Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.
Viaje por la ruta de la plata
Caminando por tierras de Salamanca y Zamora
Primera edición: enero 2018
ISBN: 9788417321307
ISBN eBook: 9788417335045
© del texto:
Francisco Cabrera Sánchez
© de esta edición:
, 2018
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Preámbulo
Aclaraciones al inicio del viaje
“Verba volant script a manent “
“Las palabras vuelan, lo escri to queda”.
(Tomada del discurso de Cayo Tito ante el senado romano)
Escuchaba yo esta cita, un domingo por la mañana, en un programa de Radio Nacional dedicado a los latinismos de nuestra lengua, mientras leía los cuadernos de viaje de mi padre y recordaba su interés por dejar reflejados en ellos las anécdotas y recuerdos de sus andares por esos caminos, dejados de la mano de Dios unos, aunque santos algunos y seguramente hasta glorificad os otros.
Esta es una cita que ya había escuchado antes alguna, pero no en su versión original latina ni con ese sentido, el de pretender resaltar la fugacidad de las palabras , que se las lleva el viento , frente a la permanencia de aquellas otras, las escritas. De esta cita añeja es de donde debe de procede el dicho en español :
“Lo escrito, escrito está y las palabras se las lleva el viento”
Oyendo el programa de radio supe que cuando se pronunciaron aquellas palabras, dos mil años atrás, ante el senado de Roma, en aquel contexto y cambiándole el orden a la frase, devolviéndolas a su original en latín, cambi aba todo.
El sentido y la intención de quien la citó era muy otro al del dicho castellano, mucho más del gusto de los radiofónicos lo cutores:
– ”Las palabras vuelan a través de las ondas, llegando así mucho más lejos y a muchas más personas, a todos nuestros escuchantes” – resaltó la presentadora – “ Scripta manent, verba volant”. “Lo escrito permanece, las palabras se las llev a el aire”
Mi sorpresa fue descubrir ese sentido, el primigenio de la cita, el que quiso expresar con ella Cayo Tito ante el senado, totalmente distinto a aquel con el que nosotros la empleamos.
Con esta declamación, pretendía el romano ensalzar el discurso y la oratoria, la locución en público, la palabra dicha en voz alta, que tiene alas y el poder de volar, de ir por el aire, lo que no puede hacer la palabra escrita; pues la palabra dibujada con trazos sobre una página, un papiro o una roca, es silenciosa, pues no puede volar ni hacerse oír por si sola, si nadie la lee, porque la escritura no tiene vi da propia .
Sin duda, para mi padre tenía más sentido la locución verbal castellana, como la entendemos ahora, que no la original latina, pues con su diario apostaba por el carácter permanente de lo escrito, en contra del carácter olvidadizo y perecedero de lo contado, ya que igual de rápido que la palabra vuela y llega, de la misma manera lo tiene de veloz para irse su recuerdo, como ocurrió con el relato de su viaje, olvidado hoy, tantos años después. De modo que aunque la palabra escrita no pueda llegar a todos por sí sola, sí pueden acceder a ella todos los que quieran y tengan interés en pro ponérselo.
Es cierto, no obstante, que en estos tiempos, tantos siglos después de Cayo Tito y de la vieja Roma, a pesar de que hoy ya todo el mundo sabe leer, de nuevo volvemos, como en el foro romano, a atender más a las palabras oídas, a las dichas en las redes sociales o en los medios de comunicación hablados, que a las escritas. No ya por ignorancia ni falta de sapiencia para descifrar lo escrito como entonces, sino por comodidad o desinterés, porque se prefiere oírlo o verlo a esforzarse e n leerlo.
Hoy, en el siglo XXI, volvemos a estar como en tiempos de Roma, lo escrito retorna a morir en silencio mientras la palabra hablada vuelve a ser la reina del saber y el cono cimiento.
Pensando en todo esto reflexioné acerca de cuál sería entonces el deseo de mi padre, si preferiría que lo pusiera por escrito, en un libro convencional o en un audiolibro, para que llegaran mejor sus palabras.
¡Enseguida me sonreí de la o currencia!
Tan apegado como estaba él a sus viejas costumbres, sin lugar a dudas, su intención sería la de que lo leyéramos, para que se perpetuaran sus palabras a través de lo escrito, para que permanecieran y pudieran transmitirse, a mí, a mis hijos, a sus amigos y a los hijos de su s amigos.
Yo, su hija, me he propuesto hacer realidad sus deseos unas décadas después y transcribir sus diarios, escritos a mano sobre el papel, con su puño y letra, trasladándolos a la letra impresa, para que le sobrevivan y perpetuen su memoria, como era s u intención.
Ya lo hice lo mejor que pude con su anterior cuaderno de bitácora, el Diario de Guadalupe a Plasencia; ahora voy a intentarlo con este otro, el de su Viaje por la Ruta de la Plata.
Mi padre sentía una gran predilección por Séneca, el viejo filósofo cordobés, y me aconsejó que cuando quisiera una opinión acudiera al sabio romano y buscara entre los consejos que daba aquel a su amigo en las “Cartas a Lucio”. Y eso he hecho, cuando he dudado acerca de si hacía bien o no en editar sus diarios, acudir al estoico maestro para cerciorarme, tal y como me aconsejó.
Es sorprendente cómo, a pesar de los dos milenios que median entre él y nosotros, sus escritos siguen siendo actuales, cómo sus apreciaciones siguen teniendo el mismo sentido común, cómo su buen entendimiento del comportamiento de las gentes y su conocimiento de los hombres se pueden seguir aplicando a las personas de hoy como a las de entonces .
Nunca deja de admirarme lo que se puede seguir aprendiendo de Séneca cada vez que un o lo lee.
Volviéndolo a leer, encontré ese ánimo que precisaba yo para retomar esta tarea de transcribir sus diarios, pues decía el filósofo en una de sus cartas a Lucio que:
“Pronto se dejaría de hacerlo todo si se hubiese de abandonar aquello en que no se logre buen éxito; pero, todo lo contrario, esto debe impulsar a mayor actividad, porque para llevar a buen término una cosa incierta, necesario es intentarla muc has veces”
Espero por eso continuar con esta labor de editora de sus escritos, intentando seguir lo más fielmente posible su relato y conseguir su anhelo, el de que sus palabras sirvieran de guía a sus hijos en su vida, ser un recordatorio para sus compañeros de viaje, valer de consuelo a quienes necesiten compañía y el de ser usados como grata lectura o mero entretenimiento a todos los demás; aquellos quienes quisieran hacer un agradable viaje leyéndolos desde su casa, trasladándose solo con el pensamiento a aquellos derroteros por donde anduvieron aquel invierno él y s us amigos.
De manera que no desfallezco en pretender lograr el éxito, el de alcanzar esos deseos, y sigo sin abandonar en mi empeño, intentándolo de nuevo, aprendiendo de los errores del pasado para mejorar el presente. Comienzo aquí el diario del Viaje por la Ruta de la Plata.