninguna ovación, ningún aplauso, solo se escuchaba un murmullo bajo que indicaba una expectativa creciente. Jason Masters, un muchacho campesino, había avanzado a las finales y se enfrentaba al favorito, Randall Prescott, el hijo del gobernador de todo Mesolantrum. Y con la ronda final llegaron nuevas armas y nuevas reglas, diseñadas a fin de plantearle un nuevo desafío a la experiencia y el coraje de un joven guerrero.
Acercando su espada, Jason miró su extremo. El árbitro había encajado un círculo obstructor a un centímetro de la punta, asegurando así que sus estocadas no infligieran una herida mortal. Por supuesto, un golpe en el rostro podía arrancarle un ojo, pero tal ataque de inmediato descalificaría al infractor. Y nadie quería que esto sucediera, por más que sintiera aversión hacia su adversario.
Randall caminó con pasos largos y lentos hasta la esquina opuesta, pareciendo muy satisfecho mientras deslizaba sus grandes pies a través del piso de tierra. Siendo el hijo del gobernador, le habían proveído el mejor equipo y fue entrenado por algunos de los mejores esgrimistas en el dominio de Prescott.
Sin embargo, no por el mejor. Jason miró hacia el palco real donde el gobernador Prescott se encontraba sentado. Sus guardaespaldas estaban de pie junto a él, siempre vigilando, siempre dispuestos a defender al gobernador contra los ataques del mejor esgrimista de la tierra, el hermano de Jason, Adrian Masters. Con su uniforme de soldado: pantalones gris oscuro y una holgada camisa verde de mangas largas, y sus botas lustradas de cuero, se veía muy fuerte, sobre todo con la espada y el cinturón atado a su cadera.
Entrenar con él le había proporcionado a Jason todo lo que necesitaba para tener éxito y llegar lejos en el torneo, ¿pero sería suficiente para derrotar a Randall?
Marcelle, una mujer joven, se sentó al otro lado de Prescott. Ella todavía llevaba sus pantalones grises del torneo y una camisa blanca, ambos manchados de sudor, y sobre su cabello castaño recogido hacia atrás descansaba una corona de laurel. Había desempeñado el papel de nueva campeona adulta bastante bien.
Jason se tensó. Decir que «desempeñó el papel» estaba bien. Ella no debería ser la campeona. Si solo Adrian estuviera tan preocupado por la verdad como lo estaba por la caballerosidad…
—¡Ahora escuchen las reglas! —gritó el árbitro.
Un hombre alto con una barba negra y tez morena, el árbitro principal del torneo, se hallaba en el centro del cuadrilátero y miraba hacia Jason y Randall a la vez.
—El honor y la integridad como siempre serán su guía —continuó con su voz profunda—, pero en este encuentro la competencia terminará en el momento en que uno de ustedes haga brotar sangre, y tal competidor será declarado el ganador. No obstante, quedan advertidos de que cualquier extracción de sangre por encima de los hombros descalificará al infractor.
»Los jueces llevarán la cuenta de los puntos, como de costumbre, pero los puntos no influirán en el resultado a no ser que nadie haga brotar sangre antes de que los cuatro minutos expiren. En la ausencia de sangre, los puntos totales se usarán para determinar el ganador, como en todos sus encuentros anteriores".
Mientras el árbitro disertaba sobre las reglas habituales del encuentro, Jason buscó la sección de los campesinos. Su padre y su madre estaban sentados juntos. Su padre alternadamente hacía chasquear sus nudillos y empujaba hacia atrás su escaso cabello gris, mientras que su madre se mordía las uñas en los extremos de sus ásperos dedos. Meredith, la esposa del carpintero y la mejor amiga de su madre en la comunidad de campesinos, estaba sentada cerca, dejando un asiento vacío por el medio.
Jason soltó un suspiro. Aquel asiento era para la hija de Meredith, Elyssa, quien había sido una vez su mejor amiga. Su amistad se había desvanecido cuando él comenzó a asistir a la escuela de guerreros y ella comenzó a trabajar en el palacio del gobernador. Era una pena, pues en realidad había sido una buena amiga. Si Elyssa aún estuviera viva, ahora lo estaría animando.
El árbitro observó a cada competidor.
—La regla final es simple. Toda clase de astucia está permitida, pero nunca deben dejar el cuadrilátero.
Luego dio un paso atrás y gritó:
—¡Que comience la batalla!
Randall embistió hacia el centro con su espada al frente, obviamente en busca de un ataque rápido. Jason corrió a su encuentro y bloqueó su avance. Las dos hojas sonaron y entonces se oyeron gritos mientras el metal se deslizaba contra el metal.
Jason empujó con sus piernas. Randall era más fuerte, más pesado. Permanecer abrazados el uno al otro por mucho tiempo sería un gran error.
Con una explosión de fuerza, empujó a Randall hacia atrás, pero antes de que pudiera saltar hasta una distancia segura, Randall golpeó con su espada la manga de Jason. El material se rasgó y un ligero arañazo se marcó en su piel.
La muchedumbre rugió, los nobles con aplausos de aprobación y los campesinos con gemidos de lamento.