Roxane Gay. Nebraska (EE.UU.), 1974. Escritora feminista, profesora, editora y comentarista, Gay trabaja como profesora asociada de Inglés en la Universidad Purdue, escribe regularmente artículos para el New York Times, es fundadora de Tiny Hardcore Press, editora de ensayos para The Rumpus, y coeditora en PANK, organización sin ánimo de lucro de colectivos de artes literarias. Gran parte de su trabajo trata de analizar y deconstruir los temas feministas y raciales a través de la lente de sus experiencias personales con la raza, la identidad de género y la sexualidad.
Es autora de la colección de cuentos Ayiti (2011), la novela An Untamed State (2014), la colección de ensayos Mala feminista (2014) y Hunger (2016). También editó el libro Girl Crush: Women’s Erotic Fantasies. Además de sus contribuciones regulares en Salon y el desaparecido HTMLGiant, sus escritos han aparecido en numerosos medios y publicaciones como Best American Mystery Stories 2014, Best American Short Stories 2012, Best Sex Writing 2012, A Public Space, Mc Sweeney’s, Tin House, Oxford American, American Short Fiction, West Branch, Virginia Quarterly Review, NOON, Bookforum, Time, Los Angeles Times, The Nation y el New York Times Book Review.
Título original: Bad Feminist: Essays (2015)
© Del libro: Roxane Gay
© De la traducción: Ana Momplet Chico
Edición en ebook: noviembre de 2020
© Capitán Swing Libros, S. L.
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ISBN: 978-84-12219-25-8
Diseño de colección: Filo Estudio - www.filoestudio.com
Corrección ortotipográfica: Victoria Parra Ortiz
Composición digital: leerendigital.com
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Mala feminista
Cuando la escritora Roxane Gay se autodenominó –de broma– «mala feminista», reconocía que no podía cumplir con los requisitos de perfección del movimiento feminista. Mala feminista es un conjunto de ensayos ácidos sobre el feminismo en la cultura moderna, y una aguda y divertida reflexión sobre cómo la forma en que consumimos la cultura nos convierte en lo que somos; siempre con tono autocrítico y consciente del papel de la mujer –así como de su relación con los hombres y con las demás mujeres– en nuestros días, a través de su propia experiencia, y de las dinámicas políticas y culturales recientes.
Para ella vivimos en un mundo apasionante, lleno de distracciones que nos gustan y que nos obsesionan, incluso si van en contra de nuestros principios. Le gusta la música rap, aunque es consciente de los clichés sexistas de muchos de sus autores. También le gusta el cine absurdo, el color rosa, engancharse a series como Girls y leer la revista Vogue. Mediante ejemplos de la cultura pop y de su propia vida, Gay nos habla del aborto, de la maternidad, del acoso sexual, de la igualdad de salarios, de los mitos sobre la amistad entre mujeres, de la reciente literatura escrita por ellas, de la misoginia en el mundo del espectáculo, etc. El feminismo, como la humanidad y la vida, es imperfecto, y la autora propone que aceptemos todos sus matices.
Índice
INTRODUCCIÓN
Feminismo (n.): Plural
E l mundo cambia más rápido de lo que somos capaces de comprender, y lo hace de manera complicada. Estas variaciones desconcertantes nos dejan en carne viva. El clima cultural también está cambiando, especialmente para las mujeres, que lidiamos con los recortes de la libertad reproductiva, la persistencia de la cultura de violación y los conceptos erróneos, cuando no dañinos, de la mujer que consumimos en música, cine y literatura.
Tenemos a un cómico que anima a sus seguidores a tocar a las mujeres suavemente en el estómago, porque eso de ignorar los límites personales es súperdivertido. Tenemos todo tipo de música que ensalza la degradación de la mujer y además es pegadiza, maldita sea, así que a menudo me sorprendo a mí misma tarareándola y degradando a mi propia persona. Hay cantantes como Robin Thicke que saben que «lo queremos». Raperos como Jay-Z utilizan la palabra bitch como si se tratara de un signo de puntuación. Las películas, por lo común, cuentan historias de hombres, como si las historias de hombres fueran las únicas que importasen. Y cuando participan mujeres, lo hacen como acólitos, como objetivo amoroso, como un añadido. Casi nunca son el centro de atención. Casi nunca llegan a importar nuestras historias.
¿Cómo llamar la atención sobre estos temas? ¿Cómo hacerlo de forma que sean realmente tenidos en consideración? ¿Cómo dar con el lenguaje necesario para hablar de las desigualdades y las injusticias que afrontan las mujeres, sean grandes o pequeñas? Con el paso de los años, el feminismo ha contestado a estas preguntas, al menos en parte.
El feminismo no es perfecto, pero en su mejor versión ofrece una forma de navegar por este cambiante clima cultural. El feminismo me ha ayudado a encontrar mi voz, no me cabe duda. Me ha ayudado a creer que mi voz importa, incluso en este mundo donde tantas voces piden ser escuchadas.
¿Cómo conciliar las imperfecciones del feminismo con todo el bien que puede hacer? En verdad, el feminismo tiene sus fallos porque es un movimiento impulsado por personas y las personas son intrínsecamente imperfectas. Sea por la razón que sea, lo juzgamos con una vara de medir poco razonable que le exige ser todo lo que queremos y tomar siempre la mejor decisión. Cuando el feminismo no cumple nuestras expectativas, sacamos la conclusión de que el problema es del feminismo en sí y no de las personas imperfectas que actúan en su nombre.
El problema de los movimientos es que a menudo se asocian solamente con sus figuras más visibles, las personas con una plataforma mayor, con una voz más fuerte y provocadora. Pero el feminismo no es una filosofía cualquiera que suelta la feminista de turno en el foco de los medios populares, al menos no del todo.
Últimamente, el feminismo ha padecido cierta culpabilidad por asociación, ya que lo relacionamos con mujeres que lo defienden como parte de su marca personal. Cuando esas figuras prominentes dicen lo que queremos oír, las ponemos en el pedestal feminista, y cuando hacen algo que no nos gusta, las derribamos y decimos que algo falla en el feminismo porque nuestras líderes feministas nos han fallado. Olvidamos la diferencia entre el feminismo y las feministas profesionales.
Acepto abiertamente la etiqueta de mala feminista. Y lo hago porque no soy perfecta, soy humana. No soy muy versada en su historia. No conozco textos clave del feminismo tan bien como quisiera. Tengo algunos... intereses, rasgos de personalidad y opiniones que puede no se alineen con el feminismo dominante, pero soy feminista. Y es difícil expresar lo liberador que ha sido para mí aceptarlo.
Asumo la etiqueta de mala feminista porque soy humana. Soy complicada. No pretendo ser un ejemplo. No pretendo ser perfecta. No pretendo decir que tenga todas las respuestas. No pretendo decir que tenga razón. Solo pretendo defender aquello en lo que creo, hacer algo de bien en este mundo, hacer algo de ruido con lo que escribo siendo yo misma: una mujer a la que le gusta el rosa, que le gusta montárselo y que baila a muerte una música que trata fatal a las mujeres, porque lo sabe , y que a veces se hace la tonta con los técnicos porque es más fácil dejar que se sientan muy machos que dar lecciones de moral.
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