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Cristina Fallarás - A la puta calle

Aquí puedes leer online Cristina Fallarás - A la puta calle texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2013, Editor: ePubLibre, Género: No ficción. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Cristina Fallarás A la puta calle

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A la Plataforma de Afectados por la Hipoteca imprescindible A mis razones - photo 1

A la Plataforma de Afectados por la Hipoteca,

imprescindible

A mis razones, Lucas y Pepa

Una crónica en primera persona de un desahucio, el de Cristina Fallarás, periodista, escritora premiada y editora digital. Su rostro es el de los nuevos pobres españoles: profesionales con décadas de experiencia y de vida laboral a sus espaldas, con hijos. Y hoy, sin recursos económicos. Fallarás narra el día a día del proceso de empobrecimiento que le ha llevado, como a cientos de miles de personas, desde el despido fruto de la crisis económica hasta la notificación de desahucio. Además, denuncia la actuación de bancos y de partidos políticos, analiza el contexto, se indigna, denuncia y dibuja un retrato ácido, lúcido y valiente de la situación actual en España.

Cristina Fallarás A la puta calle Crónica de un desahucio ePub r10 - photo 2

Cristina Fallarás

A la puta calle

Crónica de un desahucio

ePub r1.0

Maki26.03.14

Título original: A la puta calle

Cristina Fallarás, 2013

Editor digital: Maki

ePub base r1.0

CRISTINA FALLARÁS Zaragoza 1968 es periodista y escritora Estudió - photo 3

CRISTINA FALLARÁS Zaragoza 1968 es periodista y escritora Estudió - photo 4

CRISTINA FALLARÁS, (Zaragoza, 1968), es periodista y escritora. Estudió Ciencias de la Información en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde sigue residiendo.

Ha ejercido como periodista en El Mundo, Cadena Ser, Radio Nacional de España, El Periódico de Cataluña, Antena3 Televisión, Cuatro televisión, Telecinco y La Sexta, y el diario ADN.

Ha publicado los libros Rupturas (2003), No acaba la noche (2006), Así murió el poeta Guadalupe (2009), Las niñas perdidas (Premio L’H Confidencial de Novela Negra 2011, Premio del Director de la Semana Negra de Gijón 2012 y Premio Dashiell Hammett de novela negra 2012), convirtiéndose con este último en la primera mujer en recibirlo en toda la historia del galardón. Su novela, Últimos días en el Puesto del Este, obtuvo el Premio Ciudad de Barbastro de novela corta en 2011. Además cuenta con libros traducidos en Francia e Italia y tiene relatos dispersos por una docena de antologías de ficción.

En su último libro A la puta calle (marzo 2013) narra en primera persona la crónica de su propio desahucio.

Notas
A LA PUTA CALLE
CRÓNICA DE UN DESAHUCIO

Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.

Artículo 47 de la Constitución Española

desahuciar. (De des- y ahuciar). 1. tr. Quitar a alguien toda esperanza de conseguir lo que desea. U. t. c. prnl. 2. tr. Dicho de un médico: Admitir que un enfermo no tiene posibilidad de curación. 3. tr. Dicho de un dueño o de un arrendador: Despedir al inquilino o arrendatario mediante una acción legal.

Diccionario de la Lengua Española

(Real Academia Española)

Gobernar, a veces, es repartir el dolor.

A LBERTO R UIZ -G ALLARDÓN , ministro de Justicia,

12 de diciembre de 2012

Nosotros somos los que no esperamos
ya el principio de mes

Ustedes dicen y escriben diferencial en máximos, test de confianza, rentabilidad del bono. Pero nada escriben de la vuelta al jabón de sebo en pastilla, de la leche alargada con agua, del agujero en cada camiseta.

Ustedes manejan el spread y el bund, la emisión de deuda, los fondos de inversión. Pero nada saben del pánico a septiembre sin batas de colegio, del Mamá, ¿otra vez arroz?, de la bota infantil robada en el mercadillo.

Ustedes publican y enuncian repunte de la rentabilidad, bonos basura, reducción de la volatilidad. Pero ignoran las sudadas tardes de cola en el locutorio, el barullo frente al contenedor de los desperdicios de la hamburguesería, la mirada baja frente a la entrega del kit de alimentos, jabón, compresas y pañales.

Nosotros no entendemos nada de esas cosas suyas, el incremento de la ratio de cobertura, primas, riesgos, test, mercados. Pero ustedes entienden mucho menos de lo nuestro. No entienden nada de nada, porque son los únicos que estrenan trajes, porque el pánico peludo hay que haberlo vivido, y la miseria.

Nosotros somos los que no esperamos ya el principio de mes.

Ustedes hablan, escriben, saben de conceptos, qué cómoda es la abstracción, qué poco dura el relato cuando duele. Qué risa, la teoría del relato en política.

Ustedes son de los que creen que lo que no se nombra no existe. Ustedes acostumbran a pensar que los pobres y los desahuciados no saben escribir ni expresarse.

Ya verán qué pronto se les va a pasar.

Los desahucios y su asunto narrativo

La tarde del martes 13 de noviembre de 2012 me senté a escribir una crónica para el diario El Mundo. Aquélla iba a ser una tarde como de fiesta en casa, la víspera de una huelga general siempre tiene su jolgorio, sus helicópteros y su Raimon. Me fastidió aquella celebración un tipo que venía del juzgado y que, pese a que yo sabía que acabaría llegando, consiguió dejarme helada, pegada a un cambio de vértigo, un cambio que entonces no habría sabido enunciar.

En el momento en el que me senté ante el teclado, en la galería de una casa que nunca ha sido ni será ya mía pero donde vivo con mis hijos desde que el mayor cumplió tres, en ese preciso instante dejé, no sé aún por cuánto tiempo, de ser una escritora, periodista y editora, para convertirme en una desahuciada. Eso sí, una desahuciada capaz de narrarlo por escrito, de contarlo argumentado ante una cámara y con experiencia, algo sumamente cómodo, claro. Un testimonio directo en primera persona resulta muy cómodo e impactante. Periodismo, por lo visto, de santísima trinidad, objeto, sujeto y análisis. Una y trina.

Para entender la existencia de este libro y la multiplicación de mi desahucio en los medios de comunicación, es necesario leer esa crónica que publiqué el día 15 de noviembre de 2012 en El Mundo, donde tengo un blog semanal bajo el epígrafe de «Ellas», antetítulo incómodo que preveía notas sobre lo femenino. Algunas asomarán por aquí, pero ésta resulta imprescindible, porque sin ella no existiría este libro ni podría entenderse su arranque.

Allá va.

Llega mi desahucio

A las 19.40 suena el timbre de la puerta. Abre Lucas (10), y Pepa (4) sale corriendo a ver quién llega. Como mañana es día de huelga y no van a ir al colegio, tienen ánimo de viernes.

—Mamá, es un señor.

Por las mañanas, cuando trabajo sola en casa, no suelo abrir la puerta. Las puertas de la mañana siempre abren malas noticias. Pero las ocho menos veinte de la tarde suelen traer amigos o un vecino al que se le ha caído un calcetín.

En cuanto enfrento al tipo del rellano sé lo que acaba de llegar.

—Le traigo una comunicación del juzgado.

Bajo el brazo derecho lleva un paquetón de folios, calculo que unos trescientos. Con la izquierda me tiende un papel.

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