Nana para despertar
Nana para despertar
Primera edición: 2019
ISBN: 9788417587628
ISBN eBook: 9788417587130
© del texto:
Pablo T. Yūgen
© de esta edición:
CALIGRAMA, 2019
www.caligramaeditorial.com
info@caligramaeditorial.com
Impreso en España – Printed in Spain
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Pr ólogo
No creas ciegamente ninguna de mis palabras.
Piensa y siente de manera libre y auténtica.
Marca tu propio camino.
Aprende de cada experiencia entre renglones.
Aprecia el instante entre cada letra.
Y saborea cada realidad lírica que leas.
Convirtamos este libro en el inicio de una conversación
por encima de títulos y etiquetas.
Hagamos de esa conversación
el origen de un mundo mejor.
Esa es mi más sincera aspiración.
Esta es mi más profunda reflexión.
Es el sueño de esta obra.
El recuerdo de las páginas.
El silencio que se deja leer.
…
Pablo T. Yūgen
Preludio
Nana para despertar está compuesta por diferentes historias y narra situaciones muy diferentes, queriendo suscitar en el lector una amalgama de emociones, sensaciones y reflexiones.
Toda historia tiene su propio mensaje, y una forma particular de transmitirlo, generando una especie de viaje por multitud de situaciones, que incitan al lector a ponerse en la piel de personajes variopintos para poder percibir lo que ellos sienten tras la barrera del papel y la tinta.
Cada texto tiene su tiempo de maduración, así como todas las historias y personajes tienen algo que decir y aportar a los oídos de quien lo lea. Una lectura lenta y pausada ayuda a convertir esas ideas plasmadas en el libro en experiencias personales para el lector.
Hay textos y reflexiones muy diferentes, que invitan a que vivas en primera persona cada realidad descrita, y sugieren que te adentres en sus entrañas y detalles, dejando un tiempo para la reflexión y el reposo hasta el siguiente fragmento.
Cada historia reflejada se convierte en un espejo de lo que somos.
Esta obra es una invitación a la reflexión propia, con la idea de un planeta más cuidado, una especie más sabia y un futuro más acogedor.
El sueño del pensador
Se acercaban las fechas señaladas por la sociedad para reunir amablemente a la familia. Yo observaba el viejo balcón, mientras la lluvia lo mojaba con cierta fiereza. No tardarían en llegar esas personas que no veía desde hacía un año y que, sinceramente y con cierta tristeza, no me apetecía ver por un sencillo motivo, esa reunión familiar era un reflejo más de la doctrina social en la que nos educan.
Mi madre siempre me decía que era un chico particular, extraño, que no entendía cómo, con veintisiete años, podía estar pensando y reflexionando sobre cosas tan poco... tangibles, llamémoslo así. Lo cierto es que lo tangible es lo que prima en el presente, pero a mí poco me importaban ese tipo de cuestiones superficiales, no me fijaba en si la modelo o actriz de turno llevaba un nuevo vestido, o si aquel cantante volvía a salir con la susodicha modelo.
Pienso que esa caja de luces puede trastocar mucho la forma de ver el mundo, y creo que hay que tener cierto cuidado. Mi rebeldía no toma forma vengativa o iracunda; no quiero segregar más odio, todo lo contrario, me gustaría construir más afecto; quiero pensar que, con tu ayuda, es posible; quiero creer que podemos ser mucho mejor de lo que somos.
Mi padre, algo menos conservador que mi madre, siempre me llamaba el pequeño Sócrates, molesto como una mosca, sabio como un elefante e incomprendido en tiempo y espacio. No le puedo quitar gran parte de razón; me sentía en gran medida exento de la sociedad, como un ingrediente extra que estaba en la olla, pero no en la receta original, ¿me sigues? Supongo que, en cierta manera, hay gente que se siente también como una parte no natural de algo. Pero ¿y si ese algo no es natural? ¿Sería entonces más natural sentirse fuera?
No quiero abrumarte con excesivas preguntas, querida persona al otro lado del papel, pero sí me gustaría que reflexionaras. Porque la sociedad actual del ser humano no llega a comprender que es un algo que forma parte de un todo, pero no somos el todo de nada.
Sin embargo, actuamos como si tuviésemos poder y potestad sobre todo lo que nos rodea, y tendemos a destruir, para deshumanizarnos y así generar un mundo cada vez menos natural.
No me encasilles como un naturalista amante del verde, que puedo serlo, pero ese no es el tema. Lo preocupante de lo que nos rodea es que nadie quiere llegar al destino hacia el que vamos inexorablemente, pero, a su vez, nos estamos dejando llevar por la corriente de la banalidad; no afrontamos las disyuntivas de la vida, porque, francamente, somos animales convertidos en mascotas.
Domesticados por el sistema, por la comodidad, por los prejuicios, por fronteras y por poderes. Lo que atormenta mi cabeza es el salvajismo de nuestra domesticación, puesto que un animal domesticado suele ser más apaciguado y tranquilo, pero eso no concuerda con tu especie, ¿a qué no? El problema de todo esto es que nos han insensibilizado hacia una dirección y nos han hecho absolutamente despiadados en otra.
Si todo lo que lees te parece algo absurdo, de un chaval que mirando la lluvia espera una cena familiar, pon la tele y analiza. Verás cómo se habla, en el informativo, de la triste noticia de la caída en bolsa de la empresa X, que ha perdido 37 millones de dólares. Oh, ¡qué pena!, ¿verdad? Sí, estoy siendo irónico, pero déjame terminar. La siguiente noticia es que un futbolista se ha roto una pierna jugando al fútbol. Vaya, no podrá jugar cuatro partidos, tendrán que cuidarle los mayordomos o quizá se quede dentro del Bentley, nada malo puede pasarle ahí. La nueva colonia de París arrasa en las tiendas de todo el mundo, sale el último modelo de calcetín isotérmico y la Navidad parece recaudar más que nunca.
Pero ¿qué ha pasado? ¿Dónde nos están dirigiendo la sensibilidad? ¿No lo ves? Durante el rato que has mirado la tele, en el mundo «real» han habido más de mil violaciones a mujeres, han muerto unas dos mil personas por inanición, han sacrificado setenta y ocho caballos porque estaban lesionados y ya no podían servir a su ser humano y se han producido setecientos ochenta ataques a personas de color precisamente por eso, por su color. Pero, espera, que está saliendo el anuncio del nuevo móvil… ¡qué pasada! ¡Esto sí que importa!, ¿eh?
Y no pretendo con mi prosa que nadie se embobe con mis palabras, porque detrás de esta crítica existe una expresión de alguien disconforme con lo externo y plural del ser humano, pero en consonancia y respeto con esa parte emocional, artística y singular de nuestra especie.
No es odio, es reflexión. Te invito a reflexionar conmigo sobre todo esto que te he dicho.
Porque somos capaces de lo mejor… y de lo peor, pero llevamos muchísimos años sacando lo malo, lo más triste y oscuro de nuestro ser. Y todo por no expresarnos con libertad, por estar siempre comparando y prejuzgando.