El trabajo sexual es una forma de explotación,
pero no es la única y no necesariamente es la peor.
S ILVIA F EDERICI
Yo soy porque nosotras somos.
M ARIELLE F RANCO
Un día la mujer cuyos hijos cuidaba le contó la verdad: Soy prostituta. Poco después le preguntó si quería atender a un cliente. Georgina Orellano, que en ese momento tenía 19 años, hizo cálculos: con sus ingresos como niñera jamás podría superar la pobreza. Así que aceptó. En un rato ganó más que el salario semanal de su madre, empleada doméstica.
En Puta feminista describe con brutal honestidad los códigos de la calle, los vínculos con los hombres y la violencia derivada de la clandestinidad. Pero, a la vez, detalla cómo la solidaridad y la ternura ayudan a superarla.
Crónica sentimental, lo es también del despertar de la consciencia política, cuando reclama jubilación y obra social; cuando recupera la historia de la organización de lxs trabajadorxs sexuales que lidera; cuando enfrenta a la policía y discute con el patriarcado y cuando desafía a un sector poderoso del feminismo que propugna la abolición de la prostitución.
La voz de este libro es potente, rebelde, frontal. Es colectiva y singular. Una voz que pide que presten atención a la verdad que trae con ella.
GEORGINA ORELLANO
Nació en Morón en 1986, pero se crio en Presidente Derqui, provincia de Buenos Aires. Es trabajadora sexual y militante feminista y, desde 2014, secretaria general de AMMAR, el sindicato que defiende los derechos humanos y laborales de lxs trabajadorxs sexuales del país. Es además, miembro de la Central de Trabajadores Argentinos.
© Alejandra López
Orellano, Georgina
Puta feminista / Georgina Orellano. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Sudamericana, 2022.
(Biografías y Testimonios)
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-950-07-6701-9
1. Autobiografía. I. Título
CDD 920
Foto de cubierta: © Alejandra López
Diseño: Penguin Random House Grupo Editorial / Agustín Ceretti
Edición en formato digital: abril de 2022
© 2022, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A.
Humberto I 555, Buenos Aires
penguinlibros.com
Penguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright.
El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores.
ISBN 978-950-07-6701-9
Conversión a formato digital: Libresque
Facebook: penguinlibrosar
Twitter: penguinlibrosar
Instagram: penguinlibrosar
Historia
Las cobraplazas
Patricia, la trabajadora sexual que había sido fundadora de la zona en Villa del Parque y que a cambio de dinero te dejaba parar ahí y te ofrecía protección, pagó más de una vez con su libertad el haber hecho la calle resistiendo a los edictos policiales. Pato, la de la noche, como le decíamos, era una trabajadora sexual en una situación de mucha vulnerabilidad: con el marido preso y madre de siete pibes, vivía en José C. Paz, uno de los municipios más pobres del Gran Buenos Aires.
—No le tengas lástima —me decían las demás cuando intentaba encontrarle una respuesta a lo que ella hacía.
La cosa se ponía pesada si una se retobaba y no quería seguir pagándole, ella sin vueltas la cagaba a palos. En la esquina se medía la correlación de fuerzas: si te ganaba, tenías que irte y si ganabas vos, tenías que buscarte otra esquina, pero seguías laburando en la zona. Incontables veces recibí en mi parada a compañeras que ella había corrido.
—Hacete respetar —era mi consejo.
Yo misma me había defendido a las trompadas o cagado a palos con otras cuando me avisaban que había putas nuevas caminando por la zona. En mi esquina paraba yo sola, cuando empecé a recibir a las que eran corridas por Pato llegamos a ser cinco.
Las “cobraplazas” tienen un largo historial en nuestro trabajo. Quienes hacemos o hicimos la calle sabemos de qué se trata y cómo se resuelve: nunca con la yuta y siempre entre putas. La cosa se pone brava si el cobro de plaza es con violencia o amenazas.
En Constitución, una extrabajadora sexual quiso que las trans de nacionalidad peruana le pagaran por pararse en la zona de Pavón y la respuesta no tardó en llegar: se juntaron todas y la terminaron corriendo del barrio.
¿Qué pasa cuando una extrabajadora sexual se arma su propio mercado dentro del comercio que conoce y con un pie por fuera de la demanda de clientes, y la precarización laboral intenta subsistir mediante el cobro de plaza? ¿La corremos de la zona? ¿La molemos a palos por atrevida? ¿La denunciamos y que marche presa? ¿O le buscamos la vuelta sin apelar al derecho penal para resolver los conflictos? ¿Qué respuesta debe dar el Estado y cuál las organizaciones?
Trasladar la resolución del conflicto al Estado agrava el problema. Una vez le contamos esta situación a una funcionaria y con cara de estupor dijo:
—Esto es ni más ni menos que trata de calle.
Cuando hablamos con el titular de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex), terminó mandando a la organización a dos policías con videos para que les señaláramos, en las imágenes, quiénes eran las que cobraban y querían que fuéramos con ellos, en camionetas, a recorrer la zona. Lo que se veía en los videos era una trabajadora sexual vendiéndoles productos Avon a las compañeras y anotando en un cuaderno lo que le debía cada una. Un delirio.
Dentro del ámbito estatal hay una mirada punitiva como única respuesta a los conflictos. Se desconoce totalmente el entramado y las estrategias de supervivencia que llevan adelante lxs pobres.
Algunas cobraplazas ofician también de madres y te ofrecen protección frente a los negociados de la yuta y una serie de cuidados: ante un problema de salud; para prevenirte de robos en la zona y de los clientes. El cobro de plaza tiene muchos matices.
¿Qué ocurre con las mujeres de la tercera edad que se la rebuscan por la imposibilidad de contar con una jubilación y cobran por un pedazo de su esquina cuando esto empieza a ser más rentable que el ejercicio del trabajo sexual?
Nunca nos preguntamos qué pasaría si tuvieran una jubilación o si las antiguas que le ponen precio a dejarte parar en su zona recibieran una reparación histórica por el maltrato de la policía y haber sobrevivido a los códigos contravencionales. Quizás su realidad y la de la calle serían otras. Tal vez sus formas de supervivencia se desplegarían de otra manera.
A las cobraplazas no se les tira la policía encima ni se las denuncia, si se zarpan se les pone límites. A lxs trabajadorxs sexuales se les da herramientas para que sepan que la prostitución NO es un delito y que no tienen que pagarle a nadie para que lxs dejen trabajar.